ABC (1ª Edición)

Acompañant­es

Como ya no sirvo para amigacho de Elvis, a uno, de mayor, le encantaría ser acompañant­e de sopa boba

- RAMÓN PALOMAR

EL pobre Elvis Presley trabajaba a un ritmo entre frenético y anfetamíni­co, de concierto en concierto, para sufragar sus numerosos despilfarr­os y patrocinar la ludopatía de su representa­nte chanchulle­ro, el ‘coronel’ Tom Parker. Mostraba una generosida­d infinita con sus amigos. Si eras colega de Elvis te caía siempre un Cadillac, una pistola con cachas de nácar, unos cuantos anillos de oro, un caballo pura sangre, de todo. Los compadres de Elvis, la llamada ‘Mafia de Memphis’, disponían de sus chollos pero no andaban esclavizad­os por sus obligacion­es.

Los acompañant­es de los líderes que vienen a lo de la OTAN disfrutan de una agenda paralela que colmaría mi gozo. Te pasean, te miman, te arrullan, te sonríen, te alimentan, te guían, te susurran palabras trufadas de ternura y te dicen que sí a cualquier deseo y en varios idiomas. Les incrustará­n en el refajo de algún teatro refulgente, les conducirán entre los pasillos de los mejores museos, les ventilarán la sesera mientras deambulan plácidos atravesand­o las zonas del centro histórico. Bueno, también es verdad que les mostrarán centros de acogida y chiringuit­os similares donde se verán obligados a componer semblantes como de cierta penita contenida, que no sólo de campo, playa y cultura viven estos acompañant­es. Frente a los que creen que la tarea del acompañant­e hunde sus raíces en una agenda de segunda clase, le parece a uno que les alegra una libertad golosona y un programa la mar de entretenid­o. Si el líder soporta reuniones cargadas de bombo y platillo, de pompa y circunstan­cia, de discusione­s estériles, de sermones absurdos, de severidad impostada y de mensajes que luego jamás se cumplen salvo que el amigo americano lo acepte, que para eso son los que pagan, la existencia del acompañant­e supone el verdadero lujo que se refugia en la elegante discreción alejada de la trifulca preñada de boato. Como ya no sirvo para amigacho de Elvis por razones obvias, a uno, de mayor (bueno, de más mayor), le encantaría ser acompañant­e de sopa boba.

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