«Putin está preparado para la mentira, no le importa contradecirse» Antony Beevor Historiador
El británico, que presenta ‘Rusia. Revolución y guerra civil, 1917-1921’, desgrana las mentiras de un presidente que basa su política en el terror
Cáncer
«El tratamiento contra la enfermedad va viento en popa, pienso estar en este mundo muchos años todavía»
AAntony Beevor, regenerador del ensayo y autor superventas, no lo detiene ni el Covid. Aunque acaba de superar dos semanas de convalecencia, el historiador británico sigue tan guerrero como siempre. Al otro lado de la pantalla habla rápido y claro, pues si hay algo que odia es perder el tiempo. Y, a pesar de que los tambores de guerra resuenan todavía en Europa, una tragedia que le entristece, se niega a abandonar la sonrisa durante la entrevista. Ni siquiera cuando aprovecha su condición de experto en el pasado ruso para dar un consejo a Vladímir Putin: «¿Qué le diría? Que no empiece guerras que es imposible que gane. Incluso si puede ocupar el este de Ucrania, necesitará más de medio millón de soldados para subyugar la zona de forma eficiente. E, incluso entonces, las resistencias locales le desangrarían». Ataviado con jersey de punto azul y armado con una taza en la que se atisba un poco de agua, Beevor insiste en que regala esta lección a Putin desde su conocimiento del pasado, y no porque disponga de una bola de cristal. «Es absurdo. A los historiadores siempre nos llaman para predecir lo que va a pasar, en lugar de para analizar lo que ya ha sucedido. ¡No tiene sentido!». Sabe de lo que habla; desde hace más de un siglo, los ejércitos de todo el mundo han sufrido para controlar regiones que creían afines. Le pasa al presidente de Rusia desde antes del verano con la vecina Ucrania, le ocurrió a los nazis en la Segunda Guerra Mundial en Centroeuropa y, como bien ha estudiado Beevor para su último libro –‘Rusia. Revolución y guerra civil 1917-1921’ (Crítica)– también a los bolcheviques en la primera década del siglo XX. «Es un mito que fueran aceptados por todos los pueblos», añade.
Viejos vicios
Hablar con Antony Beevor es navegar en las comparaciones históricas constantes. La conclusión tras un rato de charla es que lo que vivimos estos días no es más que la repetición de hechos pasados. A Putin, por ejemplo, lo define como un líder «aislado en su burbuja de cristal» que se niega a «escuchar a nadie que le cuente la verdad». Algo que ya le sucedió a Adolf Hitler cuando daba órdenes a ejércitos inexistentes desde el búnker de la Cancillería
al grito de que la sagrada Alemania vencería al invasor. «También se comporta igual que el ‘Führer’ en su forma de intervenir en la guerra; en cómo dirige a las tropas de una forma casi personal», añade. Y, por descontado, en su obsesión por escapar de las enfermedades. «Es un hipocondríaco al que la pandemia le ha afectado». Viejos vicios de dictador.
Aunque lo que más estremece al británico es el tipo de conflicto que se repite en el este de Europa desde hace más de un siglo. Uno en el que se perpetran barbaridades como el bombardeo ruso esta misma semana de un centro comercial ucraniano con más de un millar de personas en su interior. La máxima expresión de la locura.
«¿Dónde nace este salvajismo? Es posible que, al sentirse atacada desde el siglo XIII por múltiples enemigos, Rusia haya desarrollado la idea de que uno de los pilares esenciales para ganar una guerra es el terror. Todos los líderes lo han usado. Desde Lenin para someter al Ejército Blanco, hasta Breznev en Afganistán o el mismo Putin en Chechenia». En la clase dirigente del país, está convencido el historiador militar, ha quedado grabado a fuego que la victoria absoluta solo puede llegar tras haber aplastado el ánimo del contrario a golpe de pavor.
En este sentido, Beevor también traza un paralelismo en
tre las falacias repetidas al pueblo por los grandes dictadores de la historia y el actual presidente ruso: «Putin está preparado para mentir sobre cualquier cosa. Solo tienes que hacer un seguimiento de sus análisis a lo largo del conflicto para ver que se contradice incluso en sus propios embustes».
El ejemplo más claro es su máxima de que los ucranianos son un pueblo hermano. «Por un lado insiste en ello. Por otro, repite que son todos unos fascistas que deben ser depurados». En palabras del británico, su capacidad de distorsionar la realidad a su gusto es «tan ridícula y contradictoria que solo podemos quedarnos estupefactos». Aunque, una vez más, es algo que ya hicieron los bolcheviques cuando ordenaron asesinar a sus mejores tropas acusándolas de zaristas por rebelarse contra la opresión comunista.
Ideas falaces
Pero Beevor no se limita solo al análisis. También lucha contra la imagen que Putin intenta ofrecer a la sociedad. Esa idea falaz de que emula los preceptos de la primigenia Unión Soviética, cuando odia a Lenin y sus máximas. «Él preferiría que lo comparasen con Pedro el Grande, que es su gran ídolo. En el Kremlin solo se rodea de estatuas de zares», explica.
Con todo, no le niega haber sido muy inteligente a la hora de contener sus comentarios para atraer hacia sí a los nostálgicos de Lenin. «Navega entre la alabanza soterrada a la URSS y la simpatía que siente hacia las fuerzas blancas. Incluso ordenó desenterrar restos zaristas y consideró adoptar un titulo asociado a las tropas monárquicas de la época», completa. Aunque sorprenda, y la sociedad no lo sepa, está convencido de que «está mucho más apegado al imperio ruso que al comunismo».
Putin, a pesar de su zarismo, se ha sustentado también en tres mentiras históricas repetidas hasta la saciedad desde la Revolución rusa. «Decían que luchaban por el proletariado, cuando el pueblo se levantó contra ellos porque les tenían oprimidos y pusieron a una clase superior, los sóviets, para controlar al campesinado». La segunda le parece todavía más dolorosa. «Prometieron tierras y libertad utilizando eslóganes revolucionarios socialistas, cuando no tenían intención de seguirlos».
Por último, convencieron a los soldados más pobres de que traerían la paz tras la Primera Guerra Mundial, cuando solo querían cambiar un conflicto europeo por uno civil. «Al presidente ruso le pasa algo parecido hoy. Usa falacias para que el pueblo le siga. Aunque también barbarie. Hace poco dijo que cualquiera que no creyera en esta ‘operación especial’ estaría por debajo de la escoria. Ahí pone a sus detractores», completa el experto.
Cambio de visión
Está claro que Beevor no se muerde la lengua. Las ventajas de la edad, afirma. Aunque poco tiene que perder, pues no puede pisar Rusia desde que desveló al mundo la ingente cantidad de violaciones que había perpetrado el Ejército Rojo durante su entrada en Berlín, al final de la Segunda Guerra Mundial. «Soy un enemigo público. Me acusan de cargar contra las fuerzas armadas y extender una supuesta leyenda negra que es cierta». La verdad duele. «Me resulta imposible pedir información allí. Por suerte, varios contactos me ayudan con la labor de documentación».
Recabar información para su último libro fue especialmente duro, pues el Covid obligó a muchos archivos del país a cerrar sus puertas. A pesar de ello, ha recurrido a varias triquiñuelas de perro viejo que prefiere no contarnos. Trucos de veterano historiador. Gracias a ello, su obra documenta a la perfección las barbaridades bolcheviques. «Es una obra cruda, pero necesaria para que se entienda de dónde viene todo lo que sucede en la actualidad».
Pero la veteranía no es lo único que le quita el miedo al británico. A lo largo de la entrevista, y con voz pausada, Beevor confiesa que le ha sido diagnosticado un cáncer que le ha cambiado la forma de ver el mundo y le ha hecho entender que es necesario seguir combatiendo por la verdad.
Llama a la calma, eso sí, pues «el tratamiento va viento en popa» y piensa «estar en este mundo muchos años todavía». Promete que Putin no se librará tan fácilmente de él. Aunque también recalca que ahora se acerca a las historias que cuenta de una forma más humana si cabe. Y lo dice alguien que, desde hace décadas, se zambulle en las vivencias de personajes que otros historiadores pasan por alto. «Cuando pasas por esto, ves las pequeñas genialidades de los personajes como algo precioso».
Sonríe cuando le aseguramos que esperamos, por lo menos, una veintena más de sus libros. «Imposible». A pesar de todo, promete seguir investigando y escribiendo, como mínimo, una década y media más. «Mi querido padre hizo su último libro a la edad de 89 años. Si quiero estar a su altura, debería hacer lo mismo», concluye.
Enemigo público
«Me resulta imposible pedir información en Rusia. Me acusan de extender la leyenda negra del Ejército Rojo»
Como en el Reich
«Putin se comporta como Adolf Hitler en la forma personalista de plantear y dirigir la guerra de Ucrania»