El pecio de un buhonero púnico que sobrevivió a la dinamita
Constatan que El Sec mantiene gran interés científico pese a los explosivos empleados en los años 70 y al expolio El enorme navío, que transportaba todo tipo de mercancías, se hundió en el siglo IV a. C. en aguas de Mallorca
«Los militares reventaron la costura más superficial del túmulo, pero por suerte no dañaron los niveles enterrados bajo la arena»
Cerámicas, cuentas de collar, monedas, piedras de molino, objetos metálicos… Si hallazgos así son relevantes en cualquier pecio, aún destacan más en El Sec, el barco púnico que se hundió a mediados del siglo IV a.C. en Calvià (Palma de Mallorca). Hacía años que este antiguo mercante estaba borrado de la lista de cualquier arqueólogo subacuático como lugar de interés. «Se pensaba que allí no quedaba nada», afirma Carlos de Juan, codirector junto a Agustín Diez Castillo y Sebastià Munar del proyecto de la Universidad de Valencia que investiga de nuevo los restos del antiguo navío, en colaboración con el Consejo Insular de Mallorca y con el apoyo del Institute of Nautical Archaeology de Texas.
Descubierto a finales de los años 60 después de la aparición de numerosas piezas extraídas por excavadores clandestinos, El Sec fue abordado a primeros de los 70 con urgencia, pocos medios y sin buceadores con formación arqueológica. Se recuperaron centenares de piezas, pero con métodos expeditivos hoy impensables. Parte del cargamento se había concrecionado en el centro del barco formando una especie de arrecife, un montículo, y la Armada utilizó explosivos para seccionar el túmulo y acelerar el proceso de extracción. «Desde los años 70 no habían vuelto a bajar arqueólogos al Sec, que siguió sufriendo saqueos», relata De Juan al explicar la mala fama que se había granjeado el pecio.
Un buceador que visitó el lugar en 2012 se puso en contacto con este arqueólogo subacuático experto en arquitectura naval. Había visto unas maderas, le dijo. Aquel comentario fue el detonante del proyecto de reexcavación de El Sec ahora en curso. Tras comprobar en 2019 que quedaban restos interesantes, se organizaron dos campañas
arqueológicas. «En la primera inspeccionamos la zona excavada en los 70 y otras que solo habían sido expoliadas superficialmente. Aparecían materiales de la arquitectura del barco, así como piezas de vajillas griegas y púnicas, apliques de mobiliario en marfil o cuentas de collar de la carga. Nos encontrábamos ante un escenario diferente al que se creía. Los militares reventaron la costura más superficial del túmulo, pero por suerte no dañaron los niveles enterrados bajo la arena», explica De Juan. La última campaña, en la que han participado una decena de arqueólogos de la Universidad de Valencia y de Mallorca, junto con Deborah Carlson, presidenta del INA de Texas, «ha confirmado que en El Sec, a pesar de haber sufrido lo indecible, cuando se vuelve y se relee en conjunto somos capaces de extraer información histórica de gran interés», resume el codirector del proyecto.
Un mercante escoltado
El Sec fue un gran navío púnico procedente de Cartago o Sicilia que se dirigiría a la Península Ibérica cargado con toda clase de mercancías cuando naufragó en aguas de Mallorca, probablemente a causa de algún temporal. De Juan lo describe como «un enorme buhonero», un colosal ultramarinos flotante que transportaba piedras de molino, especias –hasta ahora no se había visto pero un estudio muestra que comerciaba cilantro–, cuentas de collar a granel para confeccionar joyas, vino, aceite, cerámicas, lucernas, vasijas de cobre y un largo etcétera. Han hallado una moneda, la primera que se encuentra en El Sec, e incluso un cargamento de minerales. «Hemos descubierto que llevaba mineral en bruto, posiblemente carbón vegetal, que no habíamos visto nunca en un pecio», indica el arqueólogo. El depósito de glandes de honda que han encontrado muestra además que el mercante debía de llevar un pequeño cuerpo armado a bordo para su protección. Estas piezas de plomo eran usadas por los honderos como proyectiles y se han hallado además otras armas, como fragmentos de flecha.
El estudio de su arquitectura naval indica que se trataba de un barco de unos 30 metros de eslora por ocho de manga. «El espesor de las maderas duplica valores de la época romana», apunta De Juan, que lo relaciona con «uno de esos grandes buques que se describen en las fuentes clásicas». Una
inscripción en el puerto de la isla griega de Tasos (s. III a. C.) habla de barcos de más de 130 toneladas de carga y el escritor griego Ateneo describió la colosal nave de Hieron II de Siracusa, que se construyó con la ayuda de Arquímedes en el siglo III a. C., con capacidad para 2.000 toneladas de grano. Una cifra excepcional. Los arqueólogos han desenterrado un lienzo de la zona lateral de la cubierta, una parte que normalmente no se conserva de un barco y que hace de El Sec un yacimiento aún más interesante. El codirector de las excavaciones comenta que «hay muy pocos pecios del siglo IV a. C. y pocos en general con un lateral».
Sus trabajos, con medios más avanzados y moderna metodología, está ofreciendo nuevas lecturas a los materiales que se estudiaron hace cincuenta años. También está corrigiendo algunos errores de interpretación.
Por el tono negruzco de los restos, en los años 70 creyeron que el barco naufragó debido a un incendio, pero ahora se sabe que está causado por la falta de oxígeno y la descomposición de hojas sueltas de una planta marina, la Posidonia oceánica. Lo más probable es que naufragara por un temporal. El estudio con carbono 14 de almendras y avellanas que se han hallado permitirá acotar mejor la fecha del hundimiento de El Sec.
El proyecto se planteó inicialmente para dos campañas, pero queda «muchísimo trabajo» por hacer, a juicio de De Juan. «El estudio de materiales muy diversos y juntos en un mismo pecio va a permitir afinar dataciones y exportar esta información a otras investigaciones», señala convencido de que «el interés de este pecio es enorme», De ahí que el plan sea «continuar el año siguiente y por muchos más». El Sec, asegura De Juan, «vale la pena»