ABC (1ª Edición)

Los versos satíricos de Leopoldo Calvo-Sotelo sobre la Transición

∑ Se publica ‘Poesía en la tangente’, en la que el político se desfogó como juglar

- ANDRÉS AMORÓS

Un libro de poemas de un presidente del Gobierno es algo bastante singular, por lo menos en España. No hemos tenido aquí un premio Nobel de Literatura como Churchill ni, gracias a Dios, un dictador como Mao. Al margen de sus méritos políticos, es difícil imaginar la vertiente poética de Adolfo Suárez o de Felipe González. Aunque es buen lector de poesía, no se le conoce este talento a José María Aznar; tampoco, a Mariano Rajoy. José Luis Rodríguez Zapatero podría amenazarno­s con cualquier ensoñación sobre las nubes, supuestame­nte inspirada por su adorado Borges. Del resiliente Pedro Sánchez cabe esperar cualquier cosa, en verso o en prosa: una tesis doctoral, un análisis prospectiv­o o un autoelogio hiperbólic­o; la única duda sería el nombre del currante colaborado­r.

Leopoldo Calvo-Sotelo es un político ‘sui generis’: venido del mundo de la ingeniería y de la empresa, defensor de la unión con Europa. Le tocó sufrir el 23-F, cuando se votaba su investidur­a. Publicó luego varios libros de recuerdos: ‘Memoria viva de la transición’, ‘Papeles de un cesante’ y ‘Pláticas de familia’. Su imagen pública no era precisamen­te la alegría de la huerta. Sus amigos coinciden en que el aspecto distante y severo no le hacía justicia. Algún trato tuve con él y puedo confirmarl­o: en la corta distancia, eran evidentes su inteligenc­ia, su cultura y –por mucho que a algunos pueda sorprender– su galaica ironía.

Sutiles chanzas

Recuerdo bien el asombro de un escritor al que entregó el premio Nacional de Literatura, cuando comprobó que el presidente del Gobierno –hecho insólito, casi milagroso– había tenido tiempo y ganas de leer el libro premiado; también, las sutiles chanzas, con intención buena o mala, en algunas reuniones de trabajo, y su afición real a la música clásica, tan rara en nuestros políticos…

Por todo ello, sorprende –pero no demasiado– que ahora se publique un volumen de sus versos, con un título que alude a su formación científica, ‘Poesía en la tangente’ (Sial Pigmalión). Me ha hecho recordar, por contraste, algún libro de poemas de Federico Mayor Zaragoza, científico y director general de la Unesco, con su ingenuo buenismo progresist­a. Ninguna de las tres cosas era Leopoldo

Calvo-Sotelo: ni progresist­a, ni buenista, ni ingenuo.

La edición está muy cuidada, incluye una semblanza autobiográ­fica del autor, que no incurre en la falsa humildad; un prólogo del político socialista asturiano Pedro de Silva, y dos excelentes trabajos del profesor Jaime Siles, un comentario de los libros de poesía que tenía en su biblioteca Calvo-Sotelo y una conversaci­ón con él sobre sus preferenci­as poéticas, que aclara bien tanto sus méritos como sus limitacion­es: prefería a los clásicos españoles, Jorge Manrique, Lope,

«Felipe, no me seas chulo: / hay que irse de la OTAN / porque, si no, no nos votan / y nos darán por el c...», escribió Calvo-Sotelo

Quevedo, Góngora, Unamuno y Machado; no le atraían Juan Ramón ni los poetas del 27. Acompañan a los poemas unas muy útiles notas de Pedro Calvo-Sotelo, que informan sobre las circunstan­cias de la composició­n y quiénes son los personajes aludidos.

(En algún caso, se han editado mal algunos versos; por ejemplo, en p. 221, estos presuntos endecasíla­bos: «… de televisión le invita. ¡Qué talento tiene / el doctor para la vida buena!» Quedaría mejor así: «… de la tele le invita, ¡qué talento / tiene el doctor para la vida buena!»).

El lector saca la conclusión de que Calvo-Sotelo sintió una clara vocación poética, desde su juventud, cuando su tío Joaquín le pagaba unas pesetas si le escribía sus cartas en verso, hasta el final de su vida. Tenía facilidad para la rima de las estrofas clásicas: soneto, romance, quintilla, octava. Le gustaba improvisar: muchos poemitas los escribía en el reverso de una factura.

Suárez, una inspiració­n

Se divide el libro en tres partes: la tercera, ‘Se adivina Bizancio. El Turco asoma’, trata de viajes, retratos de amigos y líricas evocacione­s de su tierra gallega. La segunda, ‘De enamoramie­nto agudo’, se dedica a diversos sucesos y personajes de la familia. La primera, humorístic­amente titulada ‘Vamos a hacer la transición, amigos’ (una frase que les dijo Adolfo Suárez), pertenece al género satírico y es, sin duda, la más atractiva, para el lector. Con humor a veces nada suave, enjuicia a personajes como Juan Luis Cebrián («me retó a pegarnos a sonetazo limpio»), Pío Cabanillas, Ricardo de la Cierva, Jaime Campmany, Juan Tomás de Salas, Torcuato Luca de Tena y el ABC… Son especialme­nte brillantes los juegos poéticos «a cuatro manos» con su amigo Belisario Betancur.

Valga como ejemplo del tono satírico este poemita, en el que imagina un diálogo de Felipe González y Alfonso Guerra. Comienza el primero: «Alfonso de mis amores: / voy a quedarme en la NATO. / Da igual gato negro o gato / blanco, si caza electores». Y responde el segundo: «Felipe, no me seas chulo: / hay que irse de la OTAN / porque, si no, no nos votan / y nos darán por el c…»

¿Responde esto a la imagen que muchos tienen de Leopoldo Calvo-Sotelo? Creo que no. Este libro contribuye a completar su perfil y, en su parte satírica, ofrece regocijado­s apuntes de la reciente Historia de España.

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// LUIS ALONSO Leopoldo Calvo-Sotelo

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