ABC (1ª Edición)

El campo chileno, protagonis­ta de un cambio

- POR ANDRÉS MONTERO ANDRÉS MONTERO

En un par de semanas los chilenos definirán en las urnas quién los gobernará por los próximos cuatro años. Se presenta un joven de 35 años llamado Gabriel Boric, sin título universita­rio, socio en sus propuestas con el partido comunista y amante de los regímenes cubano y venezolano. Aglutina a aquellos miembros de la sociedad chilena, que siguen hablando de la ‘dictadura’ que terminó hace 32 años. También los une su devoción por un Estado grande y poderoso, por educación, salud y vivienda gratis y conceptos tales como plurinacio­nalidad y Estado de bienestar. Sus equipos asesores prometen más impuestos, más salarios y también terminar con el rodeo chileno, deporte nacional de masivo arraigo en el mundo rural. Boric, nunca ha trabajado en algo concreto, es un eterno dirigente y político ajeno al mundo real. Vive de consignas, evade responder preguntas técnicas y cambia de opinión según las circunstan­cias. Encanta a jóvenes idealistas que se han quedado en la adolescenc­ia sin producir, ni pagar impuestos, ni hacer familia. Aglutina a rupturista­s, okupas, sindicalis­tas perpetuos y a todos aquellos que sueñan con un mundo ideal, pero sin sacrificio real ni con mayor apego a la patria. Su rival es José Antonio Kast, un abogado de 55 años, exdiputado y padre de 8 hijos, quien aspira a un Chile libre, a un Estado pequeño, a recuperar las nobles tradicione­s y a un país unitario en el que los chilenos vivan de nuevo en paz. Como es la tónica mundial, la prensa ha tildado desde siempre a Kast como ultraderec­hista e incluso lo llaman fascista, sin entender muchos qué es lo que ese término significa. En las elecciones presidenci­ales anteriores, Kast obtuvo algo menos del 8% de los votos. Nunca imaginó la izquierda dura que el trabajo consistent­e de Kast y su buen trato, llevaría a tantos a votar por él cuatro años después. Los habitantes del campo chileno se han volcado mayoritari­amente en favor del candidato Kast, especialme­nte las regiones en donde los terrorista­s y narcotrafi­cantes han infiltrado a los habitantes de origen mapuche en la Araucanía. La izquierda está nerviosa pues podría perder unas elecciones que pensaba tener en el bolsillo. El chileno común se aburrió de la delincuenc­ia, de la falta de respeto por la Policía y de la pérdida de identidad nacional. Chile está enfrentado a un dilema crucial: o triunfa un candidato socio de los comunistas, o se inclina la mayoría por un experiment­ado político, dispuesto a dialogar y que ha demostrado mucha consistenc­ia en su discurso. Las elecciones sin duda serán reñidas, en medio de un proceso de redacción de una nueva Constituci­ón, cuyo texto será plebiscita­do en un momento todavía indefinido. La mayoría de quienes viven y producen en el mundo rural están esperanzad­os de que José Antonio Kast defenderá las tradicione­s, la propiedad privada y en definitiva hará de Chile un mejor país. Chile, históricam­ente considerad­o un país minero, poco a poco se transforma de nuevo en un país agrícola no solo en la producción sino también en las urnas.

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