Matanza en frío
Matar –y, mucho más, matar en masa– arruina la buena digestión de los televidentes a la hora del café
FUE una matanza. A sangre fría. Llamarla de otra manera sería indigno. Y está claro que los desesperados africanos que asaltaban la valla estaban delinquiendo. Delictivamente habían entrado en territorio marroquí. Delictivamente fueron amontonados por Marruecos en sórdidos campamentos desde los cuales ser lanzados al final delito de asaltar una frontera. Y, luego, asesinados.
Con la amenaza de esos asaltos, Marruecos obtuvo siempre jugosos beneficios. Si el Gobierno español de turno paga, el ganado es retenido en el cercado. Si el Gobierno español de turno retrasa su óbolo, se le envía unos especímenes como muestra. De vez en cuando, puede que alguno muera. Pero la muerte, en una teocracia, no vale nada, absolutamente nada. Sí tiene precio al otro lado, en un país europeo, en una sociedad hecha al principio de que matar –y, mucho más, matar en masa– arruina la buena digestión de los televidentes a la hora del café.
Fue una matanza. En frío. Basta asomarse al material gráfico, a la narración de los periodistas que asistieron a la cacería a tiros de aquellos mismos a quienes se había lanzado contra la valla. Fue una matanza, pero no una sorpresa. Los gobiernos españoles llevan ya muchos años contratando a Marruecos como policía del tráfico en la frontera. Y lo que un guardia de seguridad cometa no es sólo responsabilidad suya. Lo es, sobre todo, de aquellos que le pagan el sueldo y le dan las órdenes: los sucesivos gobiernos españoles, en los últimos decenios. El actual Gobierno del PSOE y Podemos, esta vez de ahora. Y nada, absolutamente nada, exime a ambos, a Podemos como a PSOE, de explicar con la debida coherencia qué motivo los llevó a propiciar el asesinato en frío de 38 desgraciados.
¿La explicación? Oigamos hablar a Sánchez: «Si ustedes ven las imágenes, verán que la gendarmería marroquí se ha empeñado a fondo en tratar de evitar este asalto violento a la valla de Melilla. Es importante reconocer el extraordinario trabajo que están haciendo las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en Melilla, en la lucha contra la migración irregular, y también reconocer el trabajo que ha hecho el Gobierno marroquí para tratar de frenar un asalto violento que pone en cuestión nuestra propia integridad territorial».
¿La explicación? Oigamos a hablar a la tan humanitaria Irene Montero: «…». Silencio. Silencio ante cada pregunta que, en la rueda de prensa de anteayer, pedía la opinión de una ministra, dicen que ‘de igualdad’, sobre la peor matanza de la historia fronteriza en la España democrática.
No seré yo, desde luego, quien se asombre ni ofenda por la tonta redundancia de que una tiranía asesine. Pero me inquieta –me inquieta mucho– que el presidente al cual robaron los datos de su teléfono jalee el «extraordinario trabajo» de asesinar africanos. Algunos lo llamarán chantaje.