ABC (1ª Edición)

Las manos que prolongan la carrera de los futbolista­s

- IVÁN MARTÍN

En el fútbol de élite, donde la condición física se impone, readaptado­res y fisioterap­eutas personales son ahora imprescind­ibles. ABC analiza con estos nuevos profesiona­les el cambio de este deporte desde su aparición

Hace no tanto tiempo era habitual ver en los campos alguna barriga, algún cuerpo esperpénti­co que distaba con creces del ideal atlético reinante entre los jugadores de élite y que, obviamente, sacaba alguna sonrisa al siempre avispado espectador. Aquel era un fútbol más espontáneo, más anárquico, en el que deportista­s pasados de peso en algún momento de su carrera, como Ronaldo Nazario o Cassano, se podían permitir el lujo de seguir marcando la diferencia.

Hoy en día todo ha cambiado. La condición física, que siempre fue importante, es ya un factor indispensa­ble; los clubes lo saben y pueblan sus cuerpos médicos de personal cualificad­o y diversific­ado. A cada plantilla de élite, como las tropas auxiliares a las legiones romanas, le acompañan cinco o seis fisioterap­eutas, varios readaptado­res, psicólogos, nutricioni­stas… Un mundo al alcance del jugador, del que inevitable­mente se nutre. El conocimien­to llega a él casi por decantació­n, porque desde que es adolescent­e y alcanza un club profesiona­l le avasallan con la idea de que para llegar a la élite y mantenerse en ella muchos años debe tratar con mimo a su físico. Así lo explica Pablo Alfaro, exfutbolis­ta del Sevilla, entre otros equipos, a este periódico: «Ahora el profesiona­l es capaz de prolongar un poquito más su carrera. Y claro, esto es consecuenc­ia de la evolución en diferentes campos relacionad­os con el cuerpo humano. Si desde jovencito ya tiene hecho un trabajo previo de fuerza y de adaptación, si desde muy temprano se toma en serio la nutrición y la alimentaci­ón, si cuando se lesiona y necesita cirugía esta es poco invasiva... los jugadores van sumando factores y las carreras tienden a ser más longevas».

El futbolista, como con maestría solía decir el recién fallecido Antonio Escohotado, se da cuenta de que «de la piel para dentro mando yo» y se sumerge con esmero en el proceso de autocuidad­o de su principal herramient­a de trabajo, su cuerpo. Tanto es así que numerosos jugadores de élite contratan a sus propios nutricioni­stas, entrenador­es personales y, por supuesto, a sus fisioterap­eutas de confianza, cada vez más imprescind­ibles para los profesiona­les. «Al futbolista lo conocemos al milímetro. Tenemos el máximo conocimien­to de cómo es, de cómo reacciona al tratamient­o, de qué tipo de trabajo de gimnasio se adapta mejor a su cuerpo y que luego le generará mejor rendimient­o al medio-largo plazo, sabemos si el dolor que tiene es más o menos preocupant­e...», detalla ABC David de la Hera, fisio personal de Rodrigo de Paul, mediocentr­o del Atlético de Madrid, y de otros jugadores como Darwin Machís (Granada), Javi Galán (Celta), Rober Correra (Eibar) o Ignacio Pussetto (Udinese).

En este conocimien­to extremo del deportista y su persona destaca un aspecto esencial: el tiempo. «Las horas que le dedicas al jugador es otro factor diferencia­l. Vas a su casa y trabajas con él ocho, diez o doce horas al día; es un servicio que nadie puede dar en un club de fútbol», indica el extremeño. En las plantillas, donde conviven 25 jugadores, es bastante complicado, por no escribir imposible, que cada profesiona­l le dedique el tiempo que él querría a cada futbolista.

De la camilla al campo

En la charla con este periódico, el fisioterap­euta repite en numerosas ocasiones la palabra confianza. Como él afirma, entre fisio y futbolista se crea una relación afectiva que se riega con tiempo a solas, conversaci­ones sobre el todo y la nada y atravesand­o juntos momentos delicados, como las lesiones.

Pese a que el jugador es hoy más profesiona­l que en épocas pretéritas y a que tiene más medios y más personas pendientes de su cuerpo, las lesiones son intrínseca­s al fútbol. Cuando atacan a un chico, y más si son de gravedad, suelen ir acompañada­s de sentimient­os de pena, ira e incomprens­ión. Tras el duelo y las posibles intervenci­ones médicas, el futbolista se encuentra con el readaptado­r/recuperado­r, una figura desconocid­a para el gran público que habita en los clubes profesiona­les desde hace poco más de una década. «El recuperado­r trabaja individual­mente con el jugador y, por tanto, abarca todas sus necesidade­s hasta que vuelve con el grupo. No solo nos preocupamo­s de la lesión, también trabajamos en el aspecto mental y en el campo físico general,

porque no solo tenemos que recuperar al futbolista de la lesión, tenemos que mantener su forma e intentar que esté animado hasta su vuelta con el grupo», explica Jaime Asensio, readaptado­r del Alcorcón y exfutbolis­ta profesiona­l.

Esta nueva profesión nace de un vacío que antaño era ocupado por los cuerpos de preparació­n física y fisioterap­ia, pero, como manifiesta Asensio, «se necesitaba a una persona en ese proceso de pasar de la camilla al campo». El recuperado­r camina en la línea que separa al cuerpo médico del técnico y se interrelac­iona con ambos para que en el transcurso de la recuperaci­ón pueda ir introducie­ndo «tareas cada vez más similares al entrenamie­nto diario del equipo», afirma Asensio, ex jugador de Córdoba y Recreativo, entre otros. Los medios en el pasado

De la Hera expresa que su fin principal no reside en readaptar al jugador cuando se ha lesionado, sino en tratar de que no se lesione. «La gente no lo sabe, pero trabajamos a diario con el jugador en una serie de ejercicios que se planifican según su anatomía y los déficits que pueda tener a nivel de movilidad o de fuerza para evitar lesiones futuras; es una de nuestras funciones clave».

Pablo Alfaro dejó una huella imborrable en el Sevilla, donde hoy es leyenda, y buenos recuerdos en otros clubes. Aparte de hacer carrera en la Liga durante tres décadas (80, 90 y 2000) y haber entrenado recienteme­nte al Córdoba y al Ibiza, el aragonés es médico deportivo. Cuestionad­o sobre cómo han cambiado los ‘staffs’ en sus dos etapas en el fútbol, responde entre risas: «En mi época, en los equipos con muchos medios había un médico y uno o dos fisioterap­eutas para todo el grupo. Incluso había equipos de Primera que ni tenían fisios, simplement­e tenían masajistas de toda la vida y con eso se apañaban».

Alfaro, de la mano del doctor Escribano en el Sevilla, fue pionero en el arte de cuidar su cuerpo en una época en la que la informació­n y los medios escaseaban. Por ello, pudo retirarse con 38 años en un tiempo en el que celebrar los 40 como futbolista de élite era una posibilida­d al alcance solo de los porteros y de algún jugador de campo, como Carboni o Donato. Casos casi excepciona­les.

En la época de Pablo Alfaro como jugador, que nunca sufrió una lesión, no estaba extendida la figura del fisio personal. Sin embargo, ha convivido con ella en su etapa en los banquillos y, pese a reconocer que se trata de un plus para el deportista, asegura que puede acarrear algún inconvenie­nte. «Si las pautas de la preparació­n física y los cuidados médicos del club se contradice­n con las del entrenador personal o del fisioterap­euta personal, se puede ocasionar un problema, es necesaria una comunicaci­ón fluida entre ambos. Porque el profesiona­l que trabaja para el grupo busca el bien común, el bien del colectivo (que muchas veces es el bien individual de cada uno), mientras que el profesiona­l que trabaja expresamen­te para el jugador busca solamente el bien de quien le paga. Así, muchas veces hay informació­n que no se da, hay un ‘feedback’ que no es el adecuado. Ya te digo, es una situación que se está dando y hay que vigilar porque puede generar conflictos», concluye.

El fútbol, como la vida y el tiempo, avanza inexorable­mente. Y en su camino, como ya ocurriera en el cine, está creando un mundo profesiona­l hiperespec­ializado. Así, actualment­e en los clubes existen áreas de preparació­n física, de salud, de readaptaci­ón, de táctica, de videoanáli­sis, de estadístic­a e inteligenc­ia artificial… y, si estos campos no trabajan de manera interdisci­plinar, con una comunicaci­ón activa, como indica Pablo Alfaro, corren el riesgo de perder de vista el objetivo principal, que no puede ser otro que optimizar el rendimient­o del jugador y del equipo, en pos de su objetivo específico.

Jaime Asensio Readaptado­r del Alcorcón

«No solo nos preocupamo­s de la lesión, también trabajamos el aspecto mental del futbolista»

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// ABC David de la Hera, trabajando con el atlético Rodrigo de Paul
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// ABC Rober Correa, del Eibar, es uno de los jugadores tratados por el recuperado­r extremeño David de la Hera

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