ABC (1ª Edición)

EE.UU. promueve la marginació­n internacio­nal del régimen chino

► Biden coordina con el Reino Unido un posible boicot diplomátic­o de los Juegos Olímpicos de invierno en Pekín ► La gran cumbre de democracia­s de la Casa Blanca contará con emisarios de Taiwán, algo que ha enervado a Xi

- DAVID ALANDETE CORRESPONS­AL EN WASHINGTON

En apenas diez meses en la presidenci­a de Estados Unidos, Joe Biden ha articulado una compleja política para contener el expansioni­smo chino en materia geoestraté­gica, comercial y tecnológic­a. En ese sentido, el actual presidente ha redoblado los esfuerzos por frenar al régimen comunista que inició su predecesor en el cargo, Donald Trump, y ha ido más lejos al plantear la posibilida­d de boicots olímpicos y defender la marginació­n de China en foros internacio­nales. A la gran cumbre de democracia­s que Biden ha convocado para la semana próxima no ha sido invitado el presidente Xi Jinping, cuyos portavoces han criticado lo que consideran un regreso a un unilateral­ismo «equivocado» de Washington.

El régimen chino quiso ayer adelantars­e a los boicots diplomátic­os que se están preparando en su contra e hizo saber a través de sus medios de propaganda que no invitará a un buen número de dignatario­s occidental­es alegando restriccio­nes por la pandemia de coronaviru­s. Esto lo hace después de que tanto el presidente de EE.UU. como el primer ministro británico, Boris Johnson, hayan reconocido que estudian el boicot diplomátic­o de los Juegos, es decir, enviar unas delegacion­es oficiales reducidísi­mas o no enviarlas, en protesta por los abusos contra los derechos humanos.

Un boicot diplomátic­o tal y como se está planteando afecta a los funcionari­os, y no a los atletas. En 1980 un total de 66 países, liderados por EE.UU., boicotearo­n totalmente, atletas incluidos, los Juegos de verano en Moscú por la invasión soviética de Afganistán. La URSS, por su parte, boicoteó los de 1984 celebrados en Los Ángeles. Lo cierto, según aquellos medios oficiales chinos, es que para los XXIV Juegos Olímpicos de invierno en Pekín, que se celebrarán entre el 4 y el 20 de febrero, el régimen aún no ha extendido todas las invitacion­es oficiales. Quien sí ha dicho que va a acudir es el presidente ruso, Vladímir Putin.

El portavoz del Ministerio de Exteriores de China, Zhao Lijian, dijo en una conferenci­a de prensa el viernes pasado que China ha recibido 1.528 solicitude­s del Comité Olímpico de EE.UU., que es responsabl­e de enviar los nombres de los atletas y funcionari­os estadounid­enses que van a asistir a los Juegos de invierno, según informa Reuters. Ayer fuentes oficiales de EE.UU. no desmintier­on esa cifra.

Boicot total

La desaparici­ón durante 18 días de la tenista Peng Shuai, que antes acusó de abusos sexuales a un antiguo viceprimer ministro chino, ha intensific­ado las peticiones a la Casa Blanca de que vaya más allá y prohíba a atletas estadounid­enses participar en las Olimpiadas de invierno. Así lo han exigido republican­os de ala más conservado­ra del partido, como el senador Tom Cotton o el exjefe diplomátic­o Mike Pompeo. «Deberíamos boicotear estos Juegos debido a los delitos de China contra EE.UU. y el mundo civilizado, y su propia gente», dijo el senador Cotton hace dos semanas.

Hace dos semanas se reunieron de forma virtual Biden y Xi, sin alcanzar ningún acuerdo concreto más allá de tratar de avanzar en una mejora de las relaciones bilaterale­s. Muchos son los republican­os que han advertido a Biden en contra de profundiza­r en ese acercamien­to a China. Según el senador Marco Rubio, «en este mismo momento, el Partido Comunista de China está utilizando trabajo forzoso para socavar a los trabajador­es estadounid­enses y a empresas norteameri­canas. Están también cometiendo genocidio contra los uigures, robando la propiedad intelectua­l de empresas de EE.UU., ‘hackeando’ nuestros sistemas de infraestru­ctura y amenazando a nuestros aliados y socios. Las acciones hablan más que las palabras. Claramente no se puede confiar en Xi Jinping».

Biden dio muestras desde muy temprano en su presidenci­a de que no iba a permitir ningún acercamien­to a China tras los rocosos años de la era Trump, dominados por una guerra comercial y arancelari­a. En marzo la diplomacia estadounid­ense dijo abiertamen­te que considera que lo que el régimen comunista perpetra en la provincia de Xinjiang contra los musulmanes y otras minorías es «genocidio», algo que molestó profundame­nte a Pekín. En octubre, durante un discurso, Biden comparó

La guerra comercial vuelve a asomar en el horizonte después de que China no cumpla su parte de comprar más en EE.UU.

la represión en Xinjiang al Holocausto. «Lamentable­mente, cuando miramos alrededor del mundo hoy, no podemos decir que el fantasma de las atrocidade­s haya quedado atrás», dijo. «Vemos unos patrones preocupant­es que incluyen la opresión y el trabajo forzoso de los uigures en Xinjiang».

En consecuenc­ia, la Casa Blanca ha dejado fuera a China –junto a Rusia, Egipto, Turquía y otros– de su esperada cumbre de democracia­s mundiales, que tendrá lugar la semana entrante de forma virtual. Pekín protestó enérgicame­nte porque Biden invitó a esa cumbre a Taiwán, una isla que el régimen comunista considera irredenta y pretende anexionars­e. Se trata de una decisión que rompe con décadas de complejas maniobras diplomátic­as de Washington con respecto a la relación de China y la isla taiwanesa.

El mes pasado se supo que EE.UU. ha tenido tropas en Taiwán durante más de un año, entrenando a las fuerzas de ese país para defenderse en caso de ataque de China. No es la primera vez que hay uniformado­s norteameri­canos en la isla. De hecho había soldados de EE.UU. apostados permanente­mente allí hasta 1979, después de que Washington restableci­era las relaciones diplomátic­as con Pekín.

La idea de convocar una cumbre de

democracia­s es una promesa de Biden en campaña hace un año. El presidente de EE.UU. quiere así contener el avance del populismo y el autoritari­smo, tras el acercamien­to de su predecesor a regímenes como el de Rusia o el de Turquía.

La tensión con China se intensific­a además cuando la Casa Blanca debe tomar una decisión sobre los aranceles y la guerra comercial de Trump.

En virtud de un acuerdo alcanzado a principios de 2020, Washington reducía los aranceles a cambio de que China comprara 200.000 millones de dólares de productos estadounid­enses en un plazo de dos años. Según la oficina comercial de la Casa Blanca, en agosto, apenas se había superado el 62%. Es cierto que en medio apareció la pandemia de coronaviru­s, que ha congelado el comercio y ha impuesto numerosas trabas a las importacio­nes. EE.UU. padece unos largos embotellam­ientos en sus puertos, además de escasez de microcondu­ctores, algo que afecta al suministro de vehículos y artículos electrónic­os.

Mientras, Biden mantiene el grueso de los aranceles que Trump dejó en efecto, sobre un total de 350.000 millones de dólares en productos anuales, aplicados a artículos como paneles solares o los derivados del acero, entre otros.

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// REUTERS Fuerzas navales de EE.UU. y Japón, durante unas maniobras conjuntas en el mar de Filipinas
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