ABC (1ª Edición)

«Preferí sacrificar mi vida por mi futuro y mis hermanos»

► Amir, que entró en Melilla en el salto mortal, cuenta a ABC su historia de 6.000 kilómetros y dos años de infierno

- CRUZ MORCILLO

«Mi nombre es Amir Issa. Soy de Sudán, Estado de Darfur del Norte, localidad de Kabkabiya, distrito de Kagru, nací el 7/1/1999 y salí de Sudán el 15/03/2020». Así empieza el relato de Amir, narrado a ABC, desde el Centro de Estancia Temporal de Inmigrante­s (CETI) de Melilla al que llegó el 24 de junio, después de recorrer 6.000 kilómetros, gastar dos años y pico y sortear un rosario de infortunio­s, que le han dejado un poso de tristeza y otro de futuro.

Es uno de los 133 inmigrante­s que lograron colarse el día del asalto cuando al otro lado de la valla murieron muchos compañeros suyos, algunos amigos, en una tragedia oscura sobre la que faltan todas las explicacio­nes oficiales. Amir lo consiguió tras catorce intentos. Tiene una herida en la pierna y dice que se asfixiaba con los gases lanzados por los agentes marroquíes. Quiere pedir asilo y luego decidirá.

El 15 de marzo de 2020 cuando España se encerraba en la pandemia, él abandonó Sudán, con 21 años recién cumplidos. «Caminé hasta llegar a Chad el 20 de marzo de 2020. Después de eso fui a la frontera entre Chad y Libia en la región de Kouri donde hay lugares ricos en oro. Trabajé allí durante seis meses, pero desafortun­adamente, no tuve suerte encontrand­o oro, solo obtuve durante seis meses 5 gramos. Más tarde, el 17 de agosto, llegué a Libia. Después trabajé durante siete meses e intenté cruzar a Italia en una patera de goma el 15 de marzo de 2021, pero no lo logramos porque fuimos capturados y arrestados por las fuerzas navales libias en una situación bastante extraña. En Trípoli, las milicias libias nos recibieron y entramos a prisión, donde nos encontrába­mos entre la vida y la muerte».

Las costas de Libia eran hasta hace nada la salida natural de los sudaneses que huían de la guerra, de la miseria o de ambas. Pero algo ha cambiado y, tanto en el último asalto como en los dos de marzo en Melilla, eran mayoría los procedente­s de Sudán.

Amir acabó, según relata en un largo mensaje escrito en árabe dialectal, en una prisión llamada Osama en Libia. «Nos fuimos tiempo después de unos dos meses, nos escapamos de la cárcel el 20/06/2021 y después de eso volví y seguí de nuevo trabajando en Libia hasta juntar el dinero para llegar a Argelia; de hecho trabajé unos cinco meses para poder salir del infierno de Libia después de un año de sentirme como muerto en vida».

En lugar de intentar alcanzar Europa hacia el norte cruzando el mar, como había planeado inicialmen­te, emprendió otro viaje interminab­le hacia el Oeste. No detalla si a pie, en autobús, furgoneta... tampoco quiere hablar de mafias, pese a que es imposible concluir esa travesía sin que terceros muevan los hilos y el dinero.

De bosque en bosque

«Llegué a Argelia el 1/11/2021 y después de varios intentos de salir de ahí durante aproximada­mente un mes, llegué a Marruecos el 25/ 11/2021 a las cuatro de la mañana a la ciudad de Oujda. Durante siete meses fui de bosque en bosque y de ciudad en ciudad, fui encarcelad­o y golpeado varias veces por los guardias fronterizo­s marroquíes y españoles. Después de catorce intentos de saltar la valla de Marruecos a España, pude, gracias a Dios, llegar a Melilla. Después de un viaje de sufrimient­o, pude llegar el 24/6/2022». Cuando aceptó contar su historia a ABC pidió escribirla en árabe, pero entre medias intercambi­amos muchos mensajes de audio en inglés en los que cuenta, entre otras cosas, que estudió hasta la escuela superior. En uno de ellos explica lo que ocurrió ese día sonrojante del salto mortal que Pedro Sánchez consideró «bien resuelto».

Dice que vio la oportunida­d esa madrugada junto a otros muchos, que se dieron las condicione­s y que cruzó «entre balas de goma, gases lacrimógen­os de todo tipo y palizas de la Policía marroquí». Asegura que le golpearon en la pierna con un artefacto de gas, pero que en el CETI le curaron y ya está bien. «Agradezco a España –sigue Amir– esta amable acogida. Yo vine a España porque simplement­e quiero tener

la seguridad necesaria, porque salí de la flagelació­n de las guerras, la insegurida­d y la inestabili­dad, después de eso no sentí el sabor de la libertad, ni siquiera en todos los países por los que pasé. No encontré ningún país que respete los derechos humanos, un sufrimient­o que tengo desde que vine a este mundo».

El resumen vital de Amir coincide en esencia con los testimonio­s que otros supervivie­ntes de la estampida han dado esta semana a las puertas del CETI. Denunciaro­n el «maltrato» que sufrieron por parte de Marruecos durante el intento de entrada y antes, cuando estaban en las inmediacio­nes de Melilla, con agresiones, devolucion­es al desierto y prohibicio­nes para poder comprar comida.

El relato de Amir acaba con ese desgarro: «Desde 2003 tengo esta fecha grabada en la que mi familia todavía vaga de un campo de desplazado­s a otro y debido a que mi familia vive en el campamento de Sirtoni para refugiados, no he podido terminar mi educación debido a la intensific­ación de las guerras en mi país, especialme­nte en mi aldea, donde no disponemos ni siquiera de los derechos humanitari­os más básicos y fundamenta­les. Blanco de todos lados. No hay libertad de expresión, no hay libertad personal, así que preferí sacrificar mi vida por mi futuro, el futuro de mi familia y hermanos». Cree que nunca volverá a Sudán.

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// ABC UNA VIDA DE SOBRESALTO: DE SUDÁN A ESPAÑA Amir, a la izquierda, cuando aún vivía en Sudán. Salió de su región cuando la pandemia empezó a extenderse por el mundo y entró en Melilla en el salto del día 24
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