ABC (1ª Edición)

La inflación que no cesa

La ministra Calviño es un ejemplo del deterioro intelectua­l que exige este Gobierno. Al principio intentaba la explicació­n económica altiva, ahora rompe con los tópicos habituales

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Con Pedro Sánchez en la reunión de la OTAN, sus ministras se tenían que enfrentar solas a lo recién salido del horno estadístic­o: la inflación en el 10,2%. El dato sale del INE del que también sale su director; él puede cesar, la inflación por el momento no. La ministra del ramo, Calviño, dio sobre ello las explicacio­nes de repertorio: la guerra y el «paquete de medidas», pero estuvo más ‘circular’ de lo habitual y decidió salir por las peteneras de la política exterior. Se ve que ahí encuentra un motivo para presumir. Dijo que nuestros socios nos tienen «cariño». Cómo no van a tenernos cariño si, como indicó Espinosa de los Monteros, hemos cambiado el gas de Argelia por el de EE.UU., un 40% más caro.

La ministra es un ejemplo del deterioro intelectua­l que exige este Gobierno. Al principio intentaba la explicació­n económica altiva, ahora rompe con los tópicos habituales. Aquí es verdad que encuentra facilidade­s. La justicia social, norte retórico socialista, se ha completado con lo verde, la mujer y lo gay, los cuatro puntos cardinales de la demagogia, su propia bandera de la OTAN. Cuando no saben qué decir, que suele pasar, tiran por alguno de ellos...

Calviño apechugó con el dato del INE y el cese del presidente, al que negó haber presionado, pero la faena estaba más para María Jesús Montero, la bomba de humo retórica del PSOE. Tuvo dos duelos de altura. Uno con Garcés (PP), un diputado de voz mañanera y vocación ingeniosa cuyos juegos de palabras provocaron que la ministra, con idioma propio, llamara a los del PP «anticualla­s», a lo que Garcés, no sin guasa, respondió citando a Kant y hablando de Indra, mención que encendió a la ministra: «Si quieren preguntar por Indra, pregunten, pero ¡respetando el reglamento!».

Luego se las vio con Figaredo, un joven diputado de Vox. Aquí los estilos aún distaban más. Figaredo tiene todavía mayor gravedad. Patilludo y muy encorbatad­o, suele intervenir accionando una mano como si moviera una muleta oratoria, como orador taurómaco. Una mano la tiene quieta y con la otra parecía que toreaba, cosa que Montero miraba sin dejarse impresiona­r. Como el de Vox le hablara de gasto improducti­vo, ella tiró por lo popular con su pirotecnia de vocales redondas y picudas, cortas y largas: «Una cosa es predicar y otra dar trigo», y recordó CastillaLe­ón, bautizo de moqueta voxista. Puede ser un duelo delicioso a la vuelta del verano, aunque a saber dónde estamos entonces nosotros y el IPC.

CON CARA DE SORDO

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