UNA CIUDAD ENTRE EL BLINDAJE Y EL DESCONCIERTO: «¿POR QUÉ NO PODEMOS IR AL PALACIO REAL?»
La Plaza Mayor fue desalojada, acordonada y convertida en aparcamiento provisional
Uno de los enclaves más turísticos de Madrid, la plaza de Oriente, con el Palacio Real al fondo, fue ayer por la tarde el epicentro del desconcierto y la confusión. Acordonada desde primera hora, los visitantes caminaban de un lado a otro intentando encontrar algún recoveco que les permitiese visitar el monumento. Misión imposible. Dentro se ultimaban los detalles de la cena de gala ofrecida por el Rey Felipe a los líderes de los 40 países que participan en la cumbre de la OTAN. Pero extranjeros, y algún local, desconocían –por difícil que parezca– que la capital es la sede del encuentro internacional. «¿Qué pasa? ¿Por qué está todo lleno de policías y no podemos entrar al Palacio Real?», preguntaron los chilenos Esteban y Jenet. La cuestión se repetía en cada esquina, acordonada por la Policía Nacional.
Hace cinco días la pareja recibió la cancelación de su visita a la que otrora fue morada de monarcas. «No sabíamos por qué la suspendían, no decían nada en el correo. Igualmente, hemos querido acercarnos por si había suerte», afirmaron tras enterarse de la cena que iba a acoger el palacio y del encuentro entre delegaciones en Ifema: «Es una pena porque es la primera vez que venimos a Madrid, pero ahora entendemos tanta policía».
Último día de viaje
Esteban y Jenet cambiaron la entrada al palacio por el callejeo por las vías empedradas del centro. Marcelo, en cambio, no sabía qué hacer. Turista procedente de Colombia estaba en la misma situación que el matrimonio, pero era su último día en la capital. «¿En ningún momento van a dejar entrar?», lanzó la pregunta a unos agentes. Un «no» rotundo fue lo que recibió de respuesta, mientras un helicóptero de la Guardia Civil sobrevolaba la zona para controlar que no se produjese ningún altercado y policías de la unidad de subsuelo revisaban por última vez las alcantarillas.
Los restaurantes del enclave fueron los únicos que se libraron del control, con las terrazas instaladas justo en el límite que marca la cinta policial. «No nos han dado, por ahora, ninguna orden. Podemos trabajar con normalidad, aunque es cierto que notamos menos gente de la habitual. No sabemos si por la cumbre o porque es un día entre semana», explicó uno de los camareros de los negocios, en la esquina con la calle de Bailén, al que solo le comunicaron la «posibilidad» de que desalojar que quitar terrazas.
Precisamente, las sillas y mesas en el exterior fueron las que retiraron los hosteleros de la Plaza Mayor a las 17 horas para que el enclave se convirtiera en un aparcamiento improvisado de los vehículos de las delegaciones internacionales. Mayor está en medio de los escenarios de las dos recepciones de la noche: en el Palacio Real, los presidentes; en el de Santa Cruz, los ministros de Defensa y Exteriores. Pero dos horas más tarde de que la orden entrase en vigor, solo diez vehículos ‘llenaban’ la plaza.
«No sabemos por qué han desalojado a las 17 horas y dos horas después hay pocos coches aparcados. Podríamos haber trabajado en las terrazas unas horas más», lamentaba Carlos Crego, responsable del restaurante El Soportal, uno de los cinco (entre ellos una cadena de comida rápida) que estaban abiertos. El viernes recibieron una carta del ayuntamiento obligando a sacar las mesas exteriores para que la zona se pudiese transformar en un parking. Los demás restaurantes, casi dos decenas, prefirieron directamente no encender sus luces. «El otro restaurante que tenemos no lo hemos abierto. Desconcierta y nos perjudica económicamente esta decisión cuando es temporada de turistas», añade.
A las 19.15 horas fue el momento en que la Policía Nacional acordonó la plaza, cerrando el interior al tránsito de personas y dejando operativos solo los soportales. Algunas de ellas decidieron quedarse tras el cordón para ver cómo más de cien turismos del parque móvil del Estado ocupaban los adoquines. Otras optaron por mostrar su malestar. «No es normal este rodeo», se quejó Andrea, en esta ocasión, madrileña. Entre desconcierto y seguridad, Madrid celebró el primer día de la cumbre de la OTAN, que se alargará hasta el jueves en una ciudad reconvertida a búnker y protegida por más de 10.000 policías y guardias civiles.
Turistas despistados
«ES UNA PENA, PORQUE ES LA PRIMERA VEZ QUE VENIMOS A MADRID, PERO AHORA ENTENDEMOS TANTA POLICÍA», DICE UNA PAREJA DE CHILENOS