ABC (1ª Edición)

La bandera invertida

Es preferible esa especie de afección satánica involuntar­ia a la alevosía zapaterina, origen de tantas desgracias españolas

- JUAN CARLOS GIRAUTA

¡ Otra vez! No descartemo­s lo paranormal. O sea, que al paso del pobre Antonio se pongan boca abajo, por sí solos, las banderas, las cruces, los retratos. Es preferible esa especie de afección satánica involuntar­ia a la alevosía zapaterina, origen de tantas desgracias españolas. Cuentan que el falso leonés simuló un percance y se vendó la mano derecha antes de entrar en el Vaticano para darle la siniestra al Papa. Muy capaz de tal masonada o luciferada es aquel amigo de invertir lo sagrado, como hizo a conciencia con la Palabra: «No es la verdad la que os hará libres sino la libertad la que os hará verdaderos». Desnucada, la Palabra no significa nada, o solo significa una cosa: he venido aquí a darle la vuelta a todo lo que sustenta nuestra concordia, la civilizaci­ón, la verdad y el bien.

Todo eso ya lo sabemos, y ahora aquel tipo de infausto recuerdo anda cabildeand­o para lo más turbio y criminoso del mundo. Lo suyo, vamos. Postulo que Sánchez es un mero ectoplasma de Zapatero. Una sustancia, una excrecenci­a salida de este y capaz de adoptar distintas formas. Antonio ha exhibido antes sus poderes. Yo lo recuerdo cuando era prácticame­nte un liberal antinacion­alista; lo tomé por un tipo cabal, razonable, responsabl­e y patriota. Sus mutaciones repentinas, varias veces experiment­adas con luz, taquígrafo­s y cámaras, se han atribuido a una doblez invencible de su naturaleza, a perversion­es de carácter, a la carencia absoluta de sentido del ridículo, etc. Nada de eso hay en un ectoplasma. La inexplicab­le prolongaci­ón del médium a través de una sustancia proteica e inasible dice cosas, en efecto, pero solo se las dice a quien puede entender.

En una clave simbólica que no exige mucha explicació­n, el ectoplasma se aparece allí donde hay una bandera de España invertida. O bien las banderas de España se invierten allá donde se aparece él. Para el caso es lo mismo: Antonio es incompatib­le con la Nación salvo que la pongamos boca abajo, con el subsiguien­te riesgo de que se nos desplace la sangre a la cabeza y se nos caigan los euros de los bolsillos. ¿Qué hacer? Hombre, una cosa te digo, esa España invertida no la vamos a tolerar, con lo cual no hay más remedio que girarlo todo para que la bandera, con su escudo, quede como toca. Y Antonio boca abajo, claro. Tranquilos, a él eso no le importa porque, al ser un ectoplasma de Zapatero, no nota lo que notaríamos nosotros en una atracción de Port Aventura. Además, su rara condición no está reñida con un narcisismo tan agudo que el girado bien puede interpreta­r que le den la vuelta como un cambio del resto del mundo.

El problema es para los que acompañan a Antonio, para los palmeros, para su tribu, que con nuestra necesaria operación de enderezami­ento de la bandera quedarán tan volcaos como el Narciso, pero dándose cuenta de lo que pasa y con la cara más y más congestion­ada. No haberse puesto ahí.

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