Hallan una cañonera ligera del XVIII, la pesadilla de los ingleses en Gibraltar
► Investigadores de la Universidad de Cádiz localizan en la bahía más de 150 pecios de distintas épocas
«La primera vez que se vieron desde nuestros buques causaron risa; mas no transcurrió mucho tiempo sin que se reconociese que constituían el enemigo más temible que hasta entonces se había presentado», escribió el capitán de navío británico Sayer tras sufrir en Gibraltar los ataques de las lanchas cañoneras que Antonio Barceló diseñó en el siglo XVIII. De estas embarcaciones solo han llegado hasta nosotros planos y grabados, pero ahora investigadores de la Universidad de Cádiz creen haber hallado en Algeciras uno de estos artilugios náuticos, con un extraño objeto en su interior que les tiene intrigados.
A bordo del buque oceanográfico Ucadiz, el equipo del proyecto Herakles ha localizado más de 150 pecios hundidos en la bahía de Algeciras, desde el siglo V a. C hasta época contemporánea. Entre los 11 documentados en la zona de Puente Mayorga, captó su interés una embarcación conocida desde 2007 gracias al buceador local Enrique Jiménez, que no había sido estudiada hasta la fecha. De unos 16 metros de eslora, se había conservado muy bien, pese a estar a solo tres metros de profundidad. Estaba cargada con proyectiles de hierro, lo que les hace suponer que «puede ser una de esas cañoneras que se desarrollaron a finales del siglo XVIII», señala Felipe Cerezo, coordinador del máster en Arqueología Náutica y Subacuática de la UCA e impulsor junto a Alicia Arévalo del proyecto Herakles, en el que participan los investigadores Raúl González, Soledad Solana y Carlota PérezReverte, junto a otros expertos y alumnos del máster.
Usadas como complemento de grandes navíos o de forma independiente, estas cañoneras «podían impulsarse a remo o a vela y su agilidad, unida a la potencia de fuego, las convertía en embarcaciones eficaces y peligrosas, siendo muy utilizadas en esta época», señalan los investigadores. De confirmarse su hipótesis, «sería la primera vez que arqueológicamente conocemos una embarcación de este tipo y la primera vez que podríamos contrastar la poquísima información que hay en los archivos», añade Cerezo a ABC.
Aunque aún no han podido determinar el pabellón del pecio, que ha sido bautizado como Puente Mayorga IV, han descubierto detalles que sugieren una construcción local. El cargamento de proyectiles descansa sobre una capa de corcho, que podría proceder de la sierra de los alcornocales de Algeciras. Además, la madera de conífera con la que se hizo aún conserva su corteza. Parece que el barco se construyó de forma muy precisa, pero al mismo tiempo apresurada. Han tomado muestras de la madera para intentar averiguar su origen y fechar con mayor exactitud el pecio, que en un principio datan entre 1780 y 1810.
De escondite espía a neceser
La robusta nave contaba con una zona de proa bastante despejada y muy ancha como para facilitar la disposición de una pieza de artillería. El equipo del proyecto Herakles la ha comparado con planos de cañoneras del siglo XVIII y encuentra similitudes.
En su interior han rescatado algunos objetos curiosos de la vida a bordo, como suelas de zapatos, botones, piezas de vajilla o los restos de un zurrón de cuero. En esta antigua bolsa descubrieron una extraña caja de madera. «Es como si fuera un libro del siglo XVIII encuadernado en cuero, con su costura en el lomo, pero todo él tallado en madera», describe el arqueólogo subacuático. Su sorpresa fue en aumento cuando comprobaron que en el lugar de las simuladas páginas tenía un discreto bolsillo.
Los investigadores empezaron a jugar con la idea de que el falso libro podría ocultar documentos de algún espía, con anotaciones sobre la defensa de Gibraltar, pero en su interior solo han encontrado de momento un peine de madera. Todavía no pierden la esperanza de hallar más restos, en una limpieza más minuciosa de este extraño neceser. «Hemos mirado en museos y colecciones y no hemos encontrado nada parecido», subraya Cerezo. Ha sido llevado a los laboratorios de la UCA, junto al resto de objetos extraídos del Puente Mayorga IV, para su estabilización y conservación por parte de las restauradoras Elisa Fernández Tudela y Marina Goñalons Lapiedra.