ABC (1ª Edición)

Ricky Merino: «No soy nada romántico, incluso me lo han echado en cara mis parejas»

▶ Con un disco, un musical y un programa en la televisión británica, el polifacéti­co artista charla con ABC sobre su vida, el amor, su padre y sus sueños

- ANTONIO ALBERT

Ricky Merino (35 años) está en racha y quiere disfrutarl­o: ha sacado su primer disco, se alterna con David Bustamante en los escenarios con ‘Ghost’ y se ha convertido en el primer español que presenta un programa en el ‘prime time’ británico, ‘The language of love’. Por el disco, que lleva su nombre, incluso se ha tatuado en el antebrazo el código de barras: «No sé si funciona, porque la piel altera el dibujo, pero voy a pasar por caja a ver a qué precio salgo», bromea. «Mis amigos me decían que debía haberme tatuado un código QR, pero eso es demasiado moderno».

Al cantante le fascina la idea de tener el disco físico, tocarlo, olerlo, guardarlo: «Cuando sea viejo, el disco seguirá ahí, aunque por entonces será ‘vintage’, pero perdurará. Eso me encanta». Se confiesa un mitómano: «Yo era de ir al aeropuerto de Palma a ver los triunfitos de ‘OT 1’ y lo que no me imaginaba es que acabaría teniendo a David Bustamante como compañero». Sus colaboraci­ones con Conchita Wurst y Ruth Lorenzo confirman que también es fan de Eurovisión, aunque no se plantea presentars­e: «No estoy preparado para esa presión, sobre todo ahora que conozco a muchos de los que han participad­o y me han contado cómo lo vivieron, no tan bien como yo pensaba.». Este año, además, celebrará el Año Nuevo en los escenarios: «La Nochebuena la paso en casa, pero en Nochevieja tengo función. Muero en el primer acto, resucito para comerme las uvas con el público, me vuelvo a morir y sigo como fantasma», bromea. Además, ha grabado un ‘dating’ para Channel 4, que estrena la próxima temporada: «Es un ‘dating’ que funciona como un experiment­o sociológic­o porque veremos a españoles ligando con británicos superando la barrera del negocio». En una de sus canciones, ‘Bestia’, Ricky se define como uno de esos tímidos que se transforma al actuar o al presentar: «No es que me ponga un disfraz y sea otro, es más bien una cuestión de energía, de adrenalina. Con el subidón incluso soy mentalment­e más rápido».

Ausencia de su padre

A pesar de todo el éxito, o precisamen­te por todo ese éxito, a Ricky le duele que su padre no pudiera verle en un escenario, en un plató, en el Bernabéu con la gira de ‘Operación Triunfo’: «Murió cuando yo tenía 24 años. Han pasado once y he normalizad­o su ausencia, pero me apena que nunca llegara a ver a este otro Ricky, al artista:

«Fue muy buen padre, pero además fue muy buen educador. Y todo lo que hizo entonces ha sido determinan­te en mi vida. Yo quería ir al Conservato­rio, pero él me obligó a estudiar inglés. Al principio me daba rabia porque pensaba ‘podía haber aprendido a tocar un instrument­o’, pero ahora me veo presentand­o en Channel 4 y me digo, ‘gracias, papá, qué pena que no puedas verlo’. Lo mismo con el deporte, yo lo odiaba, pero me apuntó a fútbol y yo me quedé quieto, paralizado en mi primer partido. Lo recuerdo como algo traumático. Yo no quería jugar porque no me integraba con los niños, me sentía más cómodo con las niñas, eran más interesant­es. Y por eso me llamaban mariquita en el colegio. Pero mi padre lo intentó, y lo hizo para protegerme. Porque yo salí del armario con mis padres a los 18. Mi madre hizo un poco de paripé, en plan, ‘¡Ay, es que ni me lo imaginaba!’ mientras él le decía ‘¡Pero si lo hemos hablado mil veces!’. A mi padre lo que le preocupaba es que yo no dejara la carrera. Lo que temía es que tuviera pluma, que se me notara, pero no por homofobia sino como para protegerme, para que no me hicieran daño. Eso lo he comprendid­o después». Ahora, sin embargo, Ricky se ha enganchado al crossfit: «Me paso horas en el gimnasio. Con esta disciplina me he encontrado con una comunidad que te acepta, lo que no me pasaba con el fútbol, y he descubiert­o que es un deporte muy social».

Nada romántico

Ricky ha tenido tres novios y los tres le dejaron. Ahora, Pablo le cuida más de lo que imagina (ha cerrado esta entrevista, ha mandado las fotos, ha estado pendiente de todo). Aunque el cantante reconoce que no es de los que demuestran su cariño con su pareja: «No soy nada romántico, incluso me lo han echado en cara. Tampoco soy detallista. Pero es el modelo que he vivido. Mis padres no eran de besarse, de acariciars­e. Yo tampoco».

La foto: El sueño del caracol

Dicen que soñar con caracoles se relaciona con la paciencia, la constancia y la disciplina. Soñar con caracoles grandes, con la ayuda de alguien cercano para cumplir con éxito una meta. Ambas teorías oníricas encajan con el artista, que jamás se rinde. Pero Ricky no soñaba con caracoles, fue un caracol que soñaba con ser artista. Literalmen­te.

Aquí lo tenemos –en la foto de la izquierda–, en el patio del colegio en Palma, a sus 6 años, en un descanso de la función teatral de primaria con la que se cerraba el año escolar: «Era lo que más me gustaba, montar el show de fin de curso». La canción, un clásico que lleva grabado en el recuerdo: «Caracol, col, col, col. Saca los cuernos al sol». ¿Y cómo era niño? «Siempre me sentí muy solo, pero no porque no me quisieran, al revés, pero es que mi familia iba en ‘packs’, mi padre con mi madre, mis hermanas juntas y yo, a mi bola, centrado en mi lado creativo. Ahora no, ahora soy de ir en grupo, siempre rodeado de gente». Ricky se recuerda como un niño bueno: «Siempre he sido el empollón de la clase. Eso sí, era muy llorón y muy pedigüeño. Y era muy pesado, pedía y pedía. Pero no, no era rebelde».

«Yo era mitómano, de los de ir al aeropuerto de Palma a ver a los triunfitos de ‘OT 1’»

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// ABC FINAL DE CURSO Ricky con 6 años disfrazado de caracol para montar el show en el colegio que es lo que más le gustaba

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