ABC (1ª Edición)

Xavi tampoco sirve para el Barça

▶ Los catalanes, pese a los intentos del nuevo técnico por cambiar la imagen, también caen en casa ante el Betis

- SALVADOR SOSTRES

«Hay más fútbol en los saques de banda de Xavi que en toda la era Koeman», dicen algunos que saben de fútbol y yo respeto. Les respeto de verdad. Pero confieso que me cuesta ver estos detalles y ser abiertamen­te optimista con el nuevo entrenador. Me gusta Xavi, me gustan los centrocamp­istas, normalment­e leen bien el fútbol e incluso los cicateros son buenos entrenador­es, pero yo veo a un Barça muy débil, muy envuelto en sus demonios y que se deshace con este entrenador lo mismo que con el anterior. Mis amigos más guardiolis­tas –que suelen ser los más independen­tistas– dicen que seguro que esta aventura acabará bien. Con Pep acertaron y con Cataluña, no. Me parece que era la misma fe y por los mismos motivos. Xavi no es tan comediante como Pep, aunque no sé si tan bueno. Lo que sí sé es que no se ha encontrado aquella auténtica joyería del fútbol que Pep se encontró a su llegada, y que elevó su inteligenc­ia a mito. Y de momento los resultados se parecen más a Waterloo que a Wembley.

El partido empezó como siempre, con el Barcelona queriendo hacer pero sin lograrlo, y la horrenda novedad de Coutinho en la titularida­d. Coutinho es un jugador terrible, carísimo y vulgar, con un nombre y un prestigio que nada tienen que ver con su realidad. Más que un jugador del fútbol del Barça, parece un repartidor de Glovo del balón. En defensa, el equipo era una versión de Isla Maldita, el pasaje del terror de Port Aventura. O sea, de susto en susto, y en cada esquina. Lamentable zaga, estrepitos­a fragilidad. Tal vez lo de Xavi funcione a la larga, pero de momento damos la imagen de ser un equipo pequeño, vulnerable y de una gran mediocrida­d. ¿Algún detalle técnico? Puede ser, pero más onanista que otra cosa. Un equipo con Lenglet, Coutinho y Dest en el once inicial —por encomiable que sea que Xavi quiera recuperar a gente para la causa— es un equipo condenado a no hacer nada importante. Qué malo es Lenglet. Qué insulto a Francia.

Penoso partido ya desde el principio, por mucho que algunos comentaris­tas dijeran que tenía ritmo. ¿Qué ritmo? El ritmo de la incapacida­d. Poquísima cosa, pobrísimo pacto con la realidad, un Barça de clase media conformada, de culebrón y butaca y sueldo de funcionari­o. Con lo que fuimos. Qué humillació­n. Qué porquería de fútbol. Qué ganas de no decir la verdad. Si esto es todo lo que sabemos hacer, vale más que nos empiece a gustar el balonmano.

Riqui Puig, nada de nada

Se agravó la calamidad cuando Gavi, lesionado, fue sustituido por Riqui Puig, este imberbe revoltoso de barrio rico con más peinado que talento y más ganas de hacer el fantasma en los campos de golf que de ganarse la vida como futbolista. Koeman no se equivocaba con él. De hecho, Xavi tampoco. Pero en su empeño por incluir a todos,

Laporta tendrá que hacer algo más serio, y más valiente, si no quiere que su segunda presidenci­a se recuerde como un fracaso

como si fuera un Cottolengo, sacó hasta este pijoteras de Matadepera, haciéndose el quién sabe qué a cambio de nada. Yo no entiendo mucho de saques de banda, pero este fútbol es tristísimo, deprimente, no sabe a nada, no persigue nada, no tiene ninguna poderosa idea detrás que lo empuje. Xavi es Xavi y yo le agradezco el fútbol que nos dio. Y no es que niegue que pueda hacer algo parecido como entrenador. Lo que digo es que de momento no hay nada.

La segunda parte empezó igual, más de lo mismo, más rendición, más ataques inconexos, más destellos, Dembélé creando mucho y logrando poco, todo en este ambiente de posgloria, mortecino, que parece que sí pero porque tienes ganas de que te lo parezca, y al final no es nada. Es cierto que el Barcelona ahogaba al Betis en su campo, pero en cada contra los andaluces creaban un peligro que no guardaba proporción con una defensa ya no ordenada, sino decente. Las ganas estaban, pero no tienen nada que ver con el talento, y todavía era más sangrante ver el esfuerzo sin los resultados. Un signo inequívoco de la impotencia era lo enfadado que Xavi estaba con el cuarto árbitro. Son estos perdedores de provincia –y Tarrasa es un clarísimo ‘backgarden’– que se quejan de lo que no hay porque lo que hay no pueden alcanzarlo.

Y en el 79 pasó lo que tenía que pasar, lo justo, lo equitativo, lo que el Barça merece, lo que merece tanta teoría barata e infundada. El Betis tuvo una y la metió. Y la metió sin comedia, sin farsa, hasta sin mérito, aprovechán­dose de la increíble vulgaridad del contrario, que se deshizo una vez más como tantas otras. Esta es la historia del Barça de Xavi, esta es la historia de los relatos creados por encima de la realidad, de los mitos falsos, de las promesas sin demostrar. Derrota moral y a domicilio, para subrayar la impotencia y la farsa.

Yo quiero –y mucho– a Jan Laporta. Y le conozco. Sé que Xavi nunca fue su entrenador, y que ante el desplome de Koeman no tuvo más remedio que ceder y ficharlo. Tendrá que hacer algo más serio, y más valiente, si no quiere que su segunda presidenci­a se recuerde como un fracaso.

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// EFE Juanmi supera a Ter Stegen en el único tanto de la tarde en el Camp Nou

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