El último tabú
La campaña del Támesis golpeó mi conciencia, por eso funciona. Nos interpela directamente
SON sus últimas fotos con vida. Ciaran, 28 años, posa sonriente junto a un bebé. Peter, 58, bromea con sus manos como catalejos. También mira a cámara, todos lo hacen. Harrison, 23, reta al fotógrafo ante un jardín tropical. Emily, 18, muestra sus inmensos ojos azules. Lee, 41, se carcajea disfrazado de romano. Pero nada es lo que parece.
El pasado domingo caminaba río arriba por la ribera del Támesis. El día se levantaba entre la fresca humedad del río y el cálido aroma de las cafeterías. En mi apresurado paseo se cruzaron esas fotografías, integradas en una exposición callejera. Eran primeros planos de personas normales: Ciaran, Emily, Harrison, Peter, Lee. Serían veinte o treinta paneles, quizá más. Rápidamente concluí que no estaban ahí por la calidad estética de las fotos, todas ellas primeros planos de gente aparentemente normal, escenas cotidianas de personas sonrientes, nada extraordinario. Entonces, ¿por qué?
La respuesta estaba en el primer panel: ‘La última foto’. Gente sonriente, pero no. La verdad estaba oculta detrás de esas escenas cotidianas: todos están muertos porque se han suicidado. «Estas son las ultimas fotos de gente que acabó con su propia vida». La exposición, que forma parte de una campaña para sensibilizar contra el suicidio, arroja un dato terrible: 125 personas se quitan la vida cada semana.
Para el periodismo, el suicidio siempre ha sido un tema tabú, el último tabú. Hasta hace bien poco los suicidios se ocultaban descaradamente: si era anónimo, directamente se censuraba; si era conocido, y por tanto inevitable informar al respecto, se escondía detrás de ingeniosos eufemismos. Siempre se ha dicho que informar sobre un suicida genera efecto llamada, y tal vez sea verdad, pero también lo es que ninguna censura ha dado buen resultado. Urge hablar del suicidio, conocer las cifras y las causas. Como una sociedad adulta.
La campaña del Támesis golpeó mi conciencia, por eso funciona. Nos interpela directamente: «descubre cómo puedes salvar una vida, los suicidas no siempre parecen suicidas». Parecen personas como usted y como yo, incluso más felices, si es que usted y yo lo somos, y perdone la intromisión: ¿se ha parado usted a pensar si a su alrededor hay alguna persona que esté en disposición de quitarse la vida? Tal vez sea demasiado meterse en la vida de los que le rodean, o quizá no. Porque los suicidas también sonríen a cámara.