ABC (1ª Edición)

Nadal sigue ajustándos­e

► El balear supera a Berankis y otro partido complicado con muchos errores (39) y se medirá en tercera ronda a Sonego; hoy Alcaraz busca los octavos, ante Otte

- LAURA MARTA

Tiene esa capacidad Rafael Nadal de ganar sin jugar del todo bien o fácil o brillante, como ha acostumbra­do al personal. También estas victorias de aliño y pundonor, cuando el tenis y las piernas se traban, se trabajan y se entrenan, ejemplo de constancia cuando lo demás no parece acompañar. «Es importante aceptar que las cosas no siempre salen perfectas», asume y regala otra lección. Más que consciente el balear que al cuerpo no se le puede poner al cien por cien durante todos los minutos de todos los partidos de un Grand Slam y que incluso la cabeza no está siempre despejada. Y se sacude el sudor, y la lluvia, en tercer ronda con otro partido de estar ahí, de aguantar los aciertos rivales, que hubo muchos de Ricardas Berankis, y levantarse de los errores propios, que también hubo (39). Feliz Nadal por el resultado y por esa otra opción de seguir mejorando. Hay margen y la confianza llega con partidos como este, de ganar a pesar de uno mismo.

Sirven estos partidos para ajustar las líneas. Salva Nadal un inicio complicado en el que las distancias no se ajustan: o golpea demasiado lejos o demasiado cerca de la pelota. No había día claro ni piernas ágiles. Y encuentra Berankis una forma de hacer daño al resto, como ya lo hizo Cerúndolo en el estreno. Rápido el lituano, muy bueno de revés, acorta el tiempo de reacción de Nadal, que se encuentra ya la pelota en los pies antes de que termine el movimiento del saque. También se mueve bien en la red, a la que sube y encuentra premio porque los efectos del español no llegan con mordiente. Pero hay capacidad de responder. Apela Nadal al revés porque la derecha tiene sus altibajos. Respuestas efectivas, ya habrá tiempo de brillantec­es.

Aguanta el balear hasta que a Berankis, que nunca ha pasado de segunda ronda en Wimbledon, le puede la inexperien­cia y esa presión que la sola presencia de Nadal se engancha en sus manos cuando tienen que sacar para mantenerse en el set. Le entra el vértigo al lituano en el décimo juego y se anima el español con otro puño todavía modesto; se sale adelante con aguante y hacer lo que toca. Eso, habrá tiempo de florituras.

Suelto Berankis hasta atrapa un break al inicio del segundo set. Así está Nadal y así aprovecha el lituano, mano fina para las dejadas y las voleas ante un español incómodo, pero que siempre halla la manera de encontrars­e. En la primera oportunida­d de recuperar la rotura, de repente, las piernas se activan, presiona con un paso más adentro en la pista y hay temblores en el rival. La fórmula del empeño cuando no aparece la mágica.

Levantar la rotura añade un ingredient­e más, la confianza. Con ella, la derecha lima algunos errores, se ajusta a las líneas y amenaza el paralelo. Ese subir la moral permite arañar hasta cuatro bolas de set, que convierte al resto porque este es Nadal, el que vuelve a provocar los temblores en el lituano.

Hay alivio en el marcador, pero no en la pista; Berankis sigue restando tiempo al tiempo. Que el tenis se mueve por sensacione­s, sobre todo al límite del vértigo, tiene su plasmación aquí: Berankis tiembla al límite de los sets, pero muestra firmeza en los inicios: otra rotura en el tercero que esta vez sí atrapa con fuerza y hasta el final. El primer saque del español, a pesar de los 13 aces, todavía no está ajustado (65%), y el lituano halla en ese resquicio el premio de su buen hacer y el de saber aprovechar­se de las dificultad­es ajenas.

Alarga la partida, un cuarto set, pero es Nadal el que encuentra en las sombras de la pista central el último ingredient­e: el ahora, olvidar el pasado, anhelar el futuro. No está todo hecho, pero es una mejor versión de sí mismo, la que necesita, que interrumpe la lluvia unos 50 minutos, cuando ya había un 3-0 prometedor de lo que vendrá. Bajo techo, el mejor Nadal. La lluvia limpia la incomodida­d, fresco el balear incluso se permite puños y gritos; tensión despejada y convencimi­ento: el tenis está. Se acaba con sensacione­s y derechas que suman confianza. Y con un ace. Sonrisas. No solo por este partido, a tercera ronda, sino por los que quedan. Se gana con errores, con sufrimient­o, con perspectiv­a de que hay margen para subir el nivel, ganarse a sí mismo. Como siempre.

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// AFP Rafa Nadal, en un lance del partido de ayer

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