RODRIGO BUENAVENTURA, LA HORA DE LA VERDAD DEL HOMBRE SIN ESQUINAS
El presidente de la CNMV tiene fama de templado, pero independiente: el caso Indra lo sitúa ante un gran desafío
Llegó a la presidencia de la CNMV en 2016 QUIENES LE CONOCEN VALORAN SU CAPACIDAD PARA ENTENDER QUE SIEMPRE SE ES LA MISMA PERSONA AUNQUE CAMBIEN LAS CIRCUNSTANCIAS
Rodrigo Buenaventura Canino (Madrid, 1968) es un hombre sin esquinas. Se le puede preguntar a una decena de personas que lo conocen y no asoma una mala apreciación. Riguroso, bien preparado para su tarea profesional, buen compañero, aficionado a su familia, a la lectura y al senderismo, el actual presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) tiene sobre la mesa un asunto muy complejo: decidir si se ha producido un concierto entre el Estado y dos inversores particulares para forzar la salida de los consejeros independientes de la empresa tecnológica Indra.
El conflicto afecta al buen gobierno de Indra, pero también puede tener consecuencias sobre la propiedad. La normativa obliga a lanzar una oferta pública de adquisición (opa) por el 100% del capital si un accionista, de forma individual o concertada, controla más del 30% de una compañía o nombra a más de la mitad de los consejeros.
También hay quienes interpretan su carácter templado y poco conflictivo como un signo de que a la hora de la verdad será un hombre sumiso. Pero Buenaventura cuenta con un aval poderoso, el de su antecesor Manuel Conthe: «Sea cual sea la decisión que Rodrigo adopte finalmente, estoy absolutamente convencido de que la tomará desde la más absoluta independencia», afirma.
Conthe, expresidente de la CNMV, vivió su propio calvario en ese puesto en 2007, cuando dimitió tras discrepar con su ‘número dos’, Carlos Arenillas, y denunciar presiones del Gobierno para no abrir expediente sancionador a Enel y Acciona por sus maniobras en torno a la opa de Gas Natural sobre Endesa. Y es que la presión indebida de los gobiernos sobre las instituciones independientes puede hartar hasta al más pacífico de los caracteres.
Buenaventura tiene dos grandes mentores. Uno es precisamente Conthe y el otro es Emilio Ontiveros, catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid, pero, sobre todo, fundador de Analistas Financieros Internacionales (AFI), una consultora que desde la década de 1990 ha sido un granero de altos cargos, sobre todo de gobiernos del PSOE.
La promoción de Calviño
Estudió en el Colegio San Patricio de La Moraleja y en el Instituto Fortuny; luego hizo Económicas y Empresariales en la Universidad Autónoma de Madrid, donde conoció a Ontiveros, y se especializó en Estructura Económica, licenciándose en 1991. Pertenece a la misma promoción que la vicepresidenta Nadia Calviño. En 1993 entró como analista en AFI, donde estuvo hasta 2004. José Antonio Herce, que llegó a AFI en 2005, no coincidió con él, pero lo trató ocasionalmente: «Un profesional serio, bien formado y competente que desarrolló la praxis de Administraciones Publicas de AFI hasta que le sucedió César Cantalapiedra». En esta etapa, también se desarrolló como profesor en diversas instituciones. Es autor de varias monografías y más de 30 artículos sobre su especialidad. En 2004, tras once años, Buenaventura había agotado su carrera en AFI. Ya no le podían ofrecer más ascensos (era consejero delegado de su área) y se produjo el desgaste natural que existe en las consultoras con los objetivos de facturación. Dejó AFI y recaló en Caja Castilla-La Mancha, que presidía Juan Pedro Hernández Moltó. De allí lo rescató Conthe, en 2005. «Tenía una impresión excelente de él. Una persona inteligente, preparada, que sabe de muchas cosas, aprende rápido y, sobre todo, tiene un excelente nivel de idiomas». Ese salto a la CNMV, donde lo designaron director de relaciones internacionales, supuso el inicio de una nueva etapa que lo transformaría en uno de los grandes expertos en regulación y mercados. Buenaventura es bilingüe español-inglés y habla francés e italiano. Italia es una de sus pasiones y uno de sus destinos favoritos que frecuenta con su esposa, una ejecutiva del mundo audiovisual, con la que tienen un hijo y una hija. Su segundo apellido, Canino, procede de un pueblo del mismo nombre en Viterbo, región de Lazio, donde se produce un aceite de oliva de gran calidad. Las relaciones internacionales cuadraron como un guante con su personalidad diplomática. Dicen que tiene una gran habilidad para resolver situaciones difíciles. Es un gran aficionado al ajedrez y eso lo lleva a calcular y prever varias jugadas antes de mover pieza.
En 2007 pasó a director de mercados, a las órdenes de Ángel Benito, que era director general del área. Y en 2011, cuando en medio de la crisis del euro se creó la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA, por sus siglas en inglés) y se reclutó directivos por toda Europa, fue designado en ese mismo puesto en París. Allí estaría hasta 2017 cuando la enfermedad de un familiar le obligó a retornar a Madrid y pedir su reincorporación en la CNMV, donde volvió como director general de mercados. Fue designado presidente de la CNMV el 16 de diciembre de 2016, en sustitución de Sebastián Albella.
Apreciado en Europa
El perfil de Buenaventura es muy apreciado en las instituciones europeas. Guardando las distancias, genera una predisposición parecida a la que produce Mario Draghi. Es una mezcla del impulso que produce la curiosidad universal del carácter mediterráneo, tamizada por una formación rigurosa y la experiencia institucional.
Quienes le conocen, valoran especialmente su capacidad de entender que la vida te pone en distintas circunstancias, pero sigues siendo esencialmente la misma persona. Ponen como ejemplo su amistad personal con Sebastián Albella, su antecesor en el cargo, o con Ángel Benito, de quien fue su subordinado y ahora él es su jefe, puesto que Benito ha vuelto a ser director general de mercados.
Esa manera de entender la vida influye en su mirada institucional. A comienzos de este año le decía a un medio relacionado con el Consejo General del Notariado lo siguiente: «La CNMV es una institución muy consolidada y efectiva y lo último que uno debe perseguir en estos casos es dejar improntas o revolucionar nada. Me conformaría con dejar la institución tan fuerte, profesionalizada e independiente como la encontré y, si acaso, mejorar un par de cosas».