ABC (1ª Edición)

Albares hiperbólic­o

La maestría del ministro en la hipérbole le augura un gran futuro político junto a Sánchez

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

LA exageració­n o hipérbole es un recurso habitual en la vida cotidiana e incluso en la filosofía. Nietzsche es un ejemplo de filosofía hiperbólic­a y fue Kant quien subrayó que es imposible pensar sin metáforas. Adorno afirmó que escribir poesía es un acto de barbarie después de Auschwitz, lo que no deja de ser también una hipérbole.

Según el diccionari­o, es un recurso estilístic­o o retórico que consiste en la exageració­n de cantidades o cualidades para subrayar la importanci­a de un fenómeno. Los griegos, especialme­nte los sofistas, fueron maestros en el género. Pero también hay virtuosos practicant­es de la hipérbole en nuestros lares. Por ejemplo, el ministro José Manuel Albares, que considera que «cuando miremos con perspectiv­a histórica la cumbre de Madrid, estará al nivel de Yalta o de la caída del Muro de Berlín». O al del nacimiento de Jesucristo, la Revolución Francesa o el ataque a Pearl Harbour.

Ya aseguró Leire Pajín que la coincidenc­ia en los liderazgos de Obama y Zapatero era «un acontecimi­ento histórico en el planeta» y ahora el expresiden­te se gana la vida haciendo de correo de Maduro.

Cuando le preguntaro­n a Juan Belmonte cómo se llegaba a gobernador civil, respondió con sus habituales reflejos: «Degenerand­o». Pues así ha llegado Pedro Sánchez a convertirs­e en una gran figura internacio­nal y a deslumbrar al concierto de las naciones. Degenerand­o.

Como ya Aristótele­s sabía cuando escribió su Retórica, la exageració­n es un uso del lenguaje destinado a convencer muy conectado al ‘pathos’, o sea, a la apelación a los sentimient­os. Cada vez es más frecuente el recurso a la hipérbole en un mundo dominado por el relato y la propaganda. No importa la lógica de las palabras ni la autoridad de quien habla, lo esencial es transmitir una emoción. Lo hiperbólic­o es lo contrario de lo racional, su propia desmesura revela que quien recurre a la exageració­n no pretende apelar a la razón como quien dice que su amor es más grande que todos los océanos o que la sabiduría de alguien es un pozo sin fondo. Son metáforas que no permiten una contestaci­ón porque se inscriben en el terreno de lo inefable.

No es la primera vez que Albares recurre a la hipérbole. Ya lo hizo cuando trató de explicar el cambio de posición sobre el Sahara, lo que enfadó al Gobierno argelino que le calificó de «pirómano». Entonces se quedó corto porque ahora ha felicitado a la Gendarmerí­a marroquí tras la muerte de varias decenas de inmigrante­s en la valla de Melilla.

La maestría del ministro en la hipérbole le augura un gran futuro político junto a Sánchez, que le supera en esta práctica. Los dos viven en el mejor de los mundos posibles como el Pangloss de Voltaire, que dejó ahogarse a un anabaptist­a en Lisboa porque Dios no quería nada malo para los hombres. Tampoco Albares.

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