Acompañantes
Como ya no sirvo para amigacho de Elvis, a uno, de mayor, le encantaría ser acompañante de sopa boba
EL pobre Elvis Presley trabajaba a un ritmo entre frenético y anfetamínico, de concierto en concierto, para sufragar sus numerosos despilfarros y patrocinar la ludopatía de su representante chanchullero, el ‘coronel’ Tom Parker. Mostraba una generosidad infinita con sus amigos. Si eras colega de Elvis te caía siempre un Cadillac, una pistola con cachas de nácar, unos cuantos anillos de oro, un caballo pura sangre, de todo. Los compadres de Elvis, la llamada ‘Mafia de Memphis’, disponían de sus chollos pero no andaban esclavizados por sus obligaciones.
Los acompañantes de los líderes que vienen a lo de la OTAN disfrutan de una agenda paralela que colmaría mi gozo. Te pasean, te miman, te arrullan, te sonríen, te alimentan, te guían, te susurran palabras trufadas de ternura y te dicen que sí a cualquier deseo y en varios idiomas. Les incrustarán en el refajo de algún teatro refulgente, les conducirán entre los pasillos de los mejores museos, les ventilarán la sesera mientras deambulan plácidos atravesando las zonas del centro histórico. Bueno, también es verdad que les mostrarán centros de acogida y chiringuitos similares donde se verán obligados a componer semblantes como de cierta penita contenida, que no sólo de campo, playa y cultura viven estos acompañantes. Frente a los que creen que la tarea del acompañante hunde sus raíces en una agenda de segunda clase, le parece a uno que les alegra una libertad golosona y un programa la mar de entretenido. Si el líder soporta reuniones cargadas de bombo y platillo, de pompa y circunstancia, de discusiones estériles, de sermones absurdos, de severidad impostada y de mensajes que luego jamás se cumplen salvo que el amigo americano lo acepte, que para eso son los que pagan, la existencia del acompañante supone el verdadero lujo que se refugia en la elegante discreción alejada de la trifulca preñada de boato. Como ya no sirvo para amigacho de Elvis por razones obvias, a uno, de mayor (bueno, de más mayor), le encantaría ser acompañante de sopa boba.