ABC (1ª Edición)

Simon Cheng, el activista que ayuda a huir de Hong Kong

Detenido durante las protestas por la democracia de 2019, fue torturado y se exilió en el Reino Unido, donde dirige una ONG para quienes escapan del autoritari­smo chino

- PABLO M. DÍEZ CORRESPONS­AL EN ASIA

El 8 de agosto de 2019, en el apogeo de las protestas de Hong Kong reclamando democracia, desapareci­ó Simon Cheng. Como funcionari­o del Consulado Británico en Hong Kong, cruzaba con frecuencia la frontera a China continenta­l para promociona­r inversione­s y negocios en Escocia. Esa noche, tras un viaje de trabajo, su familia le perdió el rastro cuando iba en el tren de alta velocidad desde la vecina ciudad de Shenzhen. «Preparado para cruzar la frontera… reza por mí», fue el último mensaje que recibió su novia antes de que su móvil dejara de estar operativo.

Después de doce días de angustia sin saber nada de él, su familia descubrió que estaba arrestado en China por «pedir los servicios de una prostituta». «Fui a un salón de masajes en Shenzhen, pero no solicité prostituci­ón. Cuando me detuvieron, la Policía me dijo que, si no cooperaba, me acusarían de espionaje. Si confesaba la prostituci­ón, sería solo una falta sin antecedent­es penales. Así que confesé porque, si no, habría sido condenado por algo más grave», cuenta Cheng a ABC por teléfono desde Londres. Tras su liberación, fue el primer hongkonés que obtuvo asilo político en el Reino Unido, donde dirige una ONG, Hongkonger­s in Britain, que ayuda a otros exiliados. A cambio de la libertad, tuvo que renunciar a su familia en Hong Kong.

A los 25 años de la devolución a Pekín, que se cumplen hoy, su caso resume la pérdida de libertades en la antigua colonia británica. «La Policía china me detuvo en la aduana de la estación de Kowloon Oeste (Hong Kong) y me devolvió al continente, donde me torturaron en los interrogat­orios hasta que me rompí emocionalm­ente», relata el calvario que sufrió durante dos semanas, sin acceso a un abogado y sin poder llamar a sus familiares.

«Me sentaban en la ‘silla del tigre’, que me inmoviliza­ba y entumecía los músculos hasta que rabiaba de dolor, o me tenían durante horas con los brazos en alto y los ojos vendados mientras me preguntaba­n por las protestas de Hong Kong y mis opiniones políticas», recuerda Cheng, quien asegura que tenía el cuerpo lleno de moratones por los golpes que le propinaban. «Cuando rompí a llorar y les dije que confesaría lo que ellos quisieran, empezaron a tratarme bien y a adoctrinar­me para convertirm­e en uno de sus informante­s», detalla.

Además, denuncia que le obligaron a desbloquea­r su móvil, de donde imprimiero­n correos electrónic­os del Consulado Británico. «Me enseñaban fotos de manifestan­tes y me preguntaba­n quién estaba detrás de las protestas», desgrana el joven, que fue obligado a grabar una confesión emitida luego por la televisión estatal china, CCTV. Por esta y otras confesione­s similares, su canal internacio­nal (CGTN) fue multado y prohibido el año pasado en el Reino Unido. Para Cheng, de 31 años, fue una dulce venganza porque «sufrí mucha presión, persecució­n política y torturas. Tenía que luchar no solo por mi reputación, sino también por mis compatriot­as». Educado en Taiwán y el Reino Unido, ha abrazado el activismo político porque «si construimo­s una diáspora poderosa, ese será el futuro de la democracia en Hong Kong, ya que la sociedad civil está siendo desmantela­da y debemos mantenerla en el exilio».

Forzado a confesar «Cuando rompí a llorar y les dije que confesaría lo que ellos quisieran, empezaron a tratarme bien y a adoctrinar­me»

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// ABC Simon Cheng ayuda a otros exiliados desde la ONG Hongkonger­s in Britain
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