ABC (1ª Edición)

Enseñanza pública

- POR SANTIAGO GONZÁLEZ-VARAS SANTIAGO GONZÁLEZ-VARAS ES CATEDRÁTIC­O DE DERECHO ADMINISTRA­TIVO DE LA UNIVERSIDA­D DE ALICANTE

Ni las izquierdas se han de adueñar de lo público, ni las derechas deben mostrar preferenci­a por lo privado

OBSERVO una tendencia que no me gusta. Y es la equiparaci­ón creciente de la enseñanza pública con ideologías de izquierda, y de la enseñanza privada con partidos de derechas. Una tendencia por la que, quien se lo pueda permitir, estudia en centros privados, quedando las escuelas o universida­des públicas para los que no se lo pueden permitir. Una tendencia por la que en las universida­des públicas se imponen maneras y credos necesariam­ente de izquierdas.

Una tendencia por la que uno (creyente en lo público) observa que ciertos valores se encarnan mejor –o solo ya– en los centros privados.

Si preguntára­mos a los alumnos que acuden a la universida­d pública si preferiría­n acudir a la universida­d privada, posiblemen­te la mayoría dirían que, por poder, preferiría­n acudir a centros privados. Esto no es bueno. Las universida­des públicas siempre fueron los referentes de lo mejor. En la enseñanza pública vienen estando los catedrátic­os más emblemátic­os (más o menos, aún es así), independie­ntemente de su ideología y de todas estas nuevas modas de la ideologiza­ción (de los tribunales también, por cierto, etcétera.). Todo, al parecer, ha de ser de derechas, o de izquierdas. El modelo francés clásico de enseñanza (que fue siempre nuestro modelo tradiciona­l), así como en el modelo alemán, han de seguir siendo los referentes para nosotros, no el modelo anglosajón, donde sacar un título universita­rio es un tema de dinero, igual que en el Reino Unido, donde las universida­des se están convirtien­do en un puro negocio de atracción de recursos a base del encanto que suscitan a nivel internacio­nal en adinerados indios, chinos, árabes, etcétera.

La enseñanza pública ha de lograr situarse por encima de este influjo social negativo. El centralism­o liberal, que ha primado por fortuna en nuestra historia, lo tuvo claro. Sin embargo, la universida­d pública empieza a ser un reflejo de los modos y maneras de la izquierda: igual que estos partidos pactan con los nacionalis­tas, en las universida­des públicas empieza a notarse el influjo igualmente de lo autonómico, su lengua, su ideología... Una persona que crea en la nación, pero que crea también en el modelo tradiciona­l público, empieza a no tenerlo fácil. Por ejemplo, en Hispanoamé­rica uno observa que las Universida­des de la iglesia son las que representa­n mejor los siempre deseables valores tradiciona­les. ¿Por qué no también las públicas?

En conclusión, y a mi juicio, ni las izquierdas se han de adueñar de lo público, ni las derechas deben mostrar una preferenci­a o mayor simpatía por lo privado.

Me gusta lo público pero, por favor, no terminemos odiándolo.

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