ABC (1ª Edición)

El último vestigio de la Guerra Fría

Kim Jong-un Líder supremo de la República Democrátic­a Popular de Corea ▶ Tan misterioso como la hermética Corea del Norte, este hijo y nieto de dictadores se aferra a sus bombas atómicas para perpetuar un régimen anacrónico

- PABLO M. DÍEZ CORRESPONS­AL EN PEKÍN

Si hubiera que ponerle una fotografía a la definición de la palabra ‘dictador’ en el diccionari­o, sería sin duda la de Kim Jongun. De todos los sátrapas del planeta, el caudillo de Corea del Norte encabeza el escalafón por un autoritari­smo, una crueldad y una excentrici­dad que van más allá del estereotip­o perfecto del dictador y entran de lleno en la más grotesca de las caricatura­s. Aunque se habla y se escribe mucho sobre él, es un personaje tan misterioso como su hermético y aislado país, que se ha cerrado aún más con la pandemia.

De hecho, no se sabe ni siquiera con exactitud su fecha de nacimiento. Se sospecha que nació el 8 de enero de 1984 porque así lo reconoció su tía, Ko Yong-suk, en una entrevista con ‘The Washington Post’ casi dos décadas después de desertar a Estados Unidos con ayuda de la CIA. De ser así, Kim Jong-un tendría 37 años, pero los expertos creen que la propaganda del régimen oculta su verdadera edad para fijar su fecha de nacimiento en 1982. De esa manera, sería 70 años más joven que su abuelo y ‘padre de la patria’, cuyo aniversari­o se celebra el 15 de abril bajo el nombre del ‘Día del Sol’. De igual modo, el aniversari­o de su padre, el ‘Querido Líder’ Kim Jong-il, es festejado con toda la pompa que requiere la ocasión cada 16 de febrero, el ‘Día de la Estrella Brillante’. Pero no así el de Kim Jong-un, que solo fue celebrado en 2014, cuando su amigo y antigua estrella de la NBA Dennis Rodman le cantó ‘Cumpleaños feliz’ en un partido de exhibición en Pyongyang.

Como ha oído este correspons­al en sus viajes a Corea del Norte, los funcionari­os del régimen se amparan en la «humildad» de Kim Jong-un y en que «no se habla de asuntos familiares» para no desvelar su edad, que segurament­e ni siquiera ellos saben. Pero, según ha contado el propio Rodman tras visitar a su «buen amigo», parece que lleva una «vida de siete estrellas» en una playa privada al estilo de Hawái o Ibiza mientras su pueblo se las ve y se las desea para sobrevivir.

Aislado del mundo, lo mismo hace el anacrónico régimen comunista de Pyongyang aferrándos­e a su programa nuclear y a todo tipo de actividade­s ilegales para financiars­e, lo que le ha permitido llegar a su tercera generación bajo la idolatrada dinastía Kim. Como si fuera una monarquía, se trata de la única dictadura comunista hereditari­a del planeta al pasar el mando de padre a hijo.

Tras su muerte en diciembre de 2011, Kim Jong-un sucedió a su padre, Kim Jong-il. Desde octubre de 2010, cuando presidió junto a él un gran desfile militar, el ‘Joven General’ se venía perfilando como el heredero del ‘Querido Líder’, aquejado desde hacía años de graves enfermedad­es. Dentro de su ascenso en el régimen, los servicios secretos surcoreano­s sospechan que

Kim Jong-un se ganó los galones ordenando en 2010 el hundimient­o de la corbeta Cheonan, donde perecieron 46 marineros, y el bombardeo contra la isla de Yeonpyeong, que se cobró cuatro vidas.

A pesar de tomar el poder con menos de 30 años, Kim Jong-un demostró su mano dura purgando a varios altos cargos para que nada ni nadie le hicieran sombra. Entre ellos, el más destacado fue su propio tío, Jang Song-thaek, ejecutado en diciembre de 2013 tras ser acusado de corrupción a pesar de actuar a modo de regente durante los primeros compases de la sucesión. Tampoco le tembló el pulso a la hora de ordenar el asesinato de su hermanastr­o mayor, Kim Jong-nam, quien vivía exiliado en Macao. Para que no pudiera disputarle el trono, en febrero de 2017 fue envenenado en el aeropuerto de Kuala Lumpur con un potente agente químico denominado VX, una de las armas de destrucció­n masiva del arsenal norcoreano.

Ausencias prolongada­s

Como el régimen de Pyongyang se basa en la adoración a la familia Kim que alimenta la propaganda, también se especula que su hermana menor y secretaria personal, Yo-jong, puede asumir el poder cada vez que el obeso dictador desaparece de los actos oficiales durante meses. A veces sus ausencias son tan prolongada­s que los medios volvemos a publicar una y otra vez que Kim Jong-un ha muerto, para luego resucitarl­o de nuevo.

Con su salud constantem­ente vigilada por su adicción al tabaco, al alcohol y a las comidas copiosas, en sus últimas aparicione­s públicas se le ha visto más delgado y se calcula que ha perdido hasta 20 kilos. Un cambio tan notable que ha suscitado numerosos rumores, pero los servicios secretos surcoreano­s no creen que esté enfermo ni utilice un doble. A pesar de su pérdida de peso, sigue siendo el único gordo en un país donde el 40% de sus 25 millones de habitantes están desnutrido­s y, para colmo de males, la escasez de alimentos se ha agravado por el cierre de la frontera con China debido al coronaviru­s.

Como todo en Corea del Norte, la vida de Kim Jong-un es un completo enigma. Tan solo se sabe que estudió en Suiza bajo un nombre falso, se formó en la Universida­d Militar de Pyongyang y es un gran aficionado al baloncesto. Según la propaganda, habla varios idiomas, como inglés, francés y alemán, y es un prodigio de la informátic­a, la tecnología y, al igual que su padre y su abuelo, de todo en general. Casado con Ri Sol-ju, de quien tampoco se conoce su edad pero se cree que oscila entre los 32 y 36 años, tiene tres hijos. Aunque se sospecha que el primero, un varón, nació en 2010 y el último en 2017, lo único que se sabe es lo que dijo Dennis Rodman en marzo de 2013, cuando aseguró que la pareja había tenido una niña llamada Juae. En su juventud, Ri Sol-ju fue cantante de la Orquesta Unhasu y una de las animadoras del equipo norcoreano en los Juegos Asiáticos celebrados en 2005 en el Sur.

Aunque la propaganda norcoreana no le concedió el título de ‘primera dama’ hasta abril de 2018, desde entonces ha acompañado a su marido en las cumbres que ha celebrado con Trump y con el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in. Como dicho deshielo quedó finalmente estancado por la negativa de Pyongyang a renunciar a sus bombas atómicas, Kim Jong-un ha vuelto a las provocacio­nes con sus ensayos de misiles. Pero, sin cerrar la puerta al diálogo con EE.UU., lleva sin ordenar una prueba nuclear desde septiembre de 2017. Hasta entonces, había detonado tres más, que se suman a las dos de su padre dentro de su ‘diplomacia atómica’ para negociar con la Casa Blanca y disuadirla de un cambio de régimen.

Para perpetuar su anquilosad­o régimen, se calcula que Corea del Norte tiene entre 15 y 60 bombas nucleares y misiles interconti­nentales Hwasong15 que, en teoría, podrían golpear a EE.UU., pero Kim Jong-un insiste en que nunca atacará primero y son solo para defenderse. Teniendo en cuenta que sería borrado de la faz de la Tierra si se atreviera a atacar, es lo único cierto en medio de todos los misterios que le rodean. Eso, y que es el único gordo de Corea del Norte.

Como si fuera una monarquía, se trata de la única dictadura comunista hereditari­a, al pasar el mando de padre a hijo

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