Lenguaje de cartón piedra
Esto es lo que ocurre cuando un grupo de escritores discute bajo qué alfombra esconder las palabras cuando ofenden
Cinco escritores comparten cena. Ninguno se parece al otro. No piensan lo mismo, no opinan lo mismo, ni siquiera puede decirse que sus personajes se parezcan. No tienen nada en común, excepto el oficio. Repartidos por el azar que gobierna los asientos asignados en las comidas y los billetes de avión, acaban sentándose de aquella manera. Lo que comienza con el mordisco tímido a una cuña de queso, acaba en el arca de Noé. Se quitan la palabra unos a otros, se emplean a fondo en la gimnasia de los argumentos.
Todo empezó cuando un traductor se preguntó qué hacer con traducciones de Amanda Gorman. ¿Quién debe interpretar en otro idioma a una mujer negra? ¿Otra mujer negra?, como sugirió la poeta norteamericana. Los clavos de la mesa resintieron la palabra negra y las patas empezaron a moverse. «Ahora se dice afroamericana», puntualiza otro. «Pero es que la palabra ‘nigger’ es ofensiva sólo en inglés. No tenemos por qué dejar de usarla». El episodio abre las costuras del saco: cómo leer ‘Huckleberry Finn’, el cambio de título de los ‘Diez negritos’, de Agatha Christie, qué hacer con una prosa amatoria de Neruda que esconde una violación. El debate descarrila y los escritores dan brazadas en ese pantano que resulta imposible atravesar sin hundirse del todo: el lenguaje.
Los cinco discuten sobre las palabras. Intentan colegiar una respuesta sobre si hay que corregirlas, repararlas o rejuvenecerlas. Qué hacer con ellas cuando ofenden, debajo de qué alfombra hay que esconder su significado. Una parte de la mesa opina que debe añadirse una nota explicativa sobre el uso peyorativo de tal o cual expresión; la otra, todo lo contrario. Medio restaurante ya se ha dado la vuelta para entender a qué dedican tanta energía. Si escribir es oponerse al mundo, y en ocasiones el clima de la época y los poderes que lo constituyen se empeñan en usar un lenguaje de cartón piedra, alguien tendrá que romperlo en pedazos, ¿no? Y justo por eso, porque se trata de las palabras, conviene discutir sobre ellas. Sin embargo, la lista de libros censurados crece, como una lista de la compra.