Mi moral objetiva, tu estúpida religión
El relativismo moral fue siempre una quimera y el pluralismo no funciona entendido en clave individualista
LLEVAMOS algunos días asistiendo a un desfile de argumentos absurdos e hiperventilaciones varias en torno al supuestamente clausurado debate sobre el aborto. De los eslóganes esgrimidos, mi favorito es el que se enuncia bajo la sapiencial forma lógica del «quitad vuestras sucias zarpas religiosas de nuestros vientres». Por lo visto los provida son todos creyentes y, además, el único argumento que ofrecen ante el asunto es el de «arderéis todos en el infierno, pecadores de la pradera». Habremos de permitir a los primeros el arrebato: pensar que el origen del universo es fruto todo él de un gran pedo galáctico brinda al ‘no creyente’ una objetividad especial, científica, a la hora de hacer juicios morales.
Ante la discusión del aborto casi todo el mundo parece transformarse en el ciudadano libertario ideal: no me impidas hacer lo que me dé la gana, yo no te fuerzo a imitarme. Claro que sí, aquí no se obliga a nadie a nada. El Ministerio de Hacienda es una entelequia, y subvencionar abortos y cambios de sexo en lugar de dentistas y ópticos no es fruto de posturas políticas y morales. Resulta enojoso, sonrojante, tener que bajar a estos niveles de argumentación y recordar lo obvio con paralelismos que rozan lo pueril: «No te obligo a tener esclavos, deja que yo decida qué hacer con los míos». Parece la única forma de hacer ver que si el asunto va más allá de lo que piense o deje de pensar la madre es porque se entiende que hay un tercero en juego. El esclavo no era considerado sujeto de derechos de la misma manera que no lo es el embrión hoy para algunos.
El concepto ‘sujeto de derechos’ es filosófico, no científico, de ahí que para muchos el debate siempre estará abierto de una u otra manera: a lo largo de la historia los derechos han ido ampliándose o contrayéndose según los vientos de cambio. Si nos atenemos solo a lo científico, desde el momento de la concepción existe una vida biológica nueva. Desde lo filosófico, uno puede reconocer que es arbitrario establecer un criterio que le otorgue o arrebate el derecho a continuar existiendo. Se puede entonces trabajar para protegerlo desde todos los frentes necesarios (educación sexual, concienciación, ayudas y protección a la mujer embarazada). También se puede disociar vida biológica y derechos, y decidir que hay vidas que pueden ser segadas si se considera que no son personas según las circunstancias. Entramos ahí en excepciones y/o leyes de plazos y en la famosa pendiente resbaladiza: ¿por qué hasta este mes y no un poco más allá?
Lo positivo de la reapertura del debate es que ofrece una oportunidad para demostrar racionalmente que nunca debió cerrarse. El relativismo moral fue siempre una quimera y el pluralismo no funciona si lo entendemos en clave individualista. Somos seres sociales y racionales organizados bajo democracias constitucionales. Tendremos que aprender a argumentar. Hagan juego, señores.