El temor de Sánchez en Indra no es una opa, sino una guerra de opas
Quizás haya ya un plan B en marcha para salvar un asalto fallido más propio de Mortadelo y Filemón
El Gobierno no tendría problema en tomar el control total de la tecnológica, pero sabe que una vez que se abre la puerta del accionariado de par en par, para hacerse con la totalidad de las acciones, nunca se sabe quién puede colarse hasta la cocina y quedarse con una empresa estratégica de bandera
LA pelota está ahora en el tejado de Ca’ Buenaventura. O actúa, o le actúan. Y como no la despeje ya mismo le van a empezar a caer goles a cascoporro. Por el caso Indra, digo. Aunque algunos andan convencidos al 200% de que al presidente de la CNMV no le temblará el pulso a la hora de denunciar concertación si es que sospecha que la hay, y obligará a la SEPI a lanzar una opa por el 100% de la compañía como establece nuestra Ley del Mercado de Valores. Que las leyes están para cumplirlas todos, ¿o solo los ajenos al entorno de La Moncloa y Cía.? Aunque le cueste al Estado un ojo de la cara tendría que lanzar una opa si ha habido apretón de manos para lograr el control de la tecnológica. Total ya como que las cuentas son suyas. Hacen y deshacen a su antojo. Son los reyes del gasto y del mambo. Con Pedro ‘el conseguidor’ al frente. Ese que quiere quedarse con España al completo. Como el miércoles noche, de anfitrión en el Prado, como si fuera suyo. Y Madrid, cortada, con la gente teletrabajando obligada, para que él y sus invitados campasen por la capital de punta a punta en minutos. El resto, a pagar impuestos sin rechistar. Que para eso estamos y nos necesita. Las cifras, a mano, que no me las invento: el Estado recauda ya 15.600 millones más que en 2021, en gran medida, por la espiral inflacionista, esa que era puntual y nada estructural.
Decía que muy investigador privado experto en pesquisas de trilerías varias no hay que ser para ver que algo hay en el ‘caso Indra’, porque dejar en un independiente, y en funciones, el consejo de la española y pedir a un par de amigos previamente que compren a toda ‘prisa’ la participación suficiente para poder hacerlo realidad, muy casualidad no es. De momento, el Instituto de Consejeros-Administradores (asociación independiente de consejeros y administradores de empresas españolas,) piensa ya en reclamar a la SEPI y a los otros dos accionistas que supuestamente habrían actuado coordinadamente en la junta de accionistas de Indra –a saber, SAPA Placencia y Amber Oughourlian Capital–, que lancen una opa sobre el 100% del capital. En aras de los estándares de buen gobierno corporativo en este país, que muchos se los están pasando por el forro de su recalcitrante sabiduría de pacotilla. El Instituto es crítico también con que el presidente –no ejecutivo aún, pero como si verdes las han segado– de Indra, Marc Murtra, tenga un voto de calidad en el consejo, y con la elección de Jokin Aperribay como dominical, sin el beneplácito de la comisión de nombramientos. Tildan de «mala práctica» la falta de independientes y sugieren la contratación de externos para que los nuevos consejeros con esta categoría estén libres sobre su posible independencia y pase todo a males mayores.
El asunto es que han pasado diez días desde el asalto a Indra y seguimos esperando la reacción de la CNMV. Y es que son ya muchas las voces que exigen una opa del Gobierno si quiere controlar la frondosa compañía estratégica donde con el también estratégico movimiento piensa pastar el rebaño socialista los áridos años de oposición que vienen por delante. Pero ese, en concreto, no sería problema para Sánchez. Ya lo habría hecho si no fuera porque en ese proceso de Oferta Pública de Adquisición podría desatarse una guerra de opas que dejara la compañía, no en manos de sus ‘minions’ sino en la cesta de una potente compañía de otro país al que Sánchez no podría airar agitando su blindaje doméstico antiopas. Una guerra por la que se puede colar un intruso y arruinarles el asalto, lo que empresarialmente se llama «comerles la merienda». Por eso es mucho mejor para nuestro Gru monclovita y sus inversores de salón apropiarse de la compañía sin poner un euro, por la patilla y al grito de que vienen los poderosos contra el pobre Gobierno de progreso. Por cierto, que S. Galán, que las ve venir de lejos, seguro que sigue estos días con lupa los movimientos de acciones de Iberdrola, no sea que le aparezca otro inversor de apellido impronunciable para desestabilizarle la primera empresa del Ibex en favor de la alianza sociocomunista.
Y, por el revuelo, llegaron las explicaciones. Sánchez acudía a su tele de confianza a extender la buena nueva, para que después los ‘minions’ gubernamentales lo repitan hasta la saciedad con esa mezcla de malicia y empanada mental permanente de los personajes amarillos. Sánchez situaba a las energéticas y a S. Galán como los malos de una película con un guion retorcido: o es Putin ‘el imperialista’ o Galán ‘el de los cenáculos’. Eso sí, ni mencionó el asalto al Constitucional, al INE e Indra. Seguro que es por el bien de las familias de clase media trabajadora a las que quiere liar con su retórica cantinflesca. El Brexit, la pandemia, el volcán, la viruela del mono, Putin ‘el imperialista’ y, desde ahora, los poderosos que fuman puros en cenáculos madrileños. Un nuevo enemigo imaginario de la factoría de ficción del presidente al que endosarle todos los males que acosan a los españoles. Quizás los poderosos del puro de los que habló sean los que han asaltado Indra y no se atreve a decirlo por temor a que le saquen con el perfil malo en sus medios.
Y mientras tanto, la inflación nos come por las cachas. Llenar el depósito de gasolina es un dolor. Zamparse una rodaja de sandía o un cuenco de cerezas es como tomarse caviar de beluga de Putin ‘el imperialista’. La hipoteca ya va a lo loco y sin frenos a amargarnos la vida. Sánchez se ha desentendido de los españoles, porque está en el asalto a las instituciones y en el pillaje corporativo. Él es el poderoso. Él es el de los cenáculos. Él es quien se fuma un puro.
Apunte final: las opas las carga el diablo. Indra está en el filo de la navaja y quizás haya un plan B en marcha para salvar los muebles de un asalto fallido más propio de
Mortadelo y Filemón, que de un grupo de sofisticados inversores del mundo digital y la gran empresa tecnológica.