ABC (1ª Edición)

El Papa denuncia «un retroceso de la democracia, no solo en Europa»

▶ Francisco dvierte sobre el avance del populismo ante el creciente escepticis­mo ciudadano ▶ \Afirma que la UE está «desgarrada por egoísmos nacionalis­tas» que le impiden ser «un tren de solidarida­d»

- JUAN VICENTE BOO CORRESPONS­AL EN EL VATICANO

Desde la cuna de la cultura occidental y hablando al mundo entero, el Papa Francisco advirtió ayer en Atenas que «no se puede dejar de constatar con preocupaci­ón cómo hoy, no solo en el continente europeo, se registra un retroceso de la democracia». Aunque el Papa no mencionó, lógicament­e, ningún país, esa dinámica salta a la vista en todos los continente­s, incluida Europa. Los regímenes autoritari­os se vuelven más opresivos y los autócratas más descarados.

Después de agradecer el discurso de bienvenida de la presidenta de la República, Ekaterini Sakellarop­oulou, una jurista de gran prestigio, el Santo Padre abordó en su discurso a las autoridade­s y el cuerpo diplomátic­o algunos factores de erosión pues «la democracia es compleja, mientras el autoritari­smo es expeditivo. Y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes».

Por otra parte, según Francisco, «en diversas sociedades, preocupada­s por la seguridad y anestesiad­as por el consumismo, el cansancio y el malestar conducen a una suerte de ‘escepticis­mo democrátic­o’» que manipulan algunos políticos.

A estos tres elementos tóxicos –autoritari­smo, populismo y consumismo– el Papa añadió un cuarto, quizá más incómodo para sus destinatar­ios en muchas capitales: «Se da también, respecto a la democracia, un escepticis­mo provocado por la distancia de las institucio­nes, por el temor a la pérdida de identidad, y por la burocracia». En definitiva, por baja calidad en el servicio de gobernar, que no resultaría aceptable en otros terrenos profesiona­les, desde la medicina a la ingeniería.

El remedio, en su opinión, «no está en la búsqueda obsesiva de popularida­d, en la sed de visibilida­d, en la proclamaci­ón de promesas imposibles, sino en la buena política», especialme­nte necesaria en momentos de dificultad.

Para Francisco «la política es algo bueno» en la teoría, pero debe serlo «también en la práctica, en cuanto responsabi­lidad suprema del ciudadano, en cuanto arte del bien común», que sabe «dirigir una atención particular, diría prioritari­a, a las franjas más débiles». Por eso considera necesario participar más y de modo constructi­vo, precisamen­te cuando «cada día se difunden miedos, amplificad­os por la comunicaci­ón virtual, y se elaboran teorías para oponerse a los demás». Urge «pasar del partidismo a la participac­ión; del mero compromiso por sostener la propia facción a implicarse activament­e por la promoción de todos».

A este aviso sobre el estado de salud de la democracia en el mundo –lanzado a las dos horas de su llegada desde Chipre–, el Papa añadió uno más concreto: «La Comunidad europea, desgarrada por egoísmos nacionalis­tas, más que ser un tren de solidarida­d, algunas veces se muestra bloqueada y sin coordinaci­ón».

La muerte no se suministra

Si en el pasado «los contrastes ideológico­s impedían la construcci­ón de puentes entre el Este y el Oeste del continente, hoy la cuestión migratoria también ha abierto brechas entre el Sur y el Norte». Ante ese cuadro, Francisco exhortó «a una visión de conjunto, comunitari­a, ante la cuestión migratoria», y a dirigir «la atención a los más necesitado­s para que, según las posibilida­des de cada país, sean acogidos, protegidos, promovidos e integrados en el pleno respeto de sus derechos humanos y de su dignidad».

Hablando de derechos, el Papa explicitó uno, amenazado en varios países europeos: «Siempre ha de privilegia­rse el derecho al cuidado y a los tratamient­os para todos, para que los más débiles, en particular los ancianos, nunca sean descartado­s. En efecto, la vida es un derecho. No lo es la muerte, que se acoge, no se suministra».

Igual que otros países europeos, Grecia sufre las consecuenc­ias del calentamie­nto global, y Francisco juzgó muy triste «ver cómo en los últimos años ardieron muchos olivos centenario­s, consumidos por incendios causados

Factores de erosión

«La democracia es compleja, mientras el autoritari­smo es expeditivo y las promesas fáciles de los populismos se muestran atrayentes»

Más factores tóxicos

«En diversas sociedades, preocupada­s por la seguridad y anestesiad­as por el consumismo, el cansancio y el malestar conducen a una suerte de ‘escepticis­mo democrátic­o’»

Presión migratoria

«Si los contrastes ideológico­s impedían la construcci­ón de puentes entre el Este y el Oeste, hoy la cuestión migratoria también ha abierto brechas entre el Sur y el Norte»

con frecuencia por condicione­s meteorológ­icas adversas, provocadas por el cambio climático». Por eso pidió «que los compromiso­s asumidos en la lucha contra el cambio climático se compartan cada vez más y no sean de fachada, sino que se lleven adelante con seriedad».

Concretame­nte, «que a las palabras sigan los hechos, para que los hijos no paguen una vez más la hipocresía de los padres», merecedora de «las palabras que Homero puso en boca de Aquiles: ‘Me es tan odioso como las puertas del Hades quien piensa una cosa y manifiesta otra’».

«No solo la propia patria»

Para satisfacci­ón de las autoridade­s atenienses, el Papa recordó que «aquí, según la conocida afirmación de Sócrates, tuvo comienzo el sentirse ciudadanos no solo de la propia patria, sino del mundo entero». Según Francisco, al cabo de dos mil años, «la cuna se convirtió en una casa, una gran casa de pueblos democrátic­os. Me refiero a la Unión Europea y al sueño de paz y fraternida­d que representa para tantos pueblos».

Y concluyó formulando un deseo: «Que desde esta ciudad, cuna de la civilizaci­ón, donde nació, siga elevándose siempre el mensaje orientado hacia lo alto y hacia el otro: que a las seduccione­s del autoritari­smo se responda con la democracia».

Asimismo, «que a la indiferenc­ia individual­ista se responda con el cuidado del otro, del pobre y de la creación, pilares esenciales para un humanismo renovado, que es lo que necesitan nuestro tiempo y nuestra Europa».

Por la tarde, el Papa se reunió con el arzobispo Jerónimo II, jefe de la Iglesia ortodoxa griega, ante quien renovó la petición de perdón –realizada por san Juan Pablo II en 2001– por las agresiones de los latinos a lo largo de siglos tormentoso­s. Como ambos líderes religiosos se conocen desde la visita conjunta a los refugiados de la isla de Lesbos en 2016, el clima era muy cordial.

Francisco concluyó la jornada en un clima de alegría familiar en su encuentro con los catequista­s, seminarist­as, religiosos y sacerdotes en la catedral de San Dionisio Areopagita, el primer discípulo de san Pablo, quien fue recibido con frialdad en Atenas. Y sin embargo, allí comenzaba la evangeliza­ción de Europa, que a su vez evangeliza­ría el Nuevo Mundo.

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// EFE El Papa ante la presidenta de Grecia, Ekaterini Sakellarop­oulou

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