Cassidy Hutchinson, de becaria a amenaza legal para Trump
► La testigo estrella del comité que investiga el asalto al Capitolio se convierte en sensación nacional con un retrato íntimo y explosivo del ala oeste de Trump
Hace solo cuatro años, Cassidy Hutchinson era una más entre el grupo privilegiado de becarios que trabajan durante el verano en la Casa Blanca. Esta semana, sin embargo, se ha convertido en el rostro de la amenaza legal y política que se cierne contra Donald Trump por su intento de dar la vuelta al resultado de las últimas elecciones presidenciales y su papel en el asalto al Capitolio.
En aquellas semanas turbulentas de finales de 2020 y 2021, es probable que Hutchinson pasara apenas percibida en el trajín de altos cargos, abogados, asesores y muñidores que pululaban por la residencia presidencial. Era una mosquita muerta. Escuchaba, tomaba notas en las reuniones, cumplía órdenes y callaba. Pero tenía un acceso privilegiado a las grandes decisiones: era la asistente principal de Mark Meadows, el jefe de Gabinete de Trump, la mano derecha del presidente.
A sus 25 años, decidió dar un paso adelante y testificar ante el comité de la Cámara de Representantes que investiga el «intento de golpe de Estado» que culminó con la jornada violenta en el Capitolio. Lo hizo primero en varias deposiciones en vídeo, con algunos extractos emitidos durante las cinco primeras sesiones del comité. Pero esta semana el comité anunció una comparecencia sorpresa con un testigo que aportaría revelaciones explosivas: era Cassidy, y no defraudó.
Con voz tenue pero firme, la joven contó lo que vio aquellos días a todo el país. Fue como abrir una ventana al ala oeste caótica y desatada de Trump: los arrebatos de cólera del presidente –como cuando lanzó su comida contra la pared y dejó un reguero de kétchup y de porcelana rota–, su conocimiento de que habría violencia, su intento de agarrar el volante del coche blindado presidencial por las bravas para sumarse a la turba que asalto al Capitolio… Y quizá la revelación más dañina hasta ahora para Trump: tanto él como Meadows sabían que había mucha gente armada entre sus seguidores y no le importó –«a mí no me van a hacer daño», dijo– que entraran en su mitin y que después marcharan sobre la sede de la soberanía popular.
El relato de Hutchinson podría abrir una grieta en el apoyo masivo que Trump tiene en el electorado conservador. Se mostró como una chica normal, que por su cargo le tocó escuchar conversaciones y asistir a reuniones. Es, además, una republicana de pedigrí, que dejó clara como becaria su emoción por trabajar para la Administración Trump y que antes trabajó para figuras de peso del partido como el diputado Steve Scalise y el senador Ted Cruz. Tras la beca, fue contratada por la Casa Blanca y ascendió hasta convertirse en asistente principal de Meadows en marzo de 2020.
Su testimonio podría también abrir una hoja de ruta sobre posibles consecuencias penales para Trump por su papel en aquella campaña contra las elecciones y en la jornada trágica del Capitolio (murieron cinco personas, entre ellas, un policía). Ya hay quien la considera «la nueva John Dean», en referencia al director legal de Richard Nixon cuyo testimonio fue decisivo en el escándalo Watergate y la dimisión del entonces presidente.
Es probablemente una exageración, pero Hutchinson ha cambiado el tono de las comparecencias con un retrato sobrio pero devastador de un episodio que amenazó a la democracia estadounidense. Trump no tardó en descalificarla –«falsa», «topo»– y decir que su relato es mentira. Pero Hutchinson, al menos, testificó bajo juramento, con la amenaza de perjurio.
Testimonio clave Muchos ven en Hutchinson «la nueva John Dean», en referencia al director legal de Nixon, decisivo en el Watergate