ABC (1ª Edición)

Un año del Zendal, cortafuego­s de la pandemia en Madrid que ha tratado a 8.394 pacientes

∑ Sus profesiona­les relatan a ABC su experienci­a en las trincheras de la guerra contra la pandemia

- SARA MEDIALDEA

Hace ahora un año, el 1 de diciembre de 2020, cuando no había aún vacunas y Madrid tenía 1.450 personas hospitaliz­adas en planta y 340 en UCI, abrió sus puertas el Hospital de Emergencia­s Isabel Zendal, único en su género en Europa. Desde entonces, ha sobrevivid­o a una campaña de ataques brutal, y a doce meses de pandemia con picos de más de 500 pacientes, y una cifra global de 8.394 ingresados. Ha sido la válvula de escape para el resto de hospitales madrileños durante la pandemia.

El responsabl­e de Emergencia­s Sanitarias de la OMS, Bruce Aylward, después de verlo, felicitó a Madrid por su puesta en marcha. Paradójica­mente, ni el presidente del Gobierno ni ninguno de los dos ministros de Sanidad en el cargo durante la pandemia –antes Salvador Illa y ahora Carolina Darias– han visitado el centro.

Si en algo coinciden los profesiona­les que han trabajado durante este año en el Hospital de Emergencia­s es en que aquello ha sido estar en primera línea de la batalla contra el Covid. Javier Marcos, coordinado­r general del centro, lleva en él desde el 1 de diciembre de 2020. «Cuando abrimos, había poquísimos pacientes, casi no había; pero cuando nos quisimos dar cuenta, se había producido una explosión de ingresos». Y tres meses después, a principios de marzo, «teníamos ya 600».

La plantilla no es fija, sino que depende del momento sanitario. Comenzaron con 111 personas, y ha llegado a picos de 1.300. «Somos consciente­s de que todos los hospitales de Madrid están ocupadísim­os, así que procuramos escalar en personal cuando la pandemia aprieta, y devolver a la gente a sus hospitales de procedenci­a cuando afloja», explica Marcos. Algo que, reconoce, «es complicado no: complicadí­simo».

Además de las críticas externas, también sufrieron algunos episodios calificado­s como sabotajes, que incluso investigó la Policía Nacional. «Aquello fue cosa del principio; luego hemos podido trabajar perfectame­nte». Y han vacunado a 1,8 millones de personas.

Su peor momento, no lo duda, fue «el temporal Filomena. Lo recuerdo con pavor; venía andando desde el metro, con la nieve por la cintura, y sin saber lo que me iba a encontrar aquí, porque había gente que se había quedado toda la noche».

Una de las particular­idades del Hospital de Emergencia­s es su Unidad de Cuidados Intermedio­s (UCRI), que ha llegado a tener 96 camas montadas y se ha convertido en la mayor de Europa. A su frente está Pedro Landete, neumólogo y jefe de esta UCRI.

Mejor sin intubar

«Llegué al Zendal antes de que abriera, la última semana de noviembre. Estaba de permiso paternal, con una niña de 4 meses», recuerda Landete, a las puertas de su Unidad. La experienci­a de los más de 1.500 pacientes que han pasado por la UCRI del Zendal será objeto en breve de un artículo científico para dar a conocer sus resultados, que «son mucho mejores que la media: de esos 1.500 ingresados, sólo el 24% acabó en la UCI». Le cambia el gesto al recordar los peores días: «Gente por debajo de los 40 años que se nos han muerto y no hemos podido hacer nada, a pesar de todo lo que estudiamos y lo que hacemos».

El primer EPI

La psicóloga María Dolores Aguilera vivió su incorporac­ión al Zendal como «una oportunida­d fantástica para poder desempeñar mis tareas como psicóloga clínica». El primer choque fue la necesidad de vestir ropa de protección: «Yo nunca me había puesto ni una bata, porque en Salud Mental trabajamos fuera del hospital. Imagínate un EPI...».

Lo que se encontró en los pabellones del hospital de pandemias fue «a pacientes muy vulnerable­s a nivel psicológic­o». La misma estructura del hospital, «que en principio parecía un obstáculo» –por las grandes salas donde convivían una veintena de pacientes–, «se convirtió en una fortaleza: para la seguridad psicológic­a, la conexión social es muy importante». Y también fue muy útil «la cercanía de los profesiona­les». Ahora, su trabajo también se dirige a los ingresados no vacunados: «Les veo muy culpabiliz­ados; mi trabajo es mantenerle­s fuera de culpas».

La supervisor­a de Enfermería Raquel Gutiérrez llegó voluntaria el 10 de diciembre de 2020, «y encuentro un hospital que es una nave industrial vacía, con camas, con todo por hacer. El proyecto era muy motivador».

Fernando Prados, director general de Infraestru­cturas Sanitarias, fue quien abrió el Zendal como director. «Lo fácil era lo que se hizo en la primera fase y en todos los sitios del mundo: hacer algo provisiona­l para salir del paso, con unos niveles de calidad inferior». Es consciente de que este centro fue un balón de oxígeno para el resto de hospitales de la red madrileña.

Lo peor que recuerdan: «Gente por debajo de los 40 años que se nos han muerto y no hemos podido hacer nada»

 ?? // JAIME GARCÍA ?? Pacientes ingresados en la UCI del Hospital Enfermera Isabel Zendal en los días previos al primer aniversari­o de su apertura
// JAIME GARCÍA Pacientes ingresados en la UCI del Hospital Enfermera Isabel Zendal en los días previos al primer aniversari­o de su apertura

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