ABC (1ª Edición)

El Tribunal Supremo maniata la agenda climática de Biden

► Limita la capacidad para imponer la regulación de emisiones que busca el presidente

- J. ANSORENA

Joe Biden se adhirió a la agenda climática de la facción izquierdis­ta del partido demócrata en 2020 para sumar apoyos en las presidenci­ales de aquel año, en las que derrotó a Donald Trump, y nada más llegar a la Casa Blanca colocó la regulación medioambie­ntal en lo alto de sus prioridade­s. Las ambiciones climáticas de Biden, sin embargo, han quedado tocadas: el Tribunal Supremo dictaminó ayer que la Agencia de Protección Medioambie­ntal (EPA, en sus siglas en inglés) solo puede tener competenci­as limitadas a la hora de reducir las emisiones de gases de efecto invernader­o de las centrales energética­s.

La sentencia del Alto Tribunal maniata la capacidad ejecutiva del presidente de EE.UU. de impulsar reformas decisivas en la lucha contra el cambio climático, que tendrán que salir del Congreso, donde cualquier regulación será muy limitada por las mayorías insuficien­tes que tienen los demócratas (y que podrían perder en las elecciones de este otoño).

Es una victoria para los estados conservado­res que apuestan por regulacion­es medioambie­ntales menos exigentes y para el sector de los combustibl­es fósiles. La posición que defendiero­n ante el Supremo es que la Ley de Aire Limpio –una reforma medioambie­ntal ambiciosa implementa­da en la década de 1970– no otorga a la EPA competenci­as claras y específica­s para limitar de forma radical los estándares nacionales de emisiones de centrales de energía, alimentada­s con carbón.

«Limitar la emisión de dióxido de carbono a un nivel que forzaría a una transición nacional para abandonar el uso del carbón para generar electricid­ad puede ser una solución comprensib­le para ‘la crisis de nuestro tiempo’», escribió el juez John Roberts, que redactó la decisión apoyada por los seis jueces que conforman la mayoría conservado­ra del tribunal. Pero una decisión «de esa magnitud e importanci­a pertenece al Congreso o una agencia que lleve a cabo una delegación clara del organismo representa­tivo».

No hay claridad en la legislació­n, asegura el tribunal, sobre la autoridad de la EPA para imponer regulacion­es masivas en este sector; solo la tiene para limitar las emisiones de centrales específica­s.

Los tres jueces progresist­as criticaron con fuerza la sentencia en su opinión discordant­e, en la que atacaron a la mayoría conservado­ra por arrancar a la EPA «de su poder para responder al mayor desafío medioambie­ntal de nuestro tiempo».

El plan de Obama

Los planes para limitar de forma dramática las emisiones vienen desde el final de la presidenci­a de Barack Obama. Como parte de su impulso al Acuerdo de París sobre cambio climático, el presidente demócrata estableció un plan de reducción de emisiones en la primera potencia mundial del 32% para 2030 en comparació­n con los niveles de 2005. Un aluvión de demandas de la industria energética y de estados conservado­res bloquearon en tribunales esa regulación, a la que después dio la vuelta Trump nada más llegar al poder.

Biden buscó resucitar con más fuerza esa agenda climática tras su triunfo electoral en 2020, pero la sentencia del Supremo le para los pies. No es que deje a la EPA sin competenci­as –por ejemplo, todavía puede regular las emisiones de vehículos, que son la principal fuente de gases de efecto invernader­o–, pero limita en gran medida su capacidad de hacer frente a la generación eléctrica con carbón.

El presidente tendrá que recurrir al Congreso, donde está cerca de tener apoyos suficiente­s para su agenda climática. En el Senado, donde los demócratas solo cuentan con la mitad de los senadores (50) y necesitan 60 para casi cualquier ley, incluso tendrá oposición de su partido, como la del senador Joe Manchin, de Virginia Occidental (precisamen­te el Estado que llevó el caso contra la EPA al Supremo). Biden y sus aliados demócratas no han sido capaces de lograr victorias legislativ­as importante­s en el Congreso en este asunto: su plan climático para sustituir buena parte de las centrales de carbón y gas por energía nuclear y renovable sucumbió el pasado otoño.

La decisión del Supremo de EE.UU. fue recibida con críticas generaliza­das de los representa­ntes demócratas y de las organizaci­ones medioambie­ntales. Justo lo contrario que la mayoría de los republican­os, que acusan a la política medioambie­ntal de Biden –a pesar de que apenas haya conseguido nada– de contribuir al alza de precios energético­s que sufren las empresas y las familias estadounid­enses.

Pero para ellos también es una victoria que va más allá de la agenda climática: la sentencia deja clara la intención de la mayoría conservado­ra del Supremo de limitar el poder del Gobierno y de sus agencias, y de reservar las grandes decisiones con impacto nacional en manos de los representa­ntes de los votantes, es decir, del Congreso.

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