Las dos caras del mismo golf
► En Portland, la liga saudí reparte 25 millones en premios entre 48 golfistas; en Illinois, el PGA, entrega 7,1 entre 156
Dinero, dinero, dinero. Y después, más dinero, dinero y dinero. Cada vez que el LIV Golf celebra uno de sus torneos el asunto recurrente está referido al vil metal; y a medida que pasen las semanas, con un mayor número de grandes jugadores uniéndose al proyecto multimillonario de la liga saudí, la polémica irá aumentando.
Hace tres semanas comenzaba en Londres el primero de los torneos promovidos por el fondo económico árabe. Y lo que podría haber parecido una excentricidad por parte de organizadores y jugadores, ahora ya va tomando cuerpo como lo que pretende ser: un circuito con identidad propia en el que lo más importante no son los méritos deportivos, como había venido sucediendo en los que existían hasta ahora, sino la cantidad de dólares que cada golfista ingresa en su cuenta.
Aparte de los 4,75 millones ganados por Charl Schwarztel en la cita británica (cuatro del premio individual y el resto logrado con su equipo) y de lo que se embolsaron el resto de participantes, poco más hubo que destacar en Centurion. No se vieron grandes partidos ni excelentes momentos, salvo para los espectadores que lo vivieron en directo en las carpas de cortesía. La improvisación saltó en todos los aspectos de puertas para afuera, pues no había manera de seguir los resultados en vivo, la página web dejaba bastante que desear y no se vieron imágenes por televisión hasta la última jornada. Además, los golfistas se encontraron con la sanción de por vida del PGA Tour por haberse saltado su prohibición de participar en la LIV golf.
Ahora, tres semanas después, llega la segunda prueba de su exiguo calendario y no parece que hayan mejorado mucho las cosas. La comunicación sigue siendo lamentable y en lo único que parece que han mejorado es en la lista de participantes, al haber incorporado a nuevos miembros del PGA Tour a su
Aunque el PGA Tour creará tambien torneos de 20 millones de dólares, las estrellas continúan emigrando al LIV golf
elenco. Eso sí, a golpe de talonario y a base de incrementar el increíble presupuesto oculto que esta competición guarda para sus adentros. Porque si ya el dinero que destinan a los premios de los campeonatos es mareante (255 millones de dólares para 48 jugadores en una treintena de torneos en tres años), lo que están pagando en fijos de salida no se puede calcular. Si un recién llegado como Eugenio López-Chacarra, que debutará como profesional hoy en Portland, tendrá quince millones de ficha, es difícil de imaginar lo que pueden sumar ganadores de ‘majors’ como Phil Mickelson, Dustin Johnson, Brooks Koepka, Martin Kaymer, Sergio García, Patrick Reed o Bryson DeChambeau.
En premios, Portland repartirá 25 millones de dólares a repartir entre 48 jugadores. Mientras, en Illinois, el John Deere Classic del PGA repartirá 7,1 entre los 70 y empatados que pasen el corte (inscritos hay 156).
Una pica en Estados Unidos
Ahora bien, al margen de la guerra económica que el PGA Tour ha tratado de compensar anunciando una serie de torneos para el próximo curso de la misma cuantía (20 millones), se encuentra la batalla legal que está a punto de suceder. Hasta ahora las sanciones anunciadas por el comisionado Jay Monahan a los disidentes podían ponerse en entredicho por parte de los afectados, ya que se les castigaba por su conducta perjudicial para los intereses del circuito, algo discutible desde todos los puntos de vista. Sin embargo, al jugar ahora los torneos saudíes en suelo estadounidense (a este de Oregón le seguirán otros en Nueva Jersey, Boston, Chicago y Miami) sí que se incumplirá una norma escrita que impide a los miembros del PGA participar en pruebas ajenas que se celebren de manera simultánea en su propio país. Y aquí los abogados ya empiezan a manejar desde normas antimonopolio, hasta reglamentos de autónomos o la famosa ley Bosman. Como los jugadores van a seguir emigrando, la batalla legal se presume larga y compleja. Los bombazos no han hecho más que empezar.