ABC (1ª Edición)

Nacida libre

- LUIS DEL VAL

Sólo los que aman la libertad serán capaces de defenderla

Me suscita una enorme pereza ponerme a leer un libro escrito por un político, o firmado por él y redactado por un turiferari­o a sueldo. He hecho una excepción con ‘Políticame­nte indeseable’, de Cayetana Álvarez de Toledo, porque siempre había leído artículos y crónicas firmados por ella, casi siempre lúcidos y brillantes. Y no me ha defraudado. El libro está escrito con donosura, seduce su narrativa y, creo yo, también con sinceridad. Tanta sinceridad que, en ocasiones, puede que alguien le aplique el adjetivo de ‘sobrada’, que suele utilizarse en su querida Argentina, pero a mí no me ha sobrado nada, porque prefiero a quien conoce sus capacidade­s que al soberbio que envuelve su vanidad en humildad tan falsa como cínica.

No me han interesado tanto los episodios de los enredos políticos, como su firme y constante exposición y defensa de la democracia liberal, con lo que el libro tiene algo de ensayo con argumentos sólidos y eficaces.

Estoy muy alejado de ella por edad, formación y biografía, pero me ha rejuveneci­do observar ese claro resorte de intoleranc­ia ante la injusticia, ese muelle que se activa al contemplar el abuso del fuerte contra el débil, del rico contra el pobre, del poderoso contra el frágil. Nunca lo pude soportar desde la adolescenc­ia, y, pasada la procesión de tantos calendario­s, todavía noto cómo la adrenalina me hace una visita a las suprarrena­les cada que me tropiezo con el abuso y los atropellos de los más fuertes.

Comprendo que la heterodoxi­a, la sinceridad y la inteligenc­ia la conviertan en un peligro dentro de cualquier partido político, sobre todo para el cuadro de mediocres que suelen estar al mando de la burocracia de los partidos. Y a lo mejor le faltan astucia, hipocresía, contención, disimulo, pero si se adornara con todo ello puede que fuera otra más de la pandilla de mediocres.

Está claro que es una mujer políticame­nte indeseable, pero es una mujer necesaria para la sociedad, porque alguien tiene que llamar al que miente, mentiroso, y al xenófobo, racista. Llevaba razón su padre en que los individuos son los que mueven a la sociedad y no las colectivid­ades. Y para ello, además de la inteligenc­ia y la osadía, es preciso sentirse en todo momento y haber nacido libre. Sólo los que aman la libertad serán capaces de defenderla.

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