Morante, surrealista y más allá
∑El sevillano sale a hombros con Joselito Adame en la celebración del cumpleaños de El Cordobés
Por si fuera poco ver anunciados a El Cordobés y a Morante en el mismo cartel, verlos apagar las velas de la tarta de cumpleaños del primero en el ecuador de la corrida entra de lleno en el surrealismo. Sobrepasar lo real impulsando lo irracional. Así de simple, así de complicado al mismo tiempo. ¿Desconcertante, provocador? No, una corrida de toros imprevisible de principio a fin. Con la narración rota, complicado seguir un orden cronológico.
Buñuel en estado puro. El sordo de Calanda lo hubiera firmado, como ‘El perro andaluz’, el del ojo y la cuchilla, ¿recuerdan?, pero en una plaza de toros más parecida a una nave espacial en donde los sonidos se convierten en estruendo con quince charangas sonando a la vez y muy cargadas de bombo.
El Cordobés llevaba unos años sin venir a Burgos, trece salidas a hombros le avalan como trece tartas con sus velas. Aquí, bueno en la vieja plaza, celebró temporada a temporada la efeméride. De El Cordobés con sus cosas pasábamos a Morante con las suyas, poca broma, que para el recuerdo queda la faena al segundo, y detrás el mexicano Adame sin renunciar a nada. Los dos últimos se fueron en volandas.
El pastel
Para que nada faltara, mediado el festejo, los peñistas con el pastel y el ¡feliz, feliz en tu día, amiguito que Dios te bendiga…! Quién da más.
El Cordobés echó mano de todos los resortes de sus mejores tiempos. Conectado siempre con el público, se fue a brindar faena del primero al operario de la tablilla que el día anterior se libró de milagro de una cogida. Allí lo besuqueó como anticipo de una faena templadita, eso sí, pero también despegadilla, que no era cosa a estas alturas de jugarse la tarde. El de Bañuelos, una réplica de aquellos torillos que adornaban las televisiones en los sesenta, tapete incluido, fue un santo y El Cordobés así lo trató, con suma delicadeza, aunque también llegaron los cabezazos, los cara a cara con las peñas, y tal. Estocada rinconera y la primera oreja, incluso con petición de la segunda.
¿De Bañuelos o buñuelos?
De los 465 a los 570 kilos. Un señor mayor parecía el segundo, eso sí, sin estridencias en la cara. A la verónica lo recibió Morante, a la vez que muchos se preguntaban, ¿de Bañuelos o buñuelos? De cualquier forma, Morante se lo comió entero, aunque el azúcar lo puso el de La Puebla. El toro bueno, con alguna cosilla que quedó en nada en cuanto Morante le pudo de principio a fin. Ajustado, con mando, y torerísimo a izquierdas. Y suave, casi tenue, en el final a derechas tras una inspirada sucesión de molinetes. Una faena para el regusto, que fue seguida con pasión, a más siempre hasta la victoria en una estocada, que también se fue al rincón, no sé si de Ordóñez, porque las dos orejas sí fueron reales.
Venía Joselito Adame a sustituir a Cayetano, y el mexicano no quiso ser el convidado de piedra en la tarde de tanto reencuentro surrealista. Un apretado quite con el capote a la espalda fue su declaración de intenciones. El tercero embestía con chispa y en los medios lo recibió aguerrido con la muleta. El astado buscó demasiado pronto la querencia, y Adame acertó a sujetarlo, primero con la mano izquierda en los medios y después, ya en el tercio, en una faena más vistosa que profunda que llevaba camino de ser recompensada hasta que tras una estocada contraria se le atascó el descabello.
El cuarto, más serio y de peor condición, aunque sin maldad, le permitió a El Cordobés apuntar lo suyo. Se acobardó el toro y se decepcionó el torero, que no pudo corresponder al detalle de la tarta. Ni entrar a matar siquiera.
Sabor añejo tuvo el comienzo de faena de Morante al quinto. Poderoso rodilla en tierra y valentísimo al natural en los medios sin importarle las cortas embestidas ni las tarascadas. Se empeñó, lo hizo pasar, y cerca. Por la faja le rozaron los pitones en una labor de entrega, con el sello de Morante. Qué fácil lo hizo, lo que el toro no era. Como el triunfo, que se esfumó tras media y un descabello.
Adame no quiso dejarse nada en el tintero en el último. Airoso y variado con el capote dejó las espadas en alto ante el último tercio que se presumía intenso. Estatuarios para abrir tercio. Buen toro, encastado, y torero firme, confiado, valeroso y hasta explosivo por momentos. Había que matarlo y se tiró a morir. Estocada, orejas y a hombros por la puerta grande con Morante, que no es mal compañero.