ABC (1ª Edición)

Las dos caras del mismo golf

► En Portland, la liga saudí reparte 25 millones en premios entre 48 golfistas; en Illinois, el PGA, entrega 7,1 entre 156

- MIGUEL ÁNGEL BARBERO

Dinero, dinero, dinero. Y después, más dinero, dinero y dinero. Cada vez que el LIV Golf celebra uno de sus torneos el asunto recurrente está referido al vil metal; y a medida que pasen las semanas, con un mayor número de grandes jugadores uniéndose al proyecto multimillo­nario de la liga saudí, la polémica irá aumentando.

Hace tres semanas comenzaba en Londres el primero de los torneos promovidos por el fondo económico árabe. Y lo que podría haber parecido una excentrici­dad por parte de organizado­res y jugadores, ahora ya va tomando cuerpo como lo que pretende ser: un circuito con identidad propia en el que lo más importante no son los méritos deportivos, como había venido sucediendo en los que existían hasta ahora, sino la cantidad de dólares que cada golfista ingresa en su cuenta.

Aparte de los 4,75 millones ganados por Charl Schwarztel en la cita británica (cuatro del premio individual y el resto logrado con su equipo) y de lo que se embolsaron el resto de participan­tes, poco más hubo que destacar en Centurion. No se vieron grandes partidos ni excelentes momentos, salvo para los espectador­es que lo vivieron en directo en las carpas de cortesía. La improvisac­ión saltó en todos los aspectos de puertas para afuera, pues no había manera de seguir los resultados en vivo, la página web dejaba bastante que desear y no se vieron imágenes por televisión hasta la última jornada. Además, los golfistas se encontraro­n con la sanción de por vida del PGA Tour por haberse saltado su prohibició­n de participar en la LIV golf.

Ahora, tres semanas después, llega la segunda prueba de su exiguo calendario y no parece que hayan mejorado mucho las cosas. La comunicaci­ón sigue siendo lamentable y en lo único que parece que han mejorado es en la lista de participan­tes, al haber incorporad­o a nuevos miembros del PGA Tour a su

Aunque el PGA Tour creará tambien torneos de 20 millones de dólares, las estrellas continúan emigrando al LIV golf

elenco. Eso sí, a golpe de talonario y a base de incrementa­r el increíble presupuest­o oculto que esta competició­n guarda para sus adentros. Porque si ya el dinero que destinan a los premios de los campeonato­s es mareante (255 millones de dólares para 48 jugadores en una treintena de torneos en tres años), lo que están pagando en fijos de salida no se puede calcular. Si un recién llegado como Eugenio López-Chacarra, que debutará como profesiona­l hoy en Portland, tendrá quince millones de ficha, es difícil de imaginar lo que pueden sumar ganadores de ‘majors’ como Phil Mickelson, Dustin Johnson, Brooks Koepka, Martin Kaymer, Sergio García, Patrick Reed o Bryson DeChambeau.

En premios, Portland repartirá 25 millones de dólares a repartir entre 48 jugadores. Mientras, en Illinois, el John Deere Classic del PGA repartirá 7,1 entre los 70 y empatados que pasen el corte (inscritos hay 156).

Una pica en Estados Unidos

Ahora bien, al margen de la guerra económica que el PGA Tour ha tratado de compensar anunciando una serie de torneos para el próximo curso de la misma cuantía (20 millones), se encuentra la batalla legal que está a punto de suceder. Hasta ahora las sanciones anunciadas por el comisionad­o Jay Monahan a los disidentes podían ponerse en entredicho por parte de los afectados, ya que se les castigaba por su conducta perjudicia­l para los intereses del circuito, algo discutible desde todos los puntos de vista. Sin embargo, al jugar ahora los torneos saudíes en suelo estadounid­ense (a este de Oregón le seguirán otros en Nueva Jersey, Boston, Chicago y Miami) sí que se incumplirá una norma escrita que impide a los miembros del PGA participar en pruebas ajenas que se celebren de manera simultánea en su propio país. Y aquí los abogados ya empiezan a manejar desde normas antimonopo­lio, hasta reglamento­s de autónomos o la famosa ley Bosman. Como los jugadores van a seguir emigrando, la batalla legal se presume larga y compleja. Los bombazos no han hecho más que empezar.

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// EFE Kaymer, Westwood y Sergio García, ayer, en Portland

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