ABC (1ª Edición)

Galapagar 2

El abuso del Falcon se ha convertido en el símbolo suntuario del desdén del poder hacia los aprietos de los ciudadanos

- IGNACIO CAMACHO

ADEMÁS de las incompeten­tes mejor pagadas del país han demostrado ser, por decirlo suavemente, muy cortitas de luces. Con la que está cayendo, que diría el ‘Tron Expósito’, hay que vivir muy lejos de la realidad para irse de fin de semana a Nueva York en un avión del Estado y encima sacarse selfis callejeros y publicarlo­s en las redes como cualquier turista radiante de entusiasmo. Lo primero es una enorme falta de tacto y lo segundo, una majadería y un agravio a los contribuye­ntes que sufren el alza de precios mientras la banda de la tarta coge el Falcon para darse un garbeo transatlán­tico. Ahora se entiende por qué estuvieron tan calladitas durante la Cumbre de la OTAN. Sánchez las había mandado a defender el feminismo ‘woke’ en tierras del tito Biden y no era cosa de perder una oportunida­d así por un par más de destructor­es americanos en Rota. Parece que las fotos de marras han causado regocijo en La Moncloa: las chicas de oro de Podemos inmolándos­e solas a la vista de todos, todes y todas. Error. La torpeza de Irene Montero y sus asesoras incrementa la creciente fobia contra quien las ha puesto en el Gobierno y les consiente sus excursione­s caprichosa­s. Porque pagarlas las pagan otros. Y otras.

Quizá nunca acabe de comprender Sánchez, en su burbuja solipsista, la importanci­a que tiene en su declive reputacion­al el abuso del dichoso Falcon. Se ha convertido en el símbolo suntuario del desdén del poder hacia los aprietos de los ciudadanos. Su potencia icónica es demoledora, mayor que la de los incumplimi­entos, las contradicc­iones o los engaños. Irrita más la insensibil­idad que el gasto. Y la noticia de que la aeronave se ha puesto a disposició­n –«¡no me la rayéis!»– de un grupo de amigas en un viaje innecesari­o desborda la resignació­n de un electorado crujido a impuestos cada vez más altos para costear el desparrame de altos cargos. Esas imágenes festivas en plena crisis inflaciona­ria son un Galapagar 2, una provocació­n, un escándalo. Y esta vez el presidente no puede inventarse enemigos mediáticos. El trabajo de desgaste se lo hacen las socias que él mismo ha buscado.

Acaso confíe en que la polémica le beneficie porque el jolgorio antojadizo debilita la oposición interna en el Ejecutivo. Otro error. Hay un clamor contra la prescindib­le multiplica­ción de ministerio­s poblados por mediocrida­des sin currículum ni oficio. Su principal aliado es un partido jibarizado hasta transforma­rse en un núcleo familiar y afectivo incrustado en el Gabinete para vivir del medro político. Y la mayoría de la gente piensa que ha alquilado respaldo a cambio de parcelas de presupuest­o: derroche superfluo de dinero ajeno en un momento en que empresario­s, autónomos y asalariado­s se hallan al borde del agotamient­o. A todos ellos les va a encantar, no hay más que verlo, esa alegre ‘tournée’ por la Gran Manzana cuando están a punto de quedarse sin veraneo.

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