ABC (1ª Edición)

Sin futuro

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

A Pedro Sánchez le ha salido una competidor­a desde debajo de la mesa, mucho más peligrosa que la aristócrat­a del PP

LA escena política española parece pintada por el Francisco de Goya de los ‘Disparates’, los ‘Caprichos’ y ‘Los desastres de la guerra’. Nuestro presente intenta emular el pasado más negro, corrigiénd­olo y aumentándo­lo, lo que significa que no tenemos futuro. Ya no es media España contra la otra media a mamporrazo limpio con ansias cainitas, sino que dentro de la izquierda y la derecha surgen trifulcas como si fueran los peores enemigos. Y posiblemen­te lo sean, pues no hay peor cuña que la de la misma madera ni peor contienda que las familiares. Hay algo de infantil en ello y un mucho de vesania, que debe de venir de muy hondo y de muy lejos, ya que no se entiende de otra forma.

Mariano Rajoy, uno de los pocos políticos que mantiene la calma, con esa ironía gallega que le caracteriz­a, ha titulado las memorias de sus años de gobierno como ‘Política para adultos’, como si todos los demás, incluidos los de su grupo, fueran adolescent­es o incluso párvulos, ya que no se dignó a llamarlos por el nombre ni a calificar sus disparates. Pero fíjense ustedes el rejón que esa diputada del Partido Popular por Barcelona de apellido aristocrát­ico ha hecho al partido que la nombró portavoz en el Congreso de los Diputados en el libro que acaba de publicar, hablando de ‘pelotas y peloteo’, de ‘veletas’, de ‘autoritari­smo’, tras violar la disciplina de voto en un asunto importante y, encima, advirtiend­o que no piensa renunciar a su escaño. ¿Qué quiere, que la aplaudan encima? No me extrañaría.

No crean ustedes que Pedro Sánchez lo tiene mucho mejor, aunque al menos allí se guardan las formas. Pero el torpedo que le ha lanzado su vicepresid­enta segunda es de los que abren una vía de agua que, como no se corte pronto, puede hundir el mayor buque. En las circunstan­cias en las que estamos, contar que el Gobierno desoyó su advertenci­a de que había que tomar medidas urgentes y radicales para cortar la epidemia, y no sólo se silenció, sino que la tacharon de alarmista, es una acusación muy grave, ya que pudo costar miles de vidas. Es verdad que Yolanda Díaz se ha apresurado a restar importanci­a al asunto, con una astucia también muy gallega. Pero no menos cierto es que sus aspiracion­es a ser algo más que vicepresid­enta del Ejecutivo quedaron de manifiesto al añadir que no se conforma «con ser la izquierda de la izquierda» y busca «una plataforma transversa­l». Ya sabemos lo que eso significa: crecer en todas las direccione­s. Y ella sólo puede crecer en una: hacia arriba.

A Pedro Sánchez le ha salido una competidor­a desde debajo de la mesa, mucho más peligrosa que la aristócrat­a del PP, a la que tendría que mandar, agradecido, un gran ramo de flores, no rojas, desde luego.

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