ABC (1ª Edición)

Las Descalzas Reales reabren sus puertas renovadas

► Se han reacondici­onado ocho salas y se ha reordenado la colección de pinturas, sacando obras de la clausura

- MÓNICA ARRIZABALA­GA

La serie ‘El Ministerio del Tiempo’ ubicó su puerta al pasado en el Palacio de la duquesa de Sueca, pero la auténtica entrada a la Historia se encuentra justo detrás de la calle Preciados. La cantinela de Cortilandi­a que resuena estos días prenavideñ­os en el centro de Madrid enmudece al cruzar la puerta del Real Monasterio de las Descalzas Reales, donde 19 monjas clarisas viven entregadas a Dios, con su huerta y sus rezos, entre cerca de 2.000 obras de arte que gestiona Patrimonio Nacional. Cerrado al público desde marzo de 2020, el convento reabre el 2 de diciembre con un acto que estará presidido por la Reina Letizia y con un nuevo recorrido que explica mejor el legado que atesora.

«Desde que este monasterio de clausura se abrió a la vista pública hace 61 años, se ha ido investigan­do en profundida­d su colección y ahora ese trabajo permite que el discurso expositivo sea mucho más depurado», explica la conservado­ra Ana García Sanz. La salida de casi 200 piezas para la exposición ‘La otra Corte’ del Palacio Real fue el detonante para emprender la renovación de la instalació­n eléctrica y pintar las ocho salas de la entreplant­a, donde se han colgado las obras con un nuevo orden.

Últimos retoques

Apenas unos días antes de su reapertura, solo los ruidos de las restaurado­ras que se afanan en los últimos retoques perturban la insólita calma que habita entre sus recios muros. Allí nació Juana de Austria (1535-1573), hija menor del emperador Carlos V y Princesa de Portugal, en el entonces palacio del tesorero real Alonso Gutiérrez y, tras convertirl­o en monasterio de monjas clarisas, en él vivió y quiso ser enterrada. De la casa-palacio originaria aún perviven algunos elementos, como la escalera principal renacentis­ta, decorada en los siglos XVI y XVII con pinturas murales.

«Se han ubicado y combinado obras de otra manera y se han sacado piezas de salas que no se visitaban o de zonas donde no se veían bien», explica la conservado­ra de las Descalzas Reales. En la llamada casita de la infanta sor Margarita de la Cruz, archiduque­sa de Austria y una de las monjas más relevantes del convento, se han restaurado sus pinturas murales y se muestran ahora obras traídas de otras salas que explican sus dos grandes devociones: la pasión de Cristo y el Niño Jesús.

A pocos pasos, la capilla del arcángel Jehudiel se ha depurado de imágenes y al arcángel elegido por este monasterio como protector de la comunidad acompañan ahora pequeños cuadros de los otros seis. Quizá estos pasen desapercib­idos por el visitante, que en cambio sí advertirá los cambios llevados a cabo en la sala del Candilón y en el Salón de Reyes. En la primera, llamada así por el candil que encendían las monjas en su centro durante los velatorios, se han reunido «los retratos que se conservan y que nos hablan de la vida del monasterio», continúa la conservado­ra. Hay retratos oficiales, como el de la Infanta Margarita, el de Isabel Clara Eugenia o el de sor Ana Dorotea, hija del emperador Rodolfo II, que pintó Rubens.

Si hasta entonces santos y togas han acompañado al visitante, como cabe esperar en un monasterio, la siguiente puerta le conduce a un amplio Salón de Reyes, chocante en un convento de clausura. Las salas siguientes las ocupan pinturas de temática religiosa, repartidas entre un pequeño oratorio y dos salas a las que se llega por un pasillo donde se expondrán unas sibilas recienteme­nte identifica­das. En la antigua sala de pintura flamenca se cuelgan actualment­e obras del XVI, muchas de las cuales pertenecía­n a la colección privada de Juana de Austria, como el tríptico de la Virgen del Papagayo o el políptico que ya se llevó consigo cuando viajó a Portugal a casarse con el príncipe Juan. Y en la anteriorme­nte conocida como sala de pintura italiana y española se han colgado tras la remodelaci­ón pinturas del siglo XVII. Para esta estancia se han sacado cuadros de zonas donde no se veían, como un ‘San José con el Niño’, de Matías de Torres, o una Anunciació­n antigua de Vicente Carducho que estaba en clausura, o la ‘Oración en el huerto’ de Guido Reni, que estaba en el coro.

La singularid­ad de este convento reside en que reúne «aspectos muy diversos e interesant­es», según resume García Sanz. Fue en origen un palacio del Renacimien­to, una fundación real por iniciativa de una mujer, Juana de Austria, y un centro de poder, además de un centro religioso. «Y desde 1559 en que empieza la vida de este monasterio hasta la actualidad ha estado en funcionami­ento, habitado por una comunidad de clarisas franciscan­as y eso ha permitido que se conserve y lo podamos visitar hoy», añade. Dos de las monjas nos despiden en la puerta, con unas sencillas sandalias y los pies desnudos pese a los escasos grados de noviembre.

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// ERNESTO AGUDO Una de las salas de las Descalzas Reales, durante los trabajos de remodelaci­ón

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