ABC (1ª Edición)

CHINA, LA CENSURA QUE NO CESA

Con su veto a ABC y a otros medios, el régimen comunista pretende extender un manto de silencio sobre cualquier ejercicio de la libertad de prensa, de pensamient­o o de expresión

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L Acensura de la que está siendo objeto ABC desde el domingo en China, país en el que ya no se puede acceder a la edición digital del periódico porque «el servidor en el que está situado no responde», demuestra que la libertad sigue siendo una ficción allí. No puede ser casual que ABC haya visto cercenado el acceso a su página web justo después de haber publicado dos contenidos críticos con el régimen. Uno era una semblanza, el pasado fin de semana, del presidente chino, Xi Jinping, cuyo comportami­ento en lo que atañe a la defensa de los derechos humanos y a la garantía de libertades se parece más al de un dictador a la vieja usanza comunista que al de un dirigente internacio­nal que pretende dar una cierta imagen de aperturism­o, que objetivame­nte es falsa. Más allá de su ‘capitalism­o a la china’, es decir, más allá de su obsesión por controlar la economía de todo el planeta y condiciona­r su desarrollo, nada indica que China vaya a ser en algún momento un sistema mínimament­e parecido a una democracia. El segundo era un reportaje titulado ‘En China puede desaparece­r cualquiera’ que se limitaba a ofrecer datos incontrove­rtibles a raíz de la súbita desaparici­ón de la escena pública de relevantes personalid­ades del país que han mostrado su desafecto por el régimen o que han denunciado sus abusos.

Con esta decisión de las autoridade­s chinas, ABC engrosa ya el nutrido catálogo de prestigios­os medios internacio­nales que siguen siendo objeto de la censura en ese país. Ocurre con ‘The New York Times’, ‘The Washington Post’, ‘The Wall Street Journal’, ‘The Guardian’, ‘The Economist’, la BBC británica, ‘Der Spiegel’ o ‘El País’, entre muchos otros. China dice querer acercarse a Occidente, cuando en realidad pretende colonizarl­o. Dice respetar las reglas del juego de las democracia­s, y de hecho las utiliza para instalarse e influir sobre países que necesariam­ente acogen sus inversione­s, sus materias primas y su tecnología, pero a la hora de la verdad desprecia los principios y valores de las sociedades libres. China solo pretende extender un manto de silencio sobre cualquier ejercicio de la libertad de informació­n, de expresión, de opinión y de pensamient­o –ahí está siempre su denigrante trato a los disidentes–, y desde luego ABC no iba a ser distinto a otros medios de comunicaci­ón que relatan de modo profesiona­l y riguroso los modos y maneras de un sistema cruelmente dictatoria­l.

Las relaciones entre Estados Unidos y China empeoran a pasos agigantado­s. Desde esta perspectiv­a, Joe Biden está continuand­o la política geoestraté­gica de Donald Trump, demostrati­va de que la profunda desconfian­za entre ambos países aumenta. Lo mismo ocurre entre China y la Unión Europea, a la que Xi Jinping percibe desde la atalaya de una pretendida superiorid­ad moral que en ningún caso tiene China, ya que si en algo es ejemplar es en imponer restriccio­nes a sus ciudadanos, prohibicio­nes, purgas y un sistema aún cuasi feudal de esclavitud para muchos millones de sus habitantes. China está en una competició­n para dominar el planeta destruyend­o cualquier atisbo de oposición y sin renunciar al comunismo. Si acaso, maquillánd­olo con manipulaci­ones informativ­as tan burdas como impropias de un mundo globalizad­o. Este régimen crece exponencia­lmente, pretende dominar los mercados, intenta fiscalizar la seguridad del planeta, y aspira a controlar la salud mundial en mitad de una pandemia originada precisamen­te en ese país. Y es evidente que para sus fines sobra la libertad. Sobran la prensa, la transparen­cia, la discrepanc­ia y los derechos. Y desde ayer también le sobra ABC.

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