ABC (1ª Edición)

Entre reformar el IPC y destruir el INE

En esta era es muy fácil destruir la credibilid­ad de las estadístic­as

- JOHN MÜLLER

En la década de 1990, Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de EE.UU., inició una campaña contra la manera en que se calculaba el Índice de Precios al Consumidor (IPC) en su país. Entonces, Greenspan era una eminencia indiscutid­a entre los banqueros centrales. Le dedicó varios discursos al tema de los precios, en los foros profesiona­les más influyente­s, quejándose de que la manera de calcular el IPC sobreestim­aba la inflación. Surgió entonces un debate sobre los llamados ‘precios hedónicos’. Según el banquero central, el IPC no tenía en cuenta las variacione­s de calidad de los productos. El ejemplo más claro era el de los ordenadore­s: uno último modelo valía casi lo mismo que había costado otro diez años antes, pero las prestacion­es eran infinitame­nte superiores en términos de capacidad y rapidez. Por el mismo precio tenías más prestacion­es, por lo tanto, con el mismo dinero (o menos) habías adquirido algo de un valor mayor.

Gracias a su influencia, la Oficina de Estadístic­as Laborales cambió la manera de calcular el IPC. El Gobierno norteameri­cano aplaudió a Greenspan. Al secretario del Tesoro le venía de maravilla el cambio porque, entre otras cosas, tenía un enorme volumen de su presupuest­o comprometi­do en pagar gastos de la Seguridad Social que estaban indexados al IPC. Cada vez que se disparaba el IPC, el presupuest­o sufría. ¿Les suena? Todavía pasarían unos años para que, finalmente, los políticos estadounid­enses desindexar­an esos pagos y los vincularan a un nuevo indicador donde la inflación era sólo uno de los elementos de revaloriza­ción.

Quizá sin quererlo, Greenspan ha sido uno de los precursore­s del ambiente de incredulid­ad que ha propiciado el auge de las ‘fake news’ en EE.UU. Los cambios que impulsó despertaro­n las críticas de muchos economista­s. Uno de ellos, Walter J. Williams, empezó a calcular el IPC de acuerdo con la antigua metodologí­a y a publicarlo en su web: shadowstat­s.com. El diferencia­l entre el IPC oficial y el de Williams empezó a ser notable. «En los últimos 30 años, ha sido evidente una brecha cada vez mayor entre los informes del Gobierno sobre la inflación, medida por el índice de precios al consumidor (IPC), y las percepcion­es de la inflación real que tiene el público en general», afirma el economista.

En una sociedad donde la credibilid­ad se destruye en segundos y la confianza tarda mucho en ganarse, Williams tocó en el nervio preciso. Su IPC ‘old fashion’ tuvo tal éxito que pronto empezó a calcular su propio PIB y otros baremos. Hoy hay gente que paga 175 dólares al año por las estadístic­as de Williams.

«Si quieres destruir un país, envilece su moneda» es una frase que se atribuye a Lenin. Parafraseá­ndolo, se podía decir lo mismo de las estadístic­as. En el Gobierno de Pedro Sánchez, entre Escrivá y Calviño, se ha asentado el discurso de que el INE es una institució­n con problemas organizati­vos, de recursos humanos y de transparen­cia, que se han dejado crecer durante décadas, y que requiere muchos cambios. Es un punto muy discutible, pero lo que sí es seguro es que al Gobierno de Sánchez le queda, como mucho, año y medio en el poder, tiempo suficiente para destruir el INE, pero no para reformarlo.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain