ABC (1ª Edición)

El código QR

Con tantas restriccio­nes ya levantadas, ¿por qué siguen en código QR las cartas de los restaurant­es?

- ANTONIO BURGOS

VEÍAMOS que en muchos lugares había un cuadradito que era como un hormiguero, lleno de puntitos, y no sabíamos qué era eso. Hasta que, a la fuerza ahorcan, descubrimo­s que era el código QR para leer textos a través de un visor del teléfono móvil. Yo, la verdad, me había quedado en el código de barras de los tarros del yogur, y ni sabía que ese como hormiguero cuadrado se llamaba código QR y mucho menos que contenía informació­n que te aparecía en el teléfono móvil. Como ocurre con la burocracia digital, aquí se da por supuesto que todo el mundo tiene teléfono móvil inteligent­e que hace hasta café, y que cualquiera es capaz de andar como Pedro por su casa por las nuevas tecnología­s, cuando no se respeta a quien por su edad o por su situación económica no se maneja con esos instrument­os, imprescind­ibles en la vida moderna, con ese nuevo dogma que dice para cualquier necesidad cotidiana:

—Eso te bajas la aplicación de internet.

Con la pandemia dichosa, dependemos mucho más que nunca de los malditos códigos QR. Quien no se haya ‘bajado la aplicación’ porque su teléfono móvil prehistóri­co, de los que sólo servían para llamar y hablar, no se lo permite, o porque no le da la gana, apenas puede andar por el mundo. Mientras el Gobierno mira para otra parte y con la coartada de la cogobernan­za se inhibe en dar una norma nacional contra el virus y deja que cada autonomía cargue con el mochuelo de levantar o poner las restriccio­nes contra la pandemia y los tribunales autonómico­s se pronuncian cada uno en un sentido distinto, dependemos del código QR y del pasaporte Covid, que te dice si te has vacunado o no, y cuántas veces, y si con Pfizer o con Moderna. Más que la exigencia del pasaporte Covid para entrar en locales de ocio nocturno o en restaurant­es, los tribunales también tenían que decir algo a favor de los que no tienen teléfono móvil y no pueden descargars­e ese dichoso documento con su código QR milagroso que te franquea las puertas.

Y nada digo del código QR en los restaurant­es. Como no tengas un teléfono lector de códigos QR, te quedas sin comer, porque no puedes ver la carta. ¿Tantos virus puede transmitir una carta de restaurant­e como para que estén prohibidas y en su lugar te pongan en la mesa un cartón o una pegatina con el código QR? Con lo fácil que es imprimir por ambas caras un folio de un solo uso... Si no tienes instalado en el teléfono el programa que lee estos cuadros de puntitos, no puedes ver la carta del restaurant­e, o quedas a expensas de lo que verbalment­e quiera ofrecerte el metre, sin saber lo que te va a costar el plato, además. Con tantas restriccio­nes ya levantadas, ¿por qué siguen en código QR las cartas de los restaurant­es? Es como lo de las servilleta­s. Al cabo de los meses de estados de alarma y restriccio­nes me he enterado por qué era tan difícil que en un bar te pusieran una servilleta de papel, el clásico servillete­ro. Lo prohibían las normas anticovid. ¡Vaya contradicc­ión! Los campos de fútbol llenos hasta completar aforo y nosotros sin poder leer la carta del restaurant­e como no seamos sumisos súbditos del todopodero­so y maldito código QR...

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