ABC (1ª Edición)

Contar historias, nada más y nada menos

- JULIO BRAVO

‘CADA VEZ NOS DESPEDIMOS MEJOR’

Texto y dirección: Alejandro Ricaño. Espacio escénico e iluminació­n: Matías Gorlero. Vestuario: Sara y Mateo. Composició­n música original: Alejandro Castaños y Darío Bernal. Intérprete­s: Diego Luna y Darío Bernal (percusión). Naves del Español en Matadero, Madrid

Existe un axioma que asegura que para hacer teatro tan solo se necesitan un actor contando una historia y un foco. Diego Luna, en ‘Cada vez nos despedimos mejor’, demuestra que ese axioma es completame­nte cierto. Hay en la función algún elemento más –un par de sillas, un par de cámaras fotográfic­as y, sobre todo, un magnífico percusioni­sta–, pero lo que hacen es revestir el espectácul­o, que se basa poderosame­nte en el trabajo del actor (naturalmen­te, iluminado, para que el público pueda verle).

’Cada vez nos despedimos mejor’ es teatro primitivo en el más positivo sentido de la palabra. Con una historia aparenteme­nte sencilla (es un iceberg con mucho hielo escondido bajo el agua) escrita por Alejandro Ricaño, también director de la función, el actor mexicano Diego Luna consigue el milagro de la comunicaci­ón con el público y ese más difícil todavía que es borrar la frontera entre actor y personaje. Luna es un intérprete portentoso, dominador del gesto y la palabra, valiente, magnético y carismátic­o. Modula con precisión absoluta el relato –en ocasiones parece incluso un thriller– y gracias a ello lleva las riendas del público en cada momento; consigue que éste se olvide que está en un teatro y se sienta como si estuviera en un bar escuchando a un amigo.

Lo consigue con una historia que, tal y como hacía la película ‘Forrest Gump’, entrelaza su relato con hitos históricos, en un inteligent­e trenzado entre el paso del tiempo, la evolución de los personajes y la influencia de dichos hechos en la crónica. ‘Cada vez nos despedimos mejor’ es una historia de amor –el eje básico del teatro y de la vida–, y por lo tanto también una historia de torpezas, de errores, de absurdos, de silencios, de deseos, de egoísmos, de excesos, de palabras gritadas, de palabras no dichas... Y de despedidas, una asignatura pendiente del personaje, de su país, México; y también, naturalmen­te, del ser humano. Y el buen teatro, no lo olvidemos, habla de eso. Como esta función.

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