‘Nabucco’, la ópera que devolvió la alegría de vivir a Verdi
El Teatro Real cierra el curso con este título, que dirige musicalmente Nicola Luisotti
‘Va, pensiero, sull’ali dorate...’ Pocos fragmentos hay más populares que el Coro de los esclavos hebreos que empieza con esta frase: ‘Vuela, pensamiento, en alas de oro...’ Pertenece a ‘Nabucco’, la ópera de Giuseppe Verdi con la que el Teatro Real cierra la temporada 2021/22. Lo hace con una producción que estrena hoy y que estará en cartel hasta el 22 de julio, dirigida escénicamente por Andreas Homoki, y musicalmente por Nicola Luisotti (Sergio Alapont se pondrá al frente de la orquesta en tres representaciones). Las funciones presentan tres repartos distintos, que incluyen a los barítonos Luca Salsi, George Gagnidze, Gabriele Viviani y Luis Cansino (Nabucco), las sopranos Anna Pirozzi, Saioa Hernández y Oksana Dyka (Abigaille); los tenores Michael Fabiano y Eduardo Aladrén (Ismaele); las mezzos Silvia Tro Santafé, Elena Maximova y Aya Wakizono (Fenena); y los bajos Dmitry Belosselskiy, Roberto Tagliavini y Alexander Vinogradov (Zaccaria); y Simon Lim y Felipe Bou (El gran sacerdote). El coliseo recuperará con este título su habitual representación popular, dos en este caso, los días 14 y 15 de julio, a través de una pantalla gigante en la plaza de Isabel II. También este segundo día se podrá ver gratuitamente a través de la plataforma del teatro, MyOperaPlayer, y en plazas, centros culturales, museos, auditorios y teatros de toda España, dentro de la programación de la Semana de la Ópera.
Giuseppe Verdi compuso ‘Nabucco’ entre 1841 y 1842 (la ópera se estrenó el 9 de marzo de este año en la Scala de Milán). El compositor –con 27 años– había perdido poco antes a su mujer y a sus dos hijos. «Verdi estaba destrozado –cuenta Nicola Luisotti, uno de los grandes expertos actuales en el repertorio verdiano y pucciniano. En enero de 1841 fue a visitar a Bartolomeo Merelli, el entonces empresario de la Scala de Milán para decirle que no quería volver a componer. Merelli le dijo que de acuerdo, pero le dio un libreto de Temistocle Solera y le dijo que le echara un vistazo en casa. La leyenda de lo que pasó es muy romántica, pero a mí me gusta pensar que efectivamente pasó así. Se cuenta que abrió el libreto por la parte del ‘Va pensiero’, que lo leyó dos o tres veces y que no pudo dormir». El resto es historia. Verdi recuperó la alegría de componer y unos meses después le presentó al empresario la partitura, que contenía uno de los más hermosos coros de la literatura operística.
Pero no solo fue la belleza de la música la que convirtió esta ópera en una obra tremendamente popular. También lo fue la lectura que el pueblo milanés hizo del libreto. En él se cuenta un episodio bíblico con el conflicto entre los judíos, deportados y cautivos por los babilonios. Sin embargo, los milaneses lo tomaron como símbolo de sus aspiraciones nacionalistas; eran los años de la reunificación italiana, que culminaría el 17 de marzo de 1861: los años del ‘Risorgimento’. Precisamente éste es el contexto en el que el alemán Andreas Hamaki ha situado su puesta en escena de ‘Nabucco’. «La historia bíblica del pueblo de Israel que se desangraba bajo el yugo babilónico reflejaba la frustración del pueblo italiano amordazado por el Imperio austríaco –relata Joan Matabosch–, y así se coló la política en el escenario de la Scala mientras en la sala se concedía a la ópera de Verdi un éxito delirante desconocido desde los tiempos de Rossini. Porque Nabucco no es el drama de sus protagonistas –aunque haya unos conflictos humanos bien definidos–, sino un fresco coral estático en el que finalmente se encarnan las aspiraciones nacionales de una comunidad».
La producción, dirigida escénicamente por el alemán Andreas Homoki, sitúa la acción en la época del ‘Risorgimento’ italiano
Historia actual
Curiosamente, cuando se le pregunta a Nicola Luisotti qué tiene de especial ‘Nabucco’, no habla del Coro de los esclavos ni del resto de la partitura, sino que se refiere al libreto. «Es una ópera muy actual. Hay un dictador que deporta a los hebreos a Babilonia, la primera de este pueblo en la Historia; estamos hablando de seiscientos años antes de Cristo. Es imposible que nosotros no nos acordemos de Hitler al ver esta historia. O de lo que están haciendo los rusos en Ucrania, donde hay una deportación continua. Cuenta el conflicto entre un padre, Nabucco, y sus dos hijas, Abigaille y Fenena, que luchan entre ellas. Es muy moderna; si quitamos las barbas, es una historia de hoy. Si miramos la historia de los babilonios y los asirios –los primeros construían ciudades y los segundos las destruían–, no es muy diferente de lo que han hecho los talibanes en Afganistán. Desafortunadamente el ser humano cambia la tecnología, pero no el sentimiento. Siempre es lo mismo. Si uno lee a Platón o a Sócrates se puede reconocer en sus palabras. ¿Por qué es relevante ‘Nabucco’? Porque es una historia de hoy».
No ha hablado Luisotti de la partitura. «Hay una idea que me parece muy importante: no se puede hablar de la música. Es un lenguaje que se puede aceptar o no. ¿Cómo se puede hablar de un lenguaje? ¿Cómo se puede hablar del idioma chino? En chino... Si lo hacemos en español, no funciona. Y lo mismo pasa con el inglés, el italiano... Si se habla de una lengua se debe hablar con esa misma lengua. En los ensayos con la orquesta o los cantantes no les hablo de una tríada o un ‘primo rivolto’; no les interesa. Pero si le explico que es un padre que tiene problemas con una hija... Enseguida le cambia la cara porque creamos una imagen con la música. La música se hace y se habla de filosofía, de historia, de sentimientos... Por eso Verdi es un gran autor de ópera, porque entendió que la música se escribe sobre el texto. Lo hacía Mozart. Antes de él, ‘prima la musica e poi la parola’; con él, ‘prima la parola e poi la musica’».