Del Morante infinito al cante grande de Marcos

PLAZA DE TOROS DE ZAMORA. Sábado, 2 de julio. Media entrada. Corrida concurso, con toros de Castillejo de Huebra, Montalvo, María Loreto Charro Santos (premio al mejor toro), Puerto de San Lorenzo, Valdefresno y Pedraza de Yeltes. MORANTE DE LA PUEBLA, de gris perla y azabache. Pinchazo y estocada defectuosa (saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada (dos orejas). DANIEL LUQUE, de azul y oro. Estocada (oreja). En el quinto, pinchazo y estoconazo (oreja). ALEJANDRO MARCOS, de purísima y oro. Estocada (oreja). En el sexto, pinchazo y estocada hasta la bola (oreja).

Morante en estado de gracia, torero infinito. El de La Puebla firmó dos faenas en Zamora de toreo fundamental, de maestro, desde el suave recibo a la verónica y dos cadenciosas medias con el que abría plaza, un toro al que le faltó entrega y humillación, con el que inició con los pies clavados, midiendo y templando mucho, para dibujar extraordinarios naturales antes de que el animal se rajase estrepitosamente.

Lo de su segundo fue de gusto y regusto, exquisito, de inspiración y conocimiento. Es otra cosa. Verónicas a compás de recibo, ayudados por alto, tanta pureza, tanta verdad. Qué manos, qué cintura, qué maneras.

Alejandro Marcos, que ha bebido de las mejores fuentes, se creció en el ruedo zamorano hasta dar un recital de cante grande, de torero que hay que ver y esperar. Con el que cerraba plaza, el más complicado del encierro, de Pedraza de Yeltes, hizo gala de su extraordinario sentido del temple y su trazo largo.

Elegancia y sobriedad en el capote con su primero, de Loreto Charro, que lo midió mucho. El torero salmantino estuvo muy firme y valiente, con la cabeza muy despejada, y realizó una faena de mucho mérito y exposición que caló fuerte en los tendidos.

Daniel Luque dejó pasajes y destellos en una tarde muy irregular en la que no terminó de encontrar su sitio con el bravo y noble segundo de Montalvo. Muy firme y torero, se jugó los muslos y la voltereta con el quinto en un intento de faena imposible, tirando de garra en cercanías y rematando con un desplante.

Los tres se marcharon a hombros.