ABC (1ª Edición)

Maravilla Locomía

Había ya un lugar en la historia del pop para el grupo. Ahora hay que hacerle un hueco a su leyenda

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El documental ‘Locomía’ (Movistar Plus+) es una maravilla que eleva el grupo a una categoría distinta: a grupo de culto. Hay por los menos tres Locomías. Uno es el del propio documental, los comentario­s en clave comisarial de lo LGTBI y la ‘modernizac­ión’ socialista de España que intentan darle un sentido al grupo como contribuid­ores netos al ‘progreso’. Al final parecen decir: bueno, aportaron algo, populariza­ron el amaneramie­nto y ser raro.

Esto no nos interesa. Locomía se justifica en sí mismo, en el candor de sus miembros más locomotric­es y en la lucha de egos, qué dos egos, implicados: el del creador conceptual y el del productor musical. El primero, Xavier Font, es arrollador y se apodera del documental. Aparece con el cráneo tatuado del gurú inmoralist­a, como Coto Matamoros, y expone muy pronto sus propósitos: «Tenía la necesidad imperativa de tener tribu porque soy dominante». Lo que creó fue un grupo-harén-comuna-familia-manada-clan, un movimiento o tribu urbana al que él, «patriarca», iba añadiendo nuevas conquistas pese a tener «pareja doble». Lo que él llama ‘dragones’. En ellos proyectó su imagen: mitad derviches, mitad caballeros del zodiaco, con botas de Stalingrad cowboys, abanicos y hombreras exageradas, como patrones escapados del diseño, y un maletín homenaje al dinero de entonces. Este Locomía ibicenco y amoroso creado por Font («El Darth Vader de Locomía») fue seguido del Locomía musical y comercial ideado por José Luis Gil (la serpiente), que se las trae también, una cosa entre Parchís y el House con repertorio digno de revisión: su famoso éxito (Moda, Ibiza, Locomía), una canción dedicada a la Perestroik­a («Gorbachov es desarmar, Gorbachov sabe mandar»), otra de inspiració­n japonesa digna de Martes y Trece («Taro fuji moto kawasaki») y una ‘Rumba, Samba, Mambo’ con mucha miga («You can change my sex»).

Llegó a haber en el mundo dos Locomías, como en una contienda dinástica, y Font, genio del mal, sublevó a las motorizada­s fans mexicanas contra el Locomía 2.

Había ya un lugar en la historia del pop para Locomía. Ahora hay que hacerle un hueco a su leyenda.

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