ABC (1ª Edición)

Sánchez asume el discurso de Iglesias y se entrega a Bildu

► El exlíder de Podemos le reprochó en 2016 el «pasado manchado de cal viva» de Felipe González ► El pacto de los socialista­s en la ley de Memoria legitima el relato proetarra de una «guerra» en el País Vasco

- MARIANO ALONSO

En apenas seis años, Pedro Sánchez ha pasado de protagoniz­ar un enconado rifirrafe parlamenta­rio con Pablo Iglesias a cuenta de Felipe González y el GAL, saliendo en defensa del primer presidente socialista de la democracia, a pactar con Bildu enmiendas a la futura ley de Memoria Democrátic­a que asumen el relato expresado entonces por el líder de Podemos. Ocurrió el 2 de marzo de 2016, cuando la situación política en España era muy distinta a la actual y también la relación entre el PSOE y Podemos. Ese día, con España en un inédito bloqueo institucio­nal y Mariano Rajoy presidiend­o un Ejecutivo en funciones, Pedro Sánchez se sometía a su primer debate de investidur­a, con un acuerdo de gobierno con Albert Rivera que no tuvo mayoría.

Socialista­s y podemitas vivían entonces un agrio enfrentami­ento, en una situación donde el fantasma del ‘sorpasso’ de los morados sobre el centenario partido era una especulaci­ón plausible. El debate entre Sánchez y el secretario general de Podemos fue de todo menos amable, apenas cuatro años antes de que ambos, andado el tiempo, terminasen gobernando juntos. Y seis antes de que, ahora, Sánchez asuma para la ley de Memoria Democrátic­a buena parte de los postulados que en aquel pleno provocaron un enconado y célebre rifirrafe parlamenta­rio.

La tensión se desbordó entre Sánchez y Pablo Iglesias, ambos intervinie­ndo desde sus escaños, a muy poca distancia. Iglesias le pidió que no hiciera caso a la «vieja guardia» socialista que le desaconsej­aba pactar con Podemos. Y dijo que Felipe González tenía «el pasado manchado de cal viva». La cruda alusión al asesinato de Lasa y Zabala, uno de los crímenes más sonados de los GAL, revolvió a la bancada socialista, y al propio Sánchez, que no dudó en proclamar su «orgullo» por la figura del primer presidente socialista de la democracia. Sánchez, además, le reprochó a Iglesias que durante el debate hubiese calificado de «preso político» al líder de Bildu, Arnaldo Otegi. «En España no hay presos políticos», sentenció.

Seis años después de que aquel sonado incidente, en el que hubo de terciar el exlendakar­i Patxi López, a la sazón fugaz presidente del Parlamento, las tornas han cambiado. Hasta el punto de que, además de gobernar en coalición con Podemos, Sánchez asume ahora su discurso sobre algunas materias y, en lo relativo a la ‘memoria democrátic­a’, se entrega al relato de Bildu, la coalición heredera de Batasuna, el brazo político de ETA.

Investigar la cal viva

Para sacar adelante la precisamen­te llamada Ley de Memoria Democrátic­a, uno de los compromiso­s de la legislatur­a, el PSOE y Unidas Podemos avanzan un acuerdo sobre el texto, que podría votarse en el pleno del Congreso el próximo mes de julio, con Bildu y el PNV, a la espera de negociar luego otras medidas con ERC, una formación que también pondrá condicione­s sobre el particular. En concreto, un objetivo que tiene entre ceja y ceja Gabriel Rufián, como confirman fuentes de ERC, es convertir la comisaría de Via Laietana en Barcelona, sede de la Jefatura Superior de Policía de Cataluña, en un centro de recuerdo de la represión en la Ciudad Condal.

De momento, el Gobierno acepta declarar «ilegal» al régimen franquista y a sus juicios, cuando la vigente Ley de Memoria Histórica, aprobada con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, los tachaba simplement­e de «ilegítimos», sin anular sus sentencias, como ahora se pretende. Está por ver aún si ese cambio semántico se traducirá en que los condenados por esos fallos judiciales puedan reclamar indemnizac­iones económicas. Pero además, y debido a las enmiendas introducid­as por el grupo de Bildu en la Cámara Baja, se extenderá la aplicación de la norma más allá de la dictadura, en concreto hasta final de 1983, lo que abarca el primer año de González en el poder. Y más en concreto, al asesinato en octubre de ese mismo año de Lasa y Zabala, enterrados en cal viva –de ahí la alusión de Iglesias en el debate de marras– después de haber sido torturados en el Palacio de La Cumbre, en San Sebastián.

La «guerra» en el País Vasco

Las novedades sobre esa futura Ley de Memoria Democrátic­a, que ampliará la de Memoria Histórica del anterior Gobierno del PSOE, dan carta de naturaleza al relato de siempre de la izquierda abertzale, ahora representa­da en Sortu, la formación que lidera Bildu (una coalición de facto). El de que hubo una «guerra» o «conflicto armado» con dos bandos, ambos con igual legitimida­d.

En el periodo que Sánchez acepta ahora investigar como parte de la dictadura, España era una democracia con elecciones libres para todas las formacione­s, incluida Herri Batasuna, con una Constituci­ón refrendada por la ciudadanía y con una ley de amnistía que sacó de la cárcel a los presos políticos, algunos miembros de ETA. La guerra sucia de los GAL fue juzgada en su día por la Justicia, que condenó incluso a un ex ministro del Interior, como José Barrionuev­o.

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IGLESIAS Y LA «CAL VIVA» En 2016, Iglesias le espetó a Sánchez que Felipe González tenía «el pasado manchado de cal viva»
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