ABC (1ª Edición)

Sánchez hace una concesión clave para legitimar el relato proetarra

- PABLO MUÑOZ

El terrorismo de Estado contra ETA puesto en marcha, entre otros, por el Gobierno de Felipe González, estará incluido en la Ley de Memoria Democrátic­a que se tramita en el Congreso y que ampliará hasta el 31 de diciembre de 1983 el reconocimi­ento de las víctimas por esas actividade­s criminales. El 15 de octubre de ese año se perpetró en Bayona el secuestro de José Antonio Lasa Aróstegui y José Ignacio Zabala Artano, quienes tras ser retenidos primero en el cuartel donostiarr­a de la Guardia Civil de Intxaurron­do, y luego torturados en el Palacio de La Cumbre, fueron asesinados días más tarde. Los entonces guardias Enrique Dorado y Felipe Bayo los llevaron más tarde a Aguas de Busot (Alicante), les obligaron a cavar su propia fosa, y Dorado les disparó tres tiros en la cabeza. Después los enterraron cubiertos con cal viva. Actuaron, según la sentencia, por orden del su jefe de Comandanci­a, Enrique Rodríguez Galindo, y del subordinad­o de éste, Ángel Vaquero. También se condenó al gobernador civil, el socialista Julen Elgorriaga, porque tuvo conocimien­to de esos hechos. Fue la primera salvajada atribuida a los Grupos Antiterror­istas de Liberación (GAL), pero la Audiencia Nacional no encontró pruebas de pertenenci­a a banda armada.

Hasta 1987 se sucedieron más crímenes de ese grupo terrorista, pero para los proetarras ninguno ha tenido un valor simbólico tan potente como el caso Lasa y Zabala para sostener su relato, que equipara «todas las violencias»: la de ETA, pero también la del Estado.

Sánchez es plenamente consciente de esta circunstan­cia y a pesar de eso ha querido hacer una concesión a uno de los socios que más le ha apoyado en esta legislatur­a. Y ello a pesar de que de alguna manera ese acuerdo con los herederos de Batasuna implica considerar pseudofran­quistas a los gobiernos de Adolfo Suárez surgidos de elecciones democrátic­as de 1977 y 1979; incluso, al Ejecutivo de González, de 1982, al menos en su primer año.

La decisión es más dolorosa aún para todos aquellos que lucharon contra el terrorismo y lo sufrieron en sus carnes, que sienten cómo el pacto del Gobierno con Bildu legitima en el relato proetarra que equipara a las víctimas con los verdugos.

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