ABC (1ª Edición)

Reina Vinicius, resucita Jovic

▶ El Real Madrid abre brecha en la Liga con un triunfo brillante en Anoeta, donde alcanza otro pico de fútbol ▶ El brasileño abrió el partido con una excelente jugada personal y el serbio remató el segundo. Militao, pletórico

- HUGHES

Si el Madrid fuera una firma, una rúbrica, el autógrafo de un crack, el primer y definitivo trazo sería una carrera de Vinicius, su larga carrera inaugural por la banda izquierda. Es la cuerda que arranca la sierra mecánica.

Jugaban los once de siempre. Ancelotti ha decidido que la temporada sea una caravana, una larga expedición de película en la que salen once al desierto y no se sabe cuántos llegarán.

Al conservadu­rismo alineador le sigue el conservadu­rismo táctico, y el Madrid se replegó, se juntó buscando el calor humano, cerquita de su área para salir corriendo desde allí con Vinicius y con Mendy.

El partido era rápido y disputado, la Real, con bajas y 4-4-2, quizás triangulab­a menos que otras veces, pero su fútbol siempre es bueno. La Real siempre juega bien, sin que haya un ‘relato’ para su excelencia más allá de la cantera de la Concha. Es como si de San Sebastián no pudiera salir (monstruosi­dades políticas aparte) nada que no fuera bien trazado, bien diseñado, hermoso y dulcemente burgués.

En el fútbol hay una verdad que Ancelotti ha decidido desoír: o rotas o te rotan, y en el minuto 17, Benzema se bajó de su caballo, hincó una rodilla en el suelo y afectando un dolor de tipo muscular pidió el cambio. Salió del partido y entró Jovic, y el contraste se sintió como un anuncio de la llegada del general invierno.

El Madrid, huérfano de sus cracks nominales, sin él, sin Hazard, sin Bale, consistirí­a ya en las carreras de Rodrygo, Vinicius y Mendy, no siempre del todo coordinado­s. Ahora que Vinicius ha roto a fenómeno (cada media hora saca una amarilla a un marcador) se echa de menos poder verle más en situacione­s de aclarado, en esos uno contra uno que Cruyff le fabricaba

La lesión de Benzema fue la única nota negativa del Madrid; se retiró en la primera parte con molestias musculares

al extremo de turno. Cuando no tiene que acarrerar mucho la pelota, por partir de muy atrás, se la dan ‘sucia’, llena de defensas, lastrada de espacios, enturbiada. Fútbol ‘arenoso’, que diría Simeone, que algo sabe de eso. Tienen que poner a Roberto Carlos a brasileñiz­ar a Mendy.

El Madrid estaba más bien tapado, y el fragor del partido, su alta intensidad, jugaba en su favor pensando en la segunda parte. Su prudencia matizada de velocidad era una forma de ‘unocerismo’ y de seguridad. Los mejores detalles los tenían Vinicius y Oyarzabal, figuras diferencia­les del partido. El Madrid cerraba espacios construyen­do un 4-5-1 defensivo (otra virtud de Vinicius, al que no se le cae la sonrisa por defender) y Militao remataba la faena con grades aparicione­s. Cortó, llegó, salvó y cada intervenci­ón era un escorzo o una acrobacia distinta, como ampliando el catálogo postural del defensa providenci­al. Fue quizás el mejor del Madrid en la primera mitad y evitó el peligro justo antes del ay, los abortó todos.

La estrella del partido, de todos modos, no admite discusión: Vinicius. Nada más salir del vestuario en la segunda parte, recibió una pelota en su zona habitual, arrastró dos defensas hacia dentro, buscó el apoyo de Jovic y la sorpresa fue que Jovic, arrastrand­o a su vez otro central, le dio una asistencia estupenda que Vincius, ya dentro del área, en lo más caliente del área, remató con finura y agudeza de primeras, con un algo picudo, divertido, muy específico que delata su categoría extravagan­te, porque a medida que le vemos cosas, talentos, a su juventud le va saliendo algo intemporal, como si en él apareciera­n viejos extremos. Vini ya es no es un niño, es un niño-viejo, un invocador de Garrinchas y Gentos.

Vinicius abre una defensa como un matarife experto destripa un animal, con un tajo único. Aún cuesta acostumbra­rse porque no pone cara de velocidad ni de iluminado ni de rapero alegórico. En su celebració­n, de todos modos, ya apareció (¡ojo!) un movimiento sensual de caderas.

Poco después, y tras un córner peinado titánicame­nte por Casemiro, marcó Jovic metiendo la cabeza con una plasticida­d de delantero puro que era exactament­e lo que se le soñaba.

¿Qué decir de Casemiro? Estaba apercibido y supo jugar al límite de la falta e incluso de la protesta. En un diálogo terco con Gil Manzano, Modric se acercó a aplacarlo por si acaso. Ese mediocampo es, también, una combinació­n de temperamen­tos.

Los minutos madridista­s tuvieron aroma de campeonato, de hegemonía, se iba adensando su juego, su estado, la forma de sus hombres, dibujándos­e el círculo virtuoso que todo lo potencia.

En el 65, Camavinga entró por Casemiro, y redoblaron los tambores del aficionado: era importantí­simo (el cronista levantaba la vista del teclado). Absolutame­nte nada impide que Camavinga juegue ahí. El Madrid volvió a alcanzar un pico de juego. Ancelotti hace andar a los cojos, hablar a los mudos… A su ceja sanadora le queda Hazard para ser Lourdes.

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// EFE Ancelotti observa a Benzema salir lesionado en San Sebastián

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