Sardineras
Montero la Grande estuvo cumbre (de la OTAN) cuando le preguntaron por la inflación
SOY muy de las Montero porque las Montero te dan las columnas hechas. O encaminadas. Llevábamos unos días con el cachondeíto de Montero la Chica en la rueda de prensa con la portavoz hablando por ella (para eso están los portavoces, demonios, aunque parezcan Ana María Aldón en moreno). Y luego llegó eso que se llama canutazo explicando el ‘sketch’ con otro ‘sketch’. Es verdad que era un montaje perjudicial para ella. Ahí mismo también había dicho sobre Melilla que eran hechos insoportables, que producían un terrible dolor y que tenía que haber una investigación. Que no sólo repitió como una cotorra lo de «siempre me van a tener disponible para conocer mi opinión». Pero, espera, que llega Montero la Grande y le preguntan por esa bonita inflación que le ha sacado más de un diez. Matrícula de honor. Y dice que no está para hacer declaraciones («hoy no hago declaraciones, hoy lo más importante es el éxito de la celebración de la cumbre de la OTAN»). Estuvo cumbre, que diría Arenas. Como si fuéramos a comer de la OTAN.
Son personas, y no sólo ellas, que dicen siempre las mismas cosas, salvo cuando no dicen nada. O al menos no lo que se les pregunta. Porque Montero la Grande, hablar, habla. Si puede decir algo con dos palabras, ella, generosa, es capaz de utilizar treinta. Y la otra también, con sus palabros ‘queer’.
El muy feroz y muy analfabeto Valentín González ‘El Campesino’, llamaba a Dolores Ibárruri ‘La Sardinera’. Una vez ella interrumpió uno de sus discursos en el comité central del partido y se lo dijo (si escuchas hablar al Campesino, y se puede hacer en un programa ‘Rasgos’ de 1982 que está en YouTube, no me extraña que la Pasionaria lo interrumpiera para que se callara). Cuando el delegado de la Internacional le preguntó por qué la llamaba así le explicó que las sardineras solían llevar una caja sobre la cabeza e iban repitiendo: «Sardinera, sardinera. Vendo sardinas fresquitas». Y que Dolores hacía eso, «siempre repetía las mismas cosas. Y de fresquita no tenía nada». Me voy a ahorrar lo de frescas, pero que las Montero repiten las mismas cosas…