ABC (1ª Edición)

Las figuras, al borde del precipicio

Una decepciona­nte corrida en presentaci­ón y juego de Carmen Lorenzo puso contra las cuerdas a El Juli, Roca Rey y Tomás Rufo

- BURGOS ÁNGEL GONZÁLEZ ABAD

Cuando una corrida de rejones sale buena, los aficionado­s siempre se preguntan cómo hubiera sido para la lidia a pie. En Burgos, dos figuras, El Juli y Roca Rey, y un serio aspirante, Tomás Rufo, se apuntaron a los toros de Carmen Lorenzo, uno de los hierros de la familia de Capea, habitual en los festejos de caballeros. Y visto lo visto, el fiasco ganadero que supuso la tarde, habrá que preguntars­e cómo hubiesen sido para rejones. Para empezar les hubiera dado poco trabajo para despuntarl­a reglamenta­riamente. Demasiado poco lo que salió por chiqueros, para este Coliseum castellano y para cualquier plaza de aquí hacia abajo.

El cartel llenó hasta la bandera la plaza, la gente acudió con ganas de fiesta, y la oferta resultó demasiado pobre. Que no hace falta ni el toro de Madrid ni el de Pamplona ni el de Bilbao, pero entre eso y las caritas abrochadit­as y los pitoncillo­s cortos que lucieron algunos ejemplares hay un trecho que los primeros que deberían de cumplir son precisamen­te quienes ocupan los primeros lugares de privilegio del escalafón.

La compañera Rosario Pérez, en su newsletter semanal, la carta que dirige a los suscriptor­es de ABC, recordaba al maestro Antonio Bienvenida en el centenario de su nacimiento y la batalla que emprendió en este diario contra el afeitado de los toros. Corrían los primeros años de los cincuenta y desde entonces, y han pasado setenta años, no ha habido ni una sola figura del toreo que abanderara la lucha por la integridad. Decía Bienvenida que el fraude al único que no beneficia es al empresario y ponía en la lista de culpables a los toreros, por obvio, a los ganaderos por exigencias y, finalmente, al público por dejarse engañar. En esas estamos. La cosa no empezó bien con un primer toro que salió distraído y se quedó parado en la muleta de El Juli. Nada había que hacer ante el poco aparente por delante ejemplar de Carmen Lorenzo, y eso que el público puso todo de su parte, mucho más ánimo en los tendidos que todo lo anodino que sucedía en la arena.

El segundo salió más ligerito de kilos, pero poca cosa también. Se movió más, pero a saltos. Rebrincado en las primeras embestidas, antes de pararse. Roca Rey hizo lo que pudo, que fue más bien poco, y cuando parecía que se había conformado ante las ínfimas opciones que le brindaba el torete, se inventó un arrimón que caló fuerte en las gradas. Los pitones por delante, por detrás, rozando el vestido, lo que provocó aclamacion­es de júbilo, y el torero como tomando café, que tiene su mérito. Se lo agradecier­on con una oreja que parecía que iba a romper el maleficio de la tarde, pero no.

Desesperan­te falta de raza lució el tercero. Sin celo alguno, con embestidas entre bueyunas y mulares. Y ahí estuvo Tomás Rufo, que brindó al respetable, que se lo agradeció tocándole la música. Insistió con el mulo. Lo probó aquí, allá y acullá. Con la derecha, con la izquierda… Unos molinetes para despertar a la parroquia, como las manoletina­s, y hasta la fea estocada con la que pasaportó al manso. Tanto se lo agradecier­on que hasta le pidieron la oreja.

La segunda parte del festejo no mejoró mucho, y eso que los espectador­es cogieron fuerzas con las viandas de la merienda. Ni ese ambiente a favor de obra apartó del borde del precipicio del fracaso a las figuras anunciadas. El Juli, con el cuarto, capote por las alturas ya de salida para evitar que besara el suelo. Ni casta ni fuerza, ni nada de nada. Iba y venía, y el madrileño por ahí andaba con la muleta más que a media altura en un trasteo que por no ser, no fue ni vulgar.

Parecía que el quinto metía mejor la cabeza. Puro espejismo, ni celo ni empuje. Lo intentó Roca Rey, que cuando no hay enemigo pierde toda su aura de valor. Esta vez hasta el arrimón fue imposible.

Quedaba la baza del sexto, que tampoco arregló el desaguisad­o ganadero. Arrancada de manso de lado a lado de la plaza. Lo intentó el toledano y a base de porfiar con buen sentido y colocación hasta le robó algunos muletazos que parecían imposibles. Ese fue su mérito, que los burgaleses le agradecier­on con una oreja final, que no sirve para lavar la cara de la tarde.

Cómo hubieran sido los seis de Carmen Lorenzo para una corrida de rejones. Mejor ni pensarlo.

 ?? // TAUROEMOCI­ÓN ?? Andrés Roca Rey, a la verónica con el primero de su lote
// TAUROEMOCI­ÓN Andrés Roca Rey, a la verónica con el primero de su lote
 ?? // TAUROEMOCI­ÓN ?? Tomás Rufo, en un natural con el sexto toro
// TAUROEMOCI­ÓN Tomás Rufo, en un natural con el sexto toro

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