Las costuras
A la izquierda americana le empiezan a quedar muy estrechas las costuras constitucionales
Era previsible, y estaba en el interés de la izquierda americana que así ocurriera, que el fallo de la Corte Suprema anulando el Roe contra Wade se interpretara mundialmente como un dramático ‘no al aborto’, olvidando que la primera vida que protege es la de la Constitución americana. A menudo, las luchas políticas y constitucionales de allí nos llegan envueltas y ocultas en las llamadas guerras culturales.
Anular el ‘Roe contra Wade’ no es exactamente impedir el aborto. Podrán seguir abortando, pero será si lo quiere la gente. La Corte Suprema decidió que ese fallo había ido muy lejos en una dirección contraria a la Constitución americana, a la que jueces le hacían nacer derechos nuevos usurpando el poder de los estados. No se trata de minucias federalistas, sino de quién debe decidir. ‘Roe’ convertía al juez en legislador por encima de los representantes del pueblo. Así, una minoría o élite impone y ha ido imponiendo al pueblo su ideología o religión particular (en el aborto, la postura religiosa no es exactamente la del ‘no’).
Tampoco interesa decir en alto que a la izquierda americana le empiezan a quedar muy estrechas las costuras constitucionales, y que tiene su propia idea de los ‘checks and balances’: al Ejecutivo lo tuvo maniatado, al Legislativo sometido al juez progresista omnipotente y la Corte Suprema rodeada y amenazada en cuanto se separa de su credo ideológico, uno de cuyos dogmas dice que toda ‘victoria’ de la izquierda es irreversible, y cualquier intento de revertirla causa de legítima violencia. Sirva de ejemplo el juez Kavanaugh, al que hace poco intentaban matar después de haberlo intentado civilmente.
La izquierda americana decreta el histerismo para calentar a sus poco motivadas bases ante las elecciones del ‘midterm’ y el histerismo se propaga de manera instantánea, en minutos, a toda la vida política occidental (enternecedor ver a los opinadores de aquí, con el panzón lleno, imitando las convulsiones ‘woke’), lo que hace aun más evidente nuestra condición de siervos políticos, militares, energéticos e ideológicos de la oligarquía que manda en EE.UU.