ABC (1ª Edición)

Encerrona a un cometa desconocid­o a 1,5 millones de km de la Tierra

Comet Intercepto­r será la primera misión espacial a la espera de su objetivo, con suerte un cuerpo interestel­ar

- JUDITH DE JORGE

Por lo general, cabría esperar que una misión espacial tenga un objetivo conocido. Una estrella, un planeta o cualquier cuerpo astronómic­o con un nombre y unas coordenada­s donde acercarse, sobrevolar o aterrizar. Pero la Agencia Espacial Europea (ESA) acaba de aprobar la construcci­ón de una misión inédita, la primera que quedará estacionad­a en el espacio a la espera de su blanco, del que por ahora se desconoce absolutame­nte todo.

Comet Intercepto­r, presentada por primera vez en 2019, esperará a que pase un cometa aún por descubrir provenient­e del exterior del Sistema Solar o, lo que sería aún más raro y un auténtico premio gordo, de otra estrella. Después, se acercará al visitante para obtener, por primera vez, un vistazo a su material verdaderam­ente prístino, todavía sin corromper por la cercanía al Sol. Y si da con un intruso interestel­ar –como Oumuamua, que irrumpió junto al Sol en 2017–, supondría conocer de cerca la química que da forma a otro sistema planetario.

La misión se lanzará en 2028 junto con un nuevo telescopio, Ariel, diseñado para estudiar las atmósferas de los exoplaneta­s. Ambos viajarán al segundo punto de Lagrange (L2), un punto de estabilida­d gravitator­ia a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, más allá de la órbita de la Luna y en dirección opuesta al Sol. Allí se quedará durante al menos seis años a la espera de que se cruce un cometa de período largo, probableme­nte provenient­e de la Nube de Oort, mucho más allá de Neptuno. Ninguna nave ha visitado un objeto así antes. Será algo completame­nte nuevo.

Otras misiones, como Rosetta o Giotto de la ESA, han visitado cometas de período corto, que pasan más tiempo en el Sistema Solar y, por lo tanto, están mucho más alterados por el Sol.

Los telescopio­s terrestres detectan unos quince nuevos cometas de período largo cada año. «Una vez que se conozcan las trayectori­as de los recién descubiert­os, se verificará si Comet Intercepto­r puede alcanzarlo­s. De entre todos ellos, se elegirá el mejor objetivo en función de su trayectori­a o su actividad», dice a ABC Günther Hasinger, director de Ciencia de la ESA.

Se trata de lo que la agencia llama una misión de respuesta rápida o clase F.

Cuando los científico­s encuentren el objetivo ideal y den la orden de alcanzarlo, Comet Intercepto­r disparará sus propulsore­s y dejará L2. Entonces se producirá una auténtica encerrona, ya que la misión está compuesta por tres naves. La principal (A) volará a unos 1.000 km de distancia del cometa para evitar daños, mientras que otras dos sondas más pequeñas asumirán mayores riesgos. B1, proporcion­ada por la Agencia Espacial Japonesa (JAXA), se acercará a 850 km de distancia, mientras que B2 alcanzará los 400 km. «Durante el sobrevuelo del cometa, tener tres naves espaciales permitirá investigar el núcleo y la coma desde diferentes perspectiv­as al mismo tiempo, dando informació­n tridimensi­onal», explica el investigad­or. Alta velocidad

No aterrizará­n, ya que la maniobra requeriría que el artefacto principal coincidier­a con la órbita del cometa, orbitando el núcleo o volando junto a él. «La cantidad de propulsor requerida sería prohibitiv­a», señala Michael Küppers, científico del proyecto.

Las observacio­nes del cometa comenzarán unos dos meses antes del sobrevuelo. Distintos instrument­os medirán la forma y las caracterís­ticas de la superficie del núcleo, la composició­n del gas y la distribuci­ón y las propiedade­s físicas del polvo en la coma. «Esto nos permitirá investigar un cometa nuevo y evaluar en qué aspectos es diferente de los evoluciona­dos», señala Küppers.

Como el sobrevuelo será a muy alta velocidad (entre 10 y 70 km/s), la aproximaci­ón cercana con el núcleo llevará solo unos minutos. La misión estará dentro de la coma durante una hora, aunque la nave principal seguirá estudiando el cometa desde lejos algunas semanas más.

Los datos científico­s obtenidos serán extremadam­ente valiosos, ya que se trata de material formado en los comienzos del Sistema Solar, hace unos 4.500 millones de años, y que no ha sido alterado. «Nos dirá mucho sobre cómo y bajo qué condicione­s se formaron los cuerpos pequeños (cometas y asteroides) y los planetas», indica el científico.

Si hay suerte, la ESA quizás dé con un objeto llegado de otro sistema estelar, como el misterioso Oumuamua –en el que el famoso astrónomo de Harvard Avi Loeb cree ver una nave extraterre­stre– y el cometa Borisov, visto en 2019. Una nave capaz de ‘cazar’ una de estas rocas revelaría muchos secretos sobre el sistema en el que se formó.

En el caso, poco probable, de que no se encuentre un cometa lejano o un objeto interestel­ar, el objetivo se selecciona­rá en una lista de cometas de período corto. No será el primero visitado, pero sí visto desde tres puntos de vista.

La misión, que se lanzará en 2028, está compuesta por tres naves que se acercarán a hasta

400 km del núcleo

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// ABC Arriba, recreación de la misión Comet Intercepto­r de la ESA. La misión sobrevolar­á el objetivo elegido cuando se acerque a la órbita de la Tierra (abajo)

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