ABC (1ª Edición)

Llevarse mal

Isabel y Pablo están todo el rato mirándose, pero sin coincidir

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

AJuanma Moreno Bonilla le improvisar­on un par de pregones de libertad Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado, ahí mismo, en la Granada de congreso. No se había repuesto aún el hombre de verse tan citado, rehén de pronto de las inquinas madrileñas, cuando sale Feijóo por la otra punta y reúne en Santiago a un ramo de mandamases autonómico­s, porque hay que arreglar lo de la financiaci­ón. En rigor, lo de Andalucía, y la cumbre de Feijóo, han resultado una pasarela en dos compases del tema del momento: llevarse mal. No es tanto un propósito político o una ambición cívica lo que abrochan estas citas sino un cuadro de escenas donde unos en el sur regalan azahares envenenado­s y otros en el norte sueltan la inocente fragancia de la fraternida­d y se declaran encantados de haberse vuelto a conocer.

Ayuso le pidió a Moreno un vuelo libre, y luego Iglesias también, con lo que nos fue quedando claro que Isabel y Pablo están todo el rato mirándose, pero sin coincidir, como dos novios que se aman como si se odiaran. Moreno desvió la vista, obviamente. Hay algo de último rencor conyugal en los encuentros sin encuentro de Ayuso y Casado, igual que hay algo de beatífico parentesco no sé si sincero entre los congregado­s por Feijóo, que han ido a Compostela, tan contentos, como si les hubiera citado el primo mejor, y más alto, que ahora vive un poco lejos. Emiliano García Page, o Miguel Ángel Revilla, se jactaron, con micro, de que ellos viven para construir, y nunca para enojar, con lo que estaban cumpliendo una prórroga de la contienda de Granada, pero en Santiago, con coro de varias siglas, y un almuerzo de pleno júbilo donde sólo faltó una ronda de cohíbas, si es que llegó a faltar. Feijóo y sus celebrante­s no incluyeron una plegaria para que los de Génova y la Comunidad de Madrid logren llevarse tan bien como ellos, pero casi que iba la plegaria en los mítines, aunque presumir de compadreo no avale ninguna prosperida­d. Llevarse mal, o llevarse bien. Esa es la cuestión. Como pasa en la política de tantos matrimonio­s. Otra cosa es que las disputas anuncien el buen síntoma de los que están llamados a entenderse.

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